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Liam vio a Harry con su hermanita en brazos y se asustó al instante. Hanna siguió la dirección de su mirada y suspiró frustrada.

-¿Jamie?-murmuró el chico.

-Ahí vamos otra vez.-bufó la chica.-Estoy harta de que sea siempre Jamie. Ya no puedo, Liam. Esto se termina acá.

Pero Liam le restó importancia y caminó hasta Harry. Él lo observó con una mueca y luego a la chica en sus brazos. Su hermano la observó dormir unos segundos y le llevó los dedos a la frente. La sacó de los brazos de Harry y la sostuvo contra su pecho mientras miraba en todas direcciones.

-Tenemos que llevarla a tu casa.-dijo Harry.- Hay que llamar a tus papás. Hay que hacer algo, Liam.

-¿Podes contactar al médico de tu papá?-el de los rizos asintió.- Ella tiene que estar bien, nada puede pasarle a mi princesita.

-¿Liam?-murmuró ella. Entreabrió los ojos y se abrazó a él con fuerza, comenzando a llorar bajito.-Te extrañé. Te extrañé tanto.

-¿De qué hablas, Jamie? Me fui hace apenas dos horas.-dijo pero ella negó.

-Te fuiste hace meses, nunca volviste, me dejaste sola, todos se fueron y me quedé sola. Todos se fueron sin mi.-lloraba ella.

-Mi amor.-murmuró Harry, y tomó el rostro de ella entre sus manos.-Nada de eso pasó. ¿Te acordas que hablamos y me pediste que te traiga a casa?

-Eso pasó hace mucho tiempo.-lloró aún más.

-No, amor, todavía no llegamos a casa.

Jamie miró a su alrededor y comenzó a tranquilizarse. Su novio le secó las lágrimas mientras la miraba con preocupación. Ella se sentía abrumada. Todo había sido una horrible pesadilla. No habían regresado a casa, Harry no la había cambiado, Louis y Niall no se habían ido, Liam no había dejado de hablarle, sus padres no habían renunciado a ella, Zayn no estaba con alguien más. Nada era real. Sin embargo, no soltaba a su hermano, permanecía prendida a él con todas sus fuerzas y temores.

-Solo fue un sueño.-susurró él, acariciando su espalda.-Vamos a casa, tengo el auto a unas cuadras.

Sin embargo, no la bajó. Ella permanecía quieta, como una niña pequeña asustada que encontró a su padre luego de horas perdida. Liam tuvo que pedirle a Harry que manejara y, por mas que este fuera quien quería llevarla en brazos y tranquilizarla, no replicó nada.

-¿Tuviste una pesadilla?-preguntó su hermano, ella asintió, con la mirada perturbada.-Tranquila, Jamie, estás despierta ahora y nosotros estamos acá.

-¿Van a quedarse?-preguntó en un susurro tan bajo y tan roto que hizo que ambos chicos se estremecieran.

-Por supuesto que si.-aseguró Harry aunque su voz tembló suavemente.-No vamos a ir a ningún lado.

-¿Harry?-su voz sonó tan inocente y dolida que el corazón de él se encogió en su pecho y se vio obligado a detenerse.- Necesito que lo digas.

Él volteó y vio las lágrimas en sus ojos. Alargó su mano hasta posarla en su mejilla, tan suavemente, como si se tratara del pétalo de una frágil flor.

-Te amo y no voy a ir a ningún lado sin vos. Te lo prometo.

Liam sintió una punzada al verla tranquilizarse ante las palabras de él. Sentía envidia. Él podría ser su hermano, mejor amigo, osito para dormir y todo lo que ella quisiera, pero no podía tomar el lugar de Harry. Y tenía miedo, porque su hermana estaba entregándose plenamente a ese amor y él sentía el más puro terror de que volvieran a herirla. Era cierto, sin embargo, que la segunda de tres veces, él lo había provocado, pero ella había volcado toda la culpa en Zayn.

-Gracias.-la escuchó murmurar. Harry volvió a arrancar y ella se sentó en las piernas de Liam.

-¿No sentís miedo de que yo lo haga también?-preguntó él, un tanto decepcionado y dolido.
-Después de esa pesadilla, dudo que tengas el tiempo para abandonarme. Prometo ser lo suficientemente sensata como para que nunca enfurezcas o tengas la necesidad de ignorarme.-susurró, con los ojos cerrados contra su pecho.-Además prometiste nunca dejame. Creo en tu promesa.
Él la estrechó más entre sus brazos y Jamie abrió los ojos de prisa. Él sabía que sería muy difícil para ella dormir esa noche. Acarició su pelo mientras la miraba a los ojos. Su hermanita tenía miedo y él lo sabía. 

-Todo está bien.-dijo él, acariciándole las mejillas.

-No le digas a papi y a mami que me enfermé. -pidió ella.
-Solo si te recuperas rápido. -dijo tomando su rostro. -Dudo que esa fiebre baje en solo un rato.
-Fue la pesadilla. -susurró ella y él besó su frente.
-Lo sé, mi vida. Lo sé.
-Odio enfermarme.
-Y yo odio que te enfermes.
Ella se llevó las manos a la cabeza y perdió el conocimiento a la vez que su padre abría la puerta del auto.



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