Capítulo 7-El encuentro y el final

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A los pocos minutos de haber entrado en el túnel, Hendrix habló:

-Abey, ¿aún tienes resentimiento acerca de lo ocurrido?

-No importa, déjalo ya.

-Pues ya deberías de olvidarte de eso, porque gracias a ti, se ha resulto el misterio... ahora, ayúdame con esto.

Justo enfrente de ellos se encontraba Yekaterina en el suelo, fría y temblando. Su piel se había tornado algo amarillenta, y aunque estuviese inconsciente, su rostro sólo podía expresar una cosa: horror. Seguramente estaría enferma, debido a las bajas temperaturas pero lo más importante: estaba viva.

Entre ambos la levantaron del suelo y la cargaron con delicadeza hasta la entrada del túnel.

En cuanto Zinaida, Dmitry y Pavel se percataron de que la habían encontrado se alegraron, pero fue sólo unos segundos, ahora tenían que encontrar una forma de subirla con la mayor delicadeza posible, ya que al parecer se encontraba en un estado crítico. Así se pusieron a toda marcha a construir una especie de hamaca; ésta estaba hecha de una sabana atada a ambos extremos por cuerdas. No era una camilla, pero era lo mejor que podían hacer si se trataba de improvisación. Durante ese trayecto, el pánico logró atraer a los demás curiosos del edificio: Irina había ido a buscar a Dmitry; Arsenín había sido atraído por el ruido y obviamente la señora Péshkov no podía faltar, quien al ver a su hija casi muerta sufrió, una especie de shock y simplemente se limitó a llorar en silencio por la emoción.

No tardó mucho en llegar un médico para revisar a Yekaterina. Efectivamente, ella estaba enferma y desnutrida, pero no corría peligro alguno. En cuanto despertó se le dio agua y un poco de alimento para que fuera comiendo poco a poco hasta zacear su feroz hambre. Resultaba evidente que su madre estaba furiosa, pero se hallaba tan aliviada como para no decir algo al respecto.

Unas horas más tarde, exactamente a las siete, todos se reunieron en el piso de las Péshkov, ya que querían una explicación de por qué se le había encontrado a Yekaterina en aquel túnel. Y aunque Yekaterina todavía no había recuperado el habla por completo, Hendrix y Abey estaban dispuestos a ofrecer una explicación al respecto. Ya que con los movimientos de cabeza que significaban "Sí" o "No", la señorita podría expresar si era verdad lo que decían.

-En primer lugar-decía Arsenín-¿Cómo es que lograron descifrar todo esto? ¿Y quién era ese muchacho que veía hacia la ventana?

Ante el nombramiento de el muchacho misterioso, Yekaterina dio un pequeño salto, pero, dadas las circunstancias y a sus poca energías fue más bien un pequeño saltito.

-Simple deducción.-le dijo Hendrix con una sonrisa.

-Y el muchacho fue pieza clave-contribuyó Abey, también sonriendo.

-Al principio-comenzó Hendrix a dar la explicación mientras todos los presentes escuchaban atentamente, tratando de no respirar muy fuerte por miedo a perderse una parte importante.- creímos que se trataba de una fuga, pero eso no dura mucho, la mayoría de las veces regresan. Y en cierta forma tendría sentido, ya que su vida consta de reglas y limitaciones...

En ese momento la señora Péshkov carraspeó como si esa fuera una señal para indicar que ella estaba ahí y podía oír todo lo que decían.

-Pero eso era sólo una hipótesis-prosiguió Abey- Y no duró mucho, ya que si se hubiera fugado se lo abría dicho a ese muchacho que husmeaba en la ventana, pero como nos dimos cuenta que en realidad la estaba buscando, no cabía posibilidad de que se hubiera ido por gusto.

-Ahora-mencionó Hendrix-bien recordarán que la trampilla para ir al túnel estaba atascada, eso explica el porqué la señorita se encontraba cautiva...

