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Jamie despertó en casa de Louis, con Harry sentado junto a la cama. Él le tomó la mano y la besó con suavidad mientras las lágrimas caían por su rostro.

-Seguía tomado, estaba enojado y... Mi amor, no quise decir nada de eso.-dijo en un susurro.-Perdoname, te amo. Fui a tu casa para evitar cometer estupideces y te hice sentir mal y... Perdoname, mi amor, te lo suplico.

Jamie se hizo a un lado y él se metió en la cama, rodeándola con sus brazos. La chica volaba de fiebre, otra vez, y él sabía que era su culpa.

-¿Por qué nos condenamos solos?-preguntó ella, mirando a la nada.

-Porque somos estúpidos.-resolvió él.

-Pero no podemos separarnos ahora. ¿Por qué duelen tanto las cosas buenas?

-No lo sé, mi amor.-acarició su pelo y la puerta se abrió. Zayn la miró fijamente y luego a Harry.

-No voy a irme.-declaró.-No voy a dejar que la lastimes. No voy a irme. No voy a meterme pero no voy a dudar en seguirla si la veo como hoy.

-Zayn, salí de ese cuarto.-pidió Louis.

El moreno se marchó y Jamie volteó en brazos de su novio y él la presionó contra él con suavidad. La chica tenía demasiada fiebre y él no sabía como bajarla.

-Cada noche, después de ir al lago, iba a tu casa y me sentaba en el techo, viéndote dormir por la ventana. Sé que suena monstruoso, pero, cuando me acostaba con ellas, pensaba que eras vos, imaginaba que eran tus labios. Si lo pensas así, todas esas veces, no estuve con esas chicas, estuve con vos. Jamie, podes ir a los pueblos más cercanos y entrar a los bares, sos más famosa que Adele. Todos saben tu nombre y que me tenes enamorado hasta la médula. Sé que estoy un poco perdido, que tomé muchos caminos equivocados, pero intento remediarlo. Zayn llegó y vi una amenaza, no pude contenerme. No soportaría perderte.

-Llevame a casa.-pidió ella en un susurro.- Llevame a casa, quiero estar con Liam. Me siento muy mal. Harry, te amo, pero ahora solo quiero ir a casa. Quiero que mamá y papá vuelvan. -lo rodeó con sus extremidades y se ocultó en su pecho.- Quiero a Cory, al tío Dalton, a papi.

Harry la levantó y, sin escuchar a Louis, la sacó de la casa y comenzó a caminar hacia la casa de ella. Jamie lloraba suavemente entre sus brazos mientras él la cubría con una manta y la mantenía firme contra su pecho. La besó con suavidad y distinguió a Liam con una chica, discutiendo. Suspiró y miró a Jamie, que permanecía dormida con la cabeza en su cuello, respirando suavemente, con la fiebre aún alta. Ojalá pudiera borrar esos últimos tres días del mapa, ojalá pudieran volver a ser dos fugitivos escondidos tras su escritorio, riendo, diciendo que se amaban. Ojalá supiera como hacer que ella estuviera bien.




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