Capítulo 2- En el tercer piso

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-¡Rayos!-se lamentó Hendrix-.Ése bastardo se nos escapó.

-Ya, ya-intervino la señora del mostrador, quien se presentó como Rose- hicieron un gran trabajo, estoy impresionada. Ni siquiera lograron robar ni un rublo, aquí está la bolsa del dinero que olvidó.

Ambas mujeres parecían felices, a diferencia de ambos chicos que aún seguían con el orgullo herido.

Después de unos minutos llegó la joven Zinaida, con tres hombres de la policía detrás suyo. Los dos ladrones que no habían conseguido escapar se encontraban en una esquina atados con listones (de esos que se utilizaban para adornar sombreros [cortesía de la señora Rose]).

-Son esos dos, oficiales-decía la señorita Zinaida apuntando con el dedo a ambos hombres.

Por un momento los policías se sorprendieron al verlos atados con listones y trataron de disimular la risa que les causaba, esposaron a ambos hombres y devolvieron los listones de seda de colores pastel a la señora. Tan pronto como aparecieron se fueron por la puerta.

-Ánimo, Hendrix-.le decía Abey-tenemos que irnos y buscar dónde pasar la noche, aunque parece ser que ya está por llover...

Efectivamente, el cielo era completamente de un gris obscuro y cada cuando se escuchaban truenos y relámpagos.

-Jovencitos-decía Rose-¿Cómo podría agradecerles lo que han hecho?

-No es nada-dijo Hendrix.

-Sí, ha sido un placer-. Contribuyó Abey.-Pero ya tenemos que irnos.

-¡Esperen, esperen!- los detuvo Zinaida antes de que cruzaran la puerta.-salvaron mi vida, y lo menos que puedo hacer por ustedes es brindarles un lugar dónde dormir.

-No quisiéramos molestarla, señorita-.contestó Abey.

-No es ninguna molestia, soy la propietaria de varios pisos de renta y hay uno desocupado que podría servirles de refugio y no aceptaré un no por respuesta.

Hendrix se río y luego agregó:

-¿Oíste eso, Abey?

-Sí, claro que lo oí.

-Pffff, suena como tu madre.

-¡No involucres a mi madre en esto!

Hendrix alzó los hombros, suspiró y prosiguió:

-Bueno... no suena nada mal, ¿Qué opinas Abey?

-Por mí estaría encantado.

-Entonces, señorita, tiene usted a dos hombres dispuestos a seguirla.

Zinaida sonrió satisfactoriamente, pero antes de que se fueran, Rose interrumpió.

-Caballeros, yo también tengo algo para ustedes- Rose sacó una caja de sombreros elegantes para hombre, hechos de lana.-Pronto hará frío, así que les será muy útil. Tomen uno antes de irse.

Abey escogió un sombrero gris claro y Hendrix otro del mismo estilo sólo que de un gris tirándole a negro.

La lluvia ya no tardaría, así que el trío salió rápidamente de la tienda. La temperatura les heló la cara en cuanto salieron. Había un viento crudo y recio azotando las caras de nuestros personajes. Justamente cuando estaban a una cuadra de la casa, se soltó una estrepitosa lluvia, parecía como si el cielo se estuviera cayendo a pedazos, el viento se mezclaba con el agua haciendo más difícil avanzar y ver.

Rápidamente la señorita Zinaida sacó una llave de su saco rojo y la metió de golpe en la cerradura de la puerta de una gran casa, la cual no se apreciaba mucho por las ráfagas de viento y agua. Los tres entraron de golpe y cerraron la puerta una vez hubieron entrado. El ruido se había reducido tras la gruesa puerta de madera, y aunque aún se escuchaba el chocar de la lluvia contra las ventanas, esa disminución de ruido era muy reconfortante. Nadie dijo nada durante un minuto para apreciar el silencio y la calma que yacía dentro de la casa. Pasado el minuto, Zinaida habló:

-Bueno caballeros, su piso es el número tres. El desayuno se sirve a las siete, ¿Alguna duda?- Zinaida dejó su saco el cual se encontraba totalmente mojado sobre un perchero de madrera pulida junto a la puerta, después se estiró para alcanzar la llave con el número tres que colgaba de la parad ladeada a la puerta. Ambos jóvenes seguían sin decir nada, parecían perplejos al admirar la arquitectura de la casa. Era cierto que era una casa muy elegante y amplia. Para empezar, junto a la puerta habían otras dos puertas cerradas, una de ellas fue señalada por la señorita como el comedor, después estaba la cocina, también habían otras tres puertas cerradas que eran las entradas a las habitaciones de los empleados. Finalmente estaban las escaleras, las cuales no se apreciaban bien por la poca luz, pero se distinguía perfectamente que era una escalera tipo imperial. La llave les fue entregada, era una llave pequeña que colgaba del lado de una argolla, de la cual también colgaba un trozo de cuero con el número tres marcado.

Antes de que subieran Zinaida les sugirió no hacer ningún ruido:

-Quisiera pedirles que por favor no hagan ruido al subir las escaleras, no queremos que algún molesto huésped nos reclame algo... ¡oh! A propósito, les recomiendo se tomen un baño para evitar alguna enfermedad, yo me encargaré de que calienten el agua, y traten de verse presentables en el desayuno, la gente de aquí es algo... especial con la apariencia.

Dicho esto, la señorita desapareció por alguna de las puertas del primer piso. Abey y Hendrix aún parecían algo atónitos, de un momento a otro habían pasado de la banqueta a una enorme casa lujosa y muy elegante. Trataron de subir por la escalera lo más silencioso posible, aunque era difícil no tropezar con la punta de algún escalón o con algún dobles de la alfombra que cubría el centro de cada escalón, gracias a que su única fuente de luz era de las ventanas de alrededor de la escalera.

Cuando llegaron al tercer piso, Hendrix abrió la puerta y entraron, encendieron las luces y vieron ante ellos una magnífica sala que ocupaba todo el primer cuarto, al fondo había una puerta de cristal y barrotes que daba a una terraza, a los lados de la sala habían dos puertas de madera, cada una de ellas llevaba a una recámara y en cada recámara se incluía un baño.

Abey y Hendrix se ducharon cada quien en su baño personal y después se reunieron en la sala para conversar en voz baja.

-¿Qué opinas de este lugar?-.le preguntó Abey a Hendrix.

-Pues... es bonito, pero no podría acostumbrarme.

-Ni yo, ¿nos vamos mañana?

-Nos vamos mañana.

nNK

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