-Pero no entiendo-interrumpió Irina-¿Cómo es que terminó dentro del túnel?

-¿Aún no lo adivinan?-dijo Abey en general, su cara expresaba ampliamente que estaba extrañado. Miró a todos los demás, todos parecían estar confusos, intercambió miradas con Hendrix quien bufó, mostró una sonrisa y alzó las manos, Abey sonrió y prosiguió- la señorita Yekaterina salía para ver a su "amiguito".

-¿Cómo dices?-exclamó la señora Péshkov, quien miró a su hija, la cual hundía su cara contra una muñida almohada.

-Aún así-habló Zinaida, sin darle mucha importancia a la próxima discusión familiar que estaba a punto de desatarse.- ¿Cómo es que no logró salir? Es decir, según el mapa, hay una salida en el patio de atrás.

-Exactamente, buena observación señorita.-le dijo Hendrix con una sonrisa aún más grande.-Justo el día anterior a la desaparición, hubo mucha lluvia, tanta, que se escurrió hasta donde se encontraban las bisagras de la trampilla, estas se oxidaron y se atascaron.

-Lo peor-siguió Abey-es que las demás puestas que conectaban a ese túnel con los demás, ya se encontraban clausuradas, creando así, un túnel sin salida.

-Mientras daba vueltas por la casa el primer día, noté que había una maceta vacía y tirada, seguramente había sido tirada por la tormenta, pero justamente esa maceta era la que impedía al agua llegar a las bisagras.

-Y por último el joven al que seguí ha estado buscando a la señorita, ya que a la una en punto podían usar la ventana para confirmarse la visita de cada día.

-Ahora-habló Hendrix para finalizar-¿Existe algún error, señorita Yekaterina?

Esta última movió la cabeza hacia los lados para indicar que todo, absolutamente todo, había sido correcto. Obviamente que su cara estaba roja y sus manos pálidas por los nervios que sentía, casi le cuesta la vida estar ahí abajo y su madre no dejaba de matarla con la mirada desde una silla al lado de la cama.

-Bueno-dijo Abey con aire de triunfo-caso resuelto.

Pocas horas después apareció el novio de Yekaterina, se presentó cordialmente y ofreció disculpas por haber provocado que Abey corriera tanto detrás de él. Aunque la madre de la señorita le atemorizaba con sólo verla, no flaqueó y continuó hablando. Lo bueno de que este romance se volviera público, fue que todos y cada uno de los habitantes de la casa, apoyaron la idea de que continuaran viéndose, excepto que esta vez no sería en privado, y nadie tendría que atravesar ese lúgubre túnel otra vez, por ahora.

Más tarde, cuando faltaban diez minutos para las siete, Abey y Hendrix bajaron las escaleras junto con su equipaje y se dirigieron a la salida de la casa. Ambos parecían campantes y esperaban que por una vez nadie les detuviera.

-Esperen-les gritó Zinaida desde el primer peldaño de las escaleras-aún no se han despedido.

Se podría notar a leguas que nadie quería que se fueran, de hecho, todos gozaban de su compañía, y no hubo a quien no le resultara dificultoso despedirse.

-Tenemos un lugar esperándonos-les dijo Hendrix ante la idea que propusieron varios de quedarse a vivir ahí.-en San Petersburgo.

-El tren parte a las siete y media-le dijo Abey a Hendrix-tenemos que irnos ya.

Zinaida llamó a un coche para llevarlos a ambos hasta la estación de tren para que pudieran llegar a tiempo, aunque claro, grande fue su sorpresa al toparse con Zinaida dentro del coche, esperándolos con mirada chispeante.

-¿Qué esperan?-les decía la señorita al ver las dos caras de sorpresa-¿quieren llegar a tiempo o no?

Sin más opción subieron al carruaje. En el camino Abey y Hendrix miraron por la ventanilla silenciosos, mientras que Zinaida contemplaba a ambos, pensando quizá, en si volvería a verlos algún día.

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GotovyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora