Epílogo

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Época actual...

—Este es el salón de festividades —informó la guía turística con entusiasmo—. Aquí se celebraron grandes banquetes de la alta sociedad. Sabrán que la Familia Shadowsky era bastante conocida en los actuales Países Bajos y el resto de Francia por sus aclamados festejos feudales. A pesar de encontrarse la propiedad en territorio francés, otras familias nobles viajaban desde muy lejos para asistir a sus fiestas —carraspeando, caminó hacia una de las paredes del gran salón y extendió uno de sus brazos para apuntar detalles—. Gran parte de los muebles fueron tallados en Rusia e Italia, así como el alfombrado traído desde India.

Catalina miró embelesada todo el cuarto. Las tonalidades cálidas variaban tanto que presentaban una hermosa paleta de colores otoñales y dorados. El lugar en sí era majestuoso e imponente, dando la impresión de tener que arrodillarse para no ofender a las paredes tapizadas. Cada cierta cantidad de metros, se exponían obras de artes de cada amo que vivió en el castillo desde el siglo XIX. Las apariencias casi idénticas dejaban algo extrañada a la chica.

La sensación de familiaridad era cómoda, haciéndola sentir como en casa, a pesar de encontrarse demasiado lejos de ella y siendo esa la primera vez que visitaba aquella locación fronteriza. No sabía cómo ni por qué comenzó a tener cierto interés por los distinguidos Shadowsky. Su madre la había regañado cuando se enteró de que pasaría las vacaciones de invierno en un poblado, lejos de la capital. A la chica no pudo importarle tanto, ya que el viaje lo concretó al fin y al cabo.

—Muchos serán conscientes de la leyenda que circulaba a fines del siglo XVIII sobre esta particular familia, ¿verdad? —Algunos de los turistas afirmaron con la cabeza, como si tuvieran la enciclopedia Wikipedia en sus cerebros, otros solamente negaron, confirmando su ignorancia. La mujer que daba la charla, los miró con cariño—. Explica que esta estirpe se vio asolada por una terrible maldición. Una que hacía imposible tocar a una persona para el que la portara, porque el tocado moriría e iría al Infierno por el resto de la eternidad.

Catalina inclinó la cabeza hacia un lado, sabiendo el resto de la historia.

—¿Y qué sucedió? —preguntó un hombre gordo y barbudo.

Lucille, la delgada y anciana mujer, alzó un poco las cejas, dándole a Cata una sensación de tristeza.

—La leyenda afirmaba que un día aparecería un ser capaz de revertir el maleficio, pero para que esto sucediera tendría que morir y de esa manera salvar al maldito. Y apareció, en la forma de un bello y amable ángel —la joven no creyó del todo lo que escuchó, era obvio que con los años los narradores cambiaban las historias, pero internet decía que había sido una Santa del pueblo, no un ángel—. Se menciona que hubo una lucha por el ser celestial. No se sabe bien por qué, pero este hermoso querubín decidió que el Shadowsky maldecido tenía que ser liberado, así que se sacrificó por su liberación. Entregó su vida por él, para que viviera —la señora agachó la cabeza y una pequeña lagrimita salió por un de sus ojos—. Oh, lo lamento, es que esta historia me emociona...

Catalina se acercó a la mujer y le tendió un pañuelito descartable.

—Gracias, lindura —alzó el rostro y ladeó una de las comisuras de sus labios.

—No hay de qué —Cata le dio una sonrisita tímida y volvió a su lugar.

Alzando la cabeza, la guía observó el salón de banquetes con una mirada de anhelo.

—Todavía hay cuentos sobre lo sucedido después —comentó sin dejar de admirar el lugar, como si fuera la primera vez que paseaba por allí—. Narran que luego de la pelea, el Shadowsky que sobrevivió se acercó a este ángel y le agradeció el sacrificio inmerecido, le agradeció por la vida que volvería a vivir, sin embargo, el bello ser alado no pudo escucharlo porque sucumbió a los brazos de la muerte. Luego de eso, cegado por una furia asesina, se acercó al contrincante que osó combatir contra él y lo torturó durante largo tiempo. Algunos dicen décadas, otros siglos. —La anciana volteó y vio a todos los turistas, deteniéndose más en Catalina, y dijo con una voz seria—: Nadie lo sabe con certeza, pero lo que se rumorea por el castillo es que todavía, en las noches, se pueden oír los gritos del condenado siendo castigado...

La melodía del que cayóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora