Capitulo 27

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*POV Camila*

Estábamos en el estacionamiento del aeropuerto internacional de Miami. Cameron estaba en los brazos de mi padre y Jacob, junto con Austin, Clara y Taylor estaban sentados en la banca de enfrente de Lauren y de mí, observándonos. Mordí mis labios y desvié la mirada tratando de huir de este sentimiento tan acusador de abandono que yo les estaba provocando.

-¿Por qué siento que te estoy abandonando? –pregunté preocupada.
- No lo haces, bueno prácticamente es lo que estás haciendo pero no quiero hablar de eso –respondió Lauren y ambas miramos hacia el suelo.
- ¿Qué se supone que haga ahora? –pregunté- ¿Que llore y te diga que no me dejes ir?
- Si estuvieras completamente enamorada de mí; como antes lo estabas, sí, eso es lo que deberías de hacer exactamente –respondió y yo mordí mis labios nerviosa-. Pero como no lo estás y soy una simple chica para ti... solo debes irte.
- ¿Me llamarás? –pregunté arqueando una ceja- ¿Irás a buscarme?
- No tienes tanta suerte –respondió Lauren y me robó un beso- tal vez lo haga, quién sabe.
- Si me amaras lo harías –respondí y ella rió.
- ¿Qué te hace pensar que lo hago? –preguntó y yo fruncí los labios algo incómoda.
- Porque me lo has estado repitiendo estos últimos días –dije, claramente estaba enojada. Me había sentido algo ofendida.
- ¿Quieres que te lo repita?
- No –respondí alejándome de ella, tomé mi mochila y el número de nuestro vuelo fue anunciado y papá se puso de pie. Caminé hacia Austin y lo abracé fuertemente, hundiendo mi rostro en su pecho.
-¿Qué pasó? –preguntó- De repente tu cara se tornó fría.
- Estoy enojada, es una estupida –susurré.
- Pero tú...
- NO me digas que yo la amo, porque no es así –respondí y Austin rió asintiendo.
- Cuídate mucho –susurró en mi oído- prometo ir a visitarte alguna vez. No te confíes de los muchachos. Los Canadienses son...
- ¿Tú que sabes?
- Nada, pero quería darte risa antes de que te fueras –respondió él y me abrazó de nuevo. Luego fui con Taylor y la abracé.
- ¡Yo sí te voy a extrañar mucho, no sé qué voy a hacer sin ti! –exclamó con lágrimas en los ojos.
- Lo siento –susurré.
- Eras mi hermanita –hizo un puchero- me gustaba darte mi ropa y cuidarte.
- Lo puedes hacer todavía –susurré- de lejos.
- Te regañaré mucho por internet –mencionó ella frunciendo el ceño. Reí y la apreté a mí. Luego de eso me acerqué a Clara y ella solo medio me sonrió, me dijo que me portara bien y que me cuidara mucho, que era bienvenida en su casa cuando quisiera.

Jacob, bueno Jacob no dijo nada. Solo me abrazó y besó mi mejilla. Cerré los ojos, hacía tanto que deseaba un buen abrazo de él, de esos que me habían enamorado hacía mucho tiempo. De esos que me hicieron convencerme del poder estar con él.
-Sabes que te amo como a nadie, ¿cierto? –susurró y yo reí.
- Lo imagino –respondí y robé un beso de sus labios, él se quedó bastante sorprendido y yo limpié sus labios con mis dedos- También te amo Jacob, por algo estuve contigo.

Me despedí de él y sentí cómo una mano atrapaba mi codo y me hacía hacia un lado. Era Lauren y no estaba de un excelente humor. Desvié la mirada hacia la puerta donde deberíamos abordar.
-Tengo que irme –susurré.
- ¡Sé que tienes que irte! ¿Qué rayos fue eso? –preguntó y yo la miré enojada.
-¿Qué?
- Eso del "te amo también" a Jacob –gruñó y yo me encogí de hombros, era lo que sentía, de momento era a él a quien yo recordaba y a quien yo extrañaba no a Lauren.
- Es la verdad –respondí y mi padre me llamaba- tengo que irme ya.
- Si te vas, te juro Camila... que yo no te voy a estar esperando. Te amo, pero no me parece justo –dijo bastante convencida. Me acerqué a ella y le toqué la mejilla con dulzura.
- Tengo muchas ganas de darte una gran cachetada –respondí- porque eres una maldita estupida. ¿Qué pretendes hacer conmigo? –pregunté y ella enojada me tomó entre sus brazos y me plantó un beso fiero, realmente violento. Me alejé de ella y le di una cachetada.
- Gracias por darme el motivo para pegarte –gruñí- ¡No me esperes, nadie dijo que iba a volver!

Tomé mis cosas me despedí de todos con una media sonrisa y cuando Lauren me miró. La mirada fría y despiadada que tenía sobre mí era tan terriblemente dolorosa, que se me salieron las lágrimas de mis ojos. No entendía muy bien por qué lloraba, esperaba algo de compasión de su parte, algo que le dijera: "Hey, olvidó una parte muy importante de su vida en la que tú estás", pero parecía que a ella no le importaba nada de eso. ¿Qué rayos había pasado con la noche que pasamos en el prado bajo las estrellas? No sé.


En el avión estaba al lado de mi padre. Cameron dormía plácidamente a mi lado en su asiento acompañada de la muñeca que le había regalado Jacob. Alejandro me observaba como teniendo ganas de hablarme y yo trataba de no pensar en Lauren.
-Hija –susurró y tomó mi mano- ¿Estás segura que quieres hacer esto? –preguntó y yo rodeé los ojos.
- No me vengas ahora con esto de que pude haberme quedado, por favor... estoy bien –respondí apartando su mano y él levantó una ceja.
- No lo estás y lo sabes –respondió- ¿qué es lo que te duele más; salirte del lugar en el que toda tu vida has estado o haber dejado aquí a Lauren?
- Ninguna de las dos opciones –respondí y él se acomodó de tal forma en la que pudiera ponerme más atención. Con su mirada me incitaba a continuar, pero honestamente no sabía si debía hacerlo. No quería abrirme a nuevas sensaciones.
- ¿Quieres hablar de eso? –negué-. Ni modo soy tu padre y debes contarme este tipo de cosas.
- No, se supone que se las cuente a mi mamá –respondí con media sonrisa.
- Imagina que soy tu madre –respondió y yo me le quedé mirando fijamente, él