Capítulo 1 (Will)

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Un mes antes...

Este día, fue uno de los más ajetreados en la enfermería, a mí me encanta cuidar de mis pacientes y más que nada ayudarlos en lo que pueda, pero más de la mitad de los campistas estaban aquí. Todo sucedió por una estúpida broma... Algún día asesinaré a los Stoll, su brillante idea fue colocar un tipo de sustancia en la comida ayer, lo que ocasionó indigestión, fiebre, mareos, temblores y vómitos. Como los campistas tenían hambre, todos comieron con esmero, en especial ayer, porque habían estado entrenando muy duro, Percy fue el más afectado, se imaginarán por qué, bueno él es un glotón total, se supone que un bocado pequeño de comida con esa especie de sustancia, te haría sentir mal al cabo de ser ingerido, pero Percy, bueno antes de que notara algo raro, se había comido tres pasteles, cuatro sándwiches y se había tomado dos vasos de jugo, por lo que él está en este momento en una especie de UCI (unidad de cuidados intensivos).

Seguí mi rutina diaria viendo a cada paciente por si había alguna mejoría o problema, eso siempre resultaba un tanto agotador, pero lo bueno es que no estaba solo, mis hermanos me estaban ayudando, hablando de hermanos, mi nueva hermana Vanessa, heredó los poderes curativos de mi padre, por lo que ella me ayuda más que los otros de mi cabaña, ella tampoco es buena con el arco pero si se le da bien cantar, y más que nada, a diferencia de mi padre, se le da demasiado bien la poesía y los haikus, créanlo o no. Ella siempre está conmigo y es como todo hijo de Apolo, bien parecida, tiene solo catorce años, pero es alta, atlética, ágil y siempre anda con una sonrisa haciendo reír a los demás, mi hermana es rubia y tiene unos ojos hermosos, color caramelo y por supuesto una piel perfectamente bronceada, más de una vez he visto a chicos coqueteando con ella, hasta a Leo y eso que tiene a Calipso, y por supuesto yo, como buen hermano mayor debo andar ahuyentándolos, pero no importa creo que me he desviado del tema, a lo que iba era a que ella me ayuda en la enfermería, al igual que Lou Hellen y Cecil, pero también estaba Nico, me encantaba que estuviera ahí para mi debo admitirlo, pensé que luego de esos tres días órdenes del doctor, él se iba a ir, pero no sucedió, luego de dos meses de la guerra contra Gea, él seguía aquí conmigo, ayudándome en todo lo que podía, es muy tierno en ese sentido.

Terminé mi rutina habitual y le di las instrucciones a Vanessa y a mis amigos sobre lo que tenían que hacer, ya que yo debía ir cada día a la casa grande para dar noticias de los avances y pacientes. Órdenes de Quirón.

- ¿Vas a ir a darle el informe a Quirón? - Nico había caminado hasta a mí y me miraba divertido, él sabía que me cargaba ir cada día a informar sobre lo que sea que pasara.

- Si, ¿Por qué? ¿Quieres acompañarme? - respondí con la misma diversión.

- Por supuesto que no solecito - siempre me apodaba así, y yo siempre me ponía nervioso, pero no importa, el truco es que no se diera cuenta. Al menos intenté no sonrojarme.

- Bien, ¿Tú te quedarás?

- No, no tiene sentido, mejor vuelvo mañana...

- Está bien, adiós fantasmita.

- No me llames así, adiós.

- Bueno, adiós aliento de muerto.

Di media vuelta y fui rumbo a la casa grande, a lo lejos podía oír las réplicas y maldiciones que lanzaba Nico por los sobrenombres, no pude evitarlo, me eché a reír, para tener solo catorce años maldecía peor que marinero. Cuando iba llegando, miré a Peleo el dragón que custodia el vellocino de oro, me encanta ese dragón, a parte, lo que custodiaba me recordaba a la valentía de mis amigos en el mar de los monstruos, a ellos les debo mi vida, como todos; pero vi unas especie de siluetas, unas seis enormes un poco más allá de la frontera del campamento, me acerqué lentamente, y pude ver a una chica, no tuve tiempo para fijarme en cómo era, porque estaba muy lejos, pero habían cinco monstruos rodeándola, yo no sabía qué hacer, yo no era bueno en la lucha, pero debía ayudarla. Me di la vuelta y comencé a llamar a mis hermanos para que ayudaran a la chica antes de que fuera devorada, no tuve mucha suerte al principio, dado que la mayoría estaba en la enfermería sin siquiera poder ponerse en pie, pero luego fui a la cabaña de Hermes para que ellos ayudaran, misteriosamente ninguno de esa cabaña fue afectado por la comida, misteriosamente. Yo junto a siete hijos de Hermes y Quirón, que había escuchado mis gritos, fuimos corriendo, luego escuché pasos presurosos viniendo hasta aquí, era Vanessa mi hermana, había venido corriendo desde la enfermería por si necesitaban ayuda médica. No había monstruos, sino una chica que de verdad, de verdad daba miedo. No parecía haber sido atacada por monstruos, porque estaba intacta, con su ropa en perfecto estado. Era de estatura media(1.65), de unos quince años, muy blanca, de verdad, su piel era de un blanco pálido, que llegaba a ser casi traslucido, su cabello era corto y enmarañado, no de manera fea, sino que desordenado, como si recién se hubiera levantado, le llegaba un poco más arriba de los hombros y era negro, absolutamente negro. Llevaba una camiseta con el diseño de unas llamas que parecían muy reales, sobre ella llevaba una cazadora de cuero negra con púas en los hombros, usaba pantalones ajustados, negros y rasgados en los muslos con unas cadenas colgando y para completarlo todo, unas botas militares. Pero lo más impresionante de todo, eran sus ojos, aparte de estar rodeados por una línea gruesa de maquillaje negro y unas pequeñas ojeras que la hacían ver aún más blanca, si era posible, eran demasiado negros, tanto que parecían pozos sin fondos, esos ojos te absorbían por completo, pareciera que escudriñaran tu alma, eran profundos y de vez en cuando brillaban intensamente como el cielo estrellado, en serio, no lo estoy imaginando, ella era hermosa, de manera fantasmal pero hermosa. De repente clavó su pupila negra en la mía y se desmayó.


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