Capítulo 5.

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¡¿A caso puede haber seres tan inútiles?! ¡¿Qué tengo que estar cuidando de ella todo el maldito tiempo?!

Pero ¿porqué me sorprendía? Si esos dos son peor que ineptos.

Dejé a esa demonéza en cuanto percibí el olor de su sangre fresca ¡otra maldita vez! No es algo que realmente esté lamentando, lo que fuera que estuviera pasando conmigo, no me habría permitido tocar a esa... Fruncí el ceño al no saber como continuar mi pensamiento.

Sin pensarlo al instante me dirigí a donde había cometido el error de dejarla, sorprendiéndome de mis deseos por saber su bienestar.

"Te advertí que no la dejáramos. Pero ¿alguna vez me haces caso? No."

"CALLA AHORA"

Volví a la copa del árbol del que nunca debí de haberme movido, debatiéndome con mi bestia si debía entrar y sacarla de ahí o mantenerme en donde me encontraba y matar al primero que saliera de esa sucia choza.

No me precipitaría, no de nuevo, así que me mantuve en donde estaba pero mi ansiedad se acumuló solo por escuchar su respiración acelerada y todo empeoró con el simple hecho de escuchar a ese lobo.

—Maldito...—soltó entre dientes—la lastimaste.

¡¿Quién?! ¡¿Quién lo hizo?! Solo miraba atentamente deseando que esa choza desapareciera por arte de magia o algo parecido.

—¿Qué? No... yo... no...—ese maldito... por fin había sacado las uñas...

¿Qué diablos me estaba pasando? ¿Qué más me daba que le hiciera daño ese a ella...

Apreté mis puños de rabia...

"Creí que habías dicho que era tan cobarde que no la lastimaría..." me reprochó mi bestia.

No... dudo que se atreviera....

Yo debería de estar de camino al norte en busca de una de las gemas del infierno para llevarla a mi madre, no debería de estar perdiendo el tiempo aquí.

Jamás había tenido mi cabeza tan confundida. Por un lado deseaba irme, pero por el otro mi instinto me hacía mantenerme en este lugar...

—Son las Garras de Acero de Inuyasha sin duda alguna.

Grr...

Aun sin expresión me dispuse a lanzarme para entrar al lugar y matarlo con mis garras...

—Inuyasha estaba con nosotros...—por mi rabia, no pude comprender por completo lo que balbuceaba el híbrido.

—...¡Yo sería incapaz de atacarla...

—¿Quién te hizo eso? —ahora tenía que sumarle la melosa voz del lobo...

—Es que, no puede ser, yo... solo fue una pesadilla....

Ella comenzó a contar que entre sueños, el Hanyou la había atacado por ordenes del cadáver ambulante. Eso me sonaba totalmente obvio después de su trago amargo de su noche anterior...

Pero algo no estaba bien, el hecho de que lo que pasara en ese sueño realmente la hubiera dañado no tenía lógica, ni mucho menos coherencia. Alguien debía de estar ahí en el momento indicado solo para herirla... pero no había ni un olor intruso.

Yako solo se relajo en cuanto el olor a sangre disminuyó pronunciando otro olor amargo y nauseabundo que desconocí.

—Yo jamás la atacaría y Kikyo sería in capaz de ordenarme algo así....

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