Katalia lanzó el trapo mojado contra los azulejos del baño principal con mucha furia. Estaba frustrada consigo misma por no poder conseguir lo que quería, además, se encontraba sucia y apestaba más que la mugre de los caballos. Tomó una gran bocanada de aire y observó con mucha atención los azulejos azules con ornamentos negros y dorados, manchados con una capa polvorienta imposible de quitar. Dejó escapar el aliento contenido y agachó la cabeza, para mirarse el regazo. ¿Qué había hecho en la vida para merecer eso?
Nada.
Asió el trapo y volvió a su tarea.
Hacía más de veintisiete días que vivía y servía en el castillo Shadowsky. Lo único que hacía era limpiar de aquí para allá, dejando un rastro detrás de sí brilloso y nostálgico. La tristeza nunca la abandonó desde que dejó el rancho de su familia, sin embargo, se esforzaba demasiado para no demostrárselo a nadie. No quería aparentar ser una muchachita fuerte de día y que cuando caía la noche, se echaba a llorar en el primer costal de heno que se encontraba.
Mientras pasaba el tiempo, la joven razonó con cierto infantilismo que si su madre se encontrara con vida, hubiera impedido todo el asunto de la esclavitud. Era de esas mujeres que tenían pensamientos raros, muy políticos y demasiados peligrosos para la sociedad en la que se encontraba. Más de una vez se preguntó por qué se había casado con un hombre tan pésimo y de mal carácter como lo era su padre. Fregando con más fuerza la pared, supo que nunca sabría la respuesta a esa incógnita.
Desde su llegada al castillo, Magda, una mujer regordeta con rostro dulce y maternal, se empecinó en ayudarla a adaptarse a todo. Su primer día fue muy complicado, ya que la había encontrado entre los pastizales que se hallaban detrás de la propiedad, llorando muy compungida. ¿Qué podría hacer una mujer desconocida por Katalia? Un caldo caliente de gallina con verduras. Según sus propias palabras, eso curaba hasta un corazón roto. ¡Y cómo no lo haría! Parecía ser sacado del cielo de los caldos. Con el correr del tiempo, la relación entre ambas se asentó con firmeza, formando una amistad casi maternal.
Dejando de lado un poco el trapo y sentándose en el suelo, Katalia pensó que esa noche pudo sobrevivir gracias a Magda y la melodía que oyó hasta quedarse dormida en su cama de paja.
Se encontraba recostada mirando al techo pensativa y con el estómago más que lleno, cuando de pronto, una melodía triste se empezó a oír. Sintió la música fluir por su cuerpo, como si la poseyera de una manera armónica y única. Jamás en su vida había escuchado una cosa como esa y era algo que agradaba mucho a la joven. Pese a su euforia, su compañera de cama, María, había empezado a agitarse entre sueños, obligando a Katalia a despertarla para que dejara de tener pesadillas.
Sabía muy bien que el que tocaba aquel instrumento divino era el amo Shadowsky. Había oído los rumores que circulaban de boca en boca por sus compañeros de limpieza.
«Anoche se escuchó su música...»
«Dios nos bendiga y no permita que él se haga ver.»
«Hacía tiempo que no se oía el piano. Tengo miedo de que el amo salga de su escondite y nos condene a todos.»
Katalia no entendía nada. Lo único que podía deducir era que hablaban de la supuesta maldición que rondaba en la familia feudal, aquella que decía que cualquier persona que se atreviera a rozar a un Shadowsky, moriría en el instante, condenado a pasar el resto de la eternidad en el Infierno. La chica siempre creyó que solo eran patrañas que decían las malas lenguas para dañar la reputación de una estirpe. Aunque, debía admitir con débil voz que alguna que otra vez pensó que tales rumores eran reales...
—¿Ya has acabado con esa pared, Katalia? —La voz ruda de Luc, el amo de llaves del castillo y encargado de la servidumbre, la sorprendió, sobresaltándola. El trapo mojado se le cayó de las manos, terminando en el suelo y haciendo un charco a su alrededor que llegó a mojar su harapiento vestido.
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La melodía del que cayó
Paranormal«Si no te cuidas, él te tragará y atará a su alma sombría, Katalia. Debes mantenerte alejada del amo Shadowsky». Luego de ser vendida como una esclava, Katalia tiene una sola meta en su mente: escapar y ser libre. Pero para cumplir dicho propósito...