Capítulo 23

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Tantos años reprimiendo recuerdos que creí olvidados, esperando tenerlos lo suficientemente escondidos en mi inconsciente como para no amargarme más la existencia viéndolos pasar por mi mente cada día como solía hacerlo cuando era pequeña y esperaba el sueño nocturno luego de horas de llanto. Pero hoy diferentes cosas hicieron que volvieran a mi conciencia diferentes fragmentos de lo que parecían ser escenas de una película antigua; como simples fotogramas en sepia gastados por el polvo y quizá hasta por un incendio. Pero de apoco parecían restaurarse solos y formar la cinta completa. Y esa cinta ya no dejaba de dar vueltas en mi cabeza y proyectarse en mi mente.

Seguí tratando de avanzar lo más posible con los materiales que había alcanzado a recoger del suelo, lo que no era mucho. Podría pedirle a Roberto otros pocos porque a esa casa no volvería, y de ser posible tampoco volvería a ninguna parte donde tuviera que estar ni diez metros cerca de María José, aunque claramente esto último no sería posible hasta que termináramos el colegio. Y para eso aún me quedaba terminar este año y el siguiente. Mi madre me recibió sorprendida al verme llegar a casa mucho más temprano de lo acordado pero no hizo ningún comentario; me conocía perfectamente. O bien, al ser hija de un ángel de luz tenía ciertas facilidades para leer mis gestos y formarse un panorama más o menos acertado de lo que me pasaba.

Esperé hasta cerca de medianoche para deshacerme de mi pijama y vestirme más cómodamente: unos pantalones medianamente ajustados de tela negra, zapatillas del mismo color con detalles en blanco y un cortavientos azul oscuro que de noche pasaba perfectamente como una prenda negra más. Lista y dispuesta, me abrí paso entre las sombras para visitar a una vieja amiga: Ángela.

Referirme a ella como una amiga era una simple forma de decir. Jamás reuní el valor suficiente para entrar a su habitación y hablarle, aunque me gustaba ver la dedicación de Solange para poder hacerse cargo de ella; me permitía ver que aún había algo de humanidad y compasión dentro de su arrugado y amargado corazón. Además, ver a la pobre niña siempre con los ojos brillantes y una leve sonrisa en el rostro a pesar de todo me daba esperanzas y me ayudaba a ver que incluso en las peores circunstancias un haz de luz podía ser suficiente para iluminar lo que te rodea.

Cuando me asomé a la ventana por la que siempre miraba el dormitorio de Ángela me encontré con una extraña sorpresa. La cama estaba vacía y sin hacer, algunos adornos estaban tirados por todo el piso y estaba todo completamente oscuro. Ni Ángela ni Solange estaban en casa. ¿Por qué? Por un momento esperé lo peor: imaginé a Solange llorando sobre el cadáver de su nieta mientras los paramédicos trataban de llevársela. Pero quizá no era así, quizá solo se la habían llevado a un hospital para cuidar mejor de ella. Apenada Con aquella lúgubre imagen decidí caminar hasta mi casa, por lo que solo me trasladé rápidamente hasta la plaza del pueblo, que quedaba relativamente cerca del hogar en el que estaba espiando de manera ilegal.

...

Apenas crucé la muralla y di de golpe con el aire frío de la plaza que se encontraba levemente iluminada y con poca gente aún caminando por sus al rededores pude sentir que alguien no humano tenía su vista fijada en mi. Giré mi cabeza y me encontré con un extraño chico apoyado en la misma muralla, varios pasos más a la derecha, justo donde un gran árbol daba una gran y densa sombra. "Al menos es de los míos" pensé mientras le devolvía la mirada con desconfianza. El chico no distaba mucho de mi edad, aunque sus rasgos infantiles lo hacían parecer menor: cara redonda, ojos brillantes y muy azules, el pelo oscuro muy rizado cubriéndole las orejas y una sonrisa amistosa curvando sus labios carnosos y coloridos. Me hubiera parecido hasta atractivo de no ser porque su nariz era un poco grande para su rostro.

-¿Susana Marín?- preguntó con una voz algo ronca y sin siquiera moverse de su lugar.

Esto comenzaba a parecerme más extraño a cada segundo. ¿Cómo diablos sabía mi nombre? Fijé la vista en su cuello; esperando ver atisbos de un collar de plata o bien una cadena negra, pero llevaba un suéter de cuello largo con el que era imposible notarlo.

Nosotros en la Penumbra[COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora