Capítulo 4

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Me sobresalto y me siento empapada. La luz de la luna entra por la ventana. Mis ojos se acostumbran a la poca luz que hay en la habitación y me muestran la habitación de invitados de la casa de Carlos Evans. Mi habitación temporal. Me levanto con cuidado y a tientas me dirijo al baño. Me miro al espejo y efectivamente estoy bañada en sudor.

Cojo la toalla y me lavo la cara y el cuello para despegarme de la capa de sudor que me cubre, me seco y decido bajar a la cocina a por un vaso de agua fría.

Bajo las escaleras tratando de no hacer ruido y busco el refrigerador en la cocina. Lo abro y cojo una botella de agua. Busco en los cajones los vasos y cuando los encuentro cojo uno. El vaso se me cae al suelo cuando me sobresalto al ver una mano al lado de la mía. Casi suelto un grito cuando alguien me tapa la boca. Sin darme cuenta empiezo a llorar.

-Cálmate -me susurra Eric en la oreja y me destapa la boca -no llores.

Me coge en brazos y me sienta encima de la encimera, me dice que no me mueva, enciende la luz y coge la escoba y empieza a barrer los cristales rotos. Yo me seco las lágrimas. Él guarda la escoba y tira los cristales a la  basura. Se me queda mirando.

- ¿Tan feo soy que te hago llorar? -me pregunta con una sonrisa juguetona.

-Me he asustado solo eso.-digo limpiándome las ultimas lágrimas.

-Has tenido una pesadilla -no era una pregunta.

Asiento con la cabeza, sigo sin atreverme a mirarlo.

-¿Quieres contarme lo que tanto te asusta? -Me pregunta levantándome la cara por el mentón.

-Yo... -mi voz suena demasiado ronca.

-¿Es cierto que el tal Rayan te violó? -pregunta sin rodeos.

-Vas directo al grano -digo en un susurro- sí, él era mi amigo y un día me dijo que le gustaba. Yo le contesté que solo lo veía como a un amigo, él me dijo que no pasaba nada. Con el paso del tiempo se volvió distante, a veces gritaba sin razón, se empezó a pelear con sus amigos. Yo empecé a asustarme y dejé de hablar con él. Un día en el instituto se acercó y me empezó a gritar, a decirme que era una puta y una zorra. Me alejé de él. Ese día me vino a visitar a casa me pidió que le abriera la puerta que se arrepentía de haberme insultado. Me dijo que estaba teniendo una mala racha y que por eso siempre estaba de mal humor. Le abrí la puerta -digo es ultima frase con la voz rota -y se me echó encima, me tapó la boca y cerró la puerta. Me pegó, me dio varios puñetazos, me tumbó y me pateó las costillas. Grité con la esperanza de que me oyese algún vecino, pero no hubo suerte. Me cogió por el brazo y me estampó en la pared. Él llevaba una navaja y me rompió con ella la ropa, toda la que llevaba en ese momento. Me dijo que si no me callaba que me clavaría la navaja en el estomago. Tubo la decencia de ponerse un preservativo, pero no la de al menos hacerlo con cuidado, él sabía que era virgen -me callo, las lágrimas empiezan a desbordar la comisura de mis ojos de nuevo - cuando todo acabó, se quitó el preservativo y me lo tiró a la cara. Me cogió por el pelo y quería obligarme a...

-Basta, Edythe, no hace falta que sigas, me imagino que quería que se la chupases -dice el secándome las lágrimas.

-No lo hice, grité y me volvió a pegar. Dijo que me daba una oportunidad más para hacer lo que él quería o me apuñalaría. Me negué a hacerlo y tuve suerte de que entró la policía. Aunque llegó demasiado tarde. -mi voz se apaga a medida que susurro la última frase.

-Edythe, mírame, -me levanta la cara - no eres ni una puta, ni una zorra. Él era un desgraciado que no supo valorarte ni aceptar una negativa. No te mereces nada de lo que te hizo ni de lo que te dijo. Y mucho menos que yo ayer te dijese lo que te dije.

-Tenías tus motivos -le contesto secamente.

-No cuando una de las razones por la que tu madre decidió casarse con mi padre fue para conseguir un buen abogado para el juicio. Me lo explicó cuando mi padre fue a buscarte.

-No creo que lo dijese de verdad. Ella se pulió el seguro de vida de mi padre  en operaciones para embellecerse. Tal vez tenía remordimientos por haberme obligado a buscar un trabajo. No lo sé. -digo encogiéndome de hombros.

Él se da media vuelta,llena un vaso con agua y me lo da.

-Bebe -me ordena-, te hará sentir mejor.

Cuando le doy el vaso y él se bebe su vaso de agua me coge en brazos y me lleva a la habitación. Me mete en la cama, me pide que no me mueva y se va. Regresa al minuto de haberse marchado y se mete en la cama conmigo tras cerrar la luz del cuarto. 

-¿Qué haces? -pregunto mirándomelo.

-Meterme en la cama para dormir, ¿Qué voy a estar haciendo sino? -pregunta riéndose en la oscuridad.

-¡Estas en mi cama! -le espeto con los ojos como platos.

-Corrección: estás tú en mi cama.

-¿Porqué me has traído aquí?

- Porque me acabas de relatar el motivo de tus pesadillas. Te has puesto a llorar al darte un simple susto y tienes el pelo húmedo. Diría que te has levantado asustada y sudando y has ido a por agua para calmarte un poco. -me dice él medio tumbado -no quiero que te vuelva a pasar.

-Me lleva pasando durante meses -digo en un susurro.

- A veces contarle tus miedos a alguien y desahogarte ayuda a poder conciliar el sueño.

-¿De verdad? 

- Mi madre me llevaba al colegio en coche. Cuando tenía diecisiete años, el día de mi santo le pedí que me llevase a comer fuera. Tuvimos un accidente de tráfico y ella murió. Durante meses me pasó lo mismo que te pasa a ti, no podía cerrarlos ojos sin pensar que ella estaba muerta por mi culpa. Mi padre estaba afectado, pero me escuchó cuando se lo expliqué. Eso me ayudó a comprender que no fue mi culpa, sino un capricho del destino. -me dice él.

- Lo siento.

- No lo sientas tanto y ponte a dormir. No fue tu culpa. -dice poniendo su brazo bajo mi cabeza.

- ¿Cuantos años tienes? -pregunto curiosa.

-Veinticuatro. Y ahora duermete -dice acercándome a su pecho, abrazándome.




La oscuridad que hay en míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora