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—¿Y quién es el admirador o admiradora? —pregunta y siento algo de recelo en su voz—.

—¿Por qué debería decírtelo? —inquiero con una sonrisa burlona—.

—Oh, vamos —suspira frustrado levantando los brazos un poco y dejándolos caer sobre la mesa de nuevo—. He de decir que yo he servido de ayuda, en el pedido seguía figurando que había que entregarte rosas.

—Me lo imaginaba —admito—, o mejor dicho, lo sabía.

—¿Lo sabías? Veo que eres astuta.

—No me sería muy difícil saberlo —presumo clavando mi mirada en la suya, intentando no perderme contemplando como verde y miel se mezclan en sus ojos, bordeados por una fina línea más oscura que no los deja escapar, formando unos iris, para mí, perfectos—.

roses [a.i.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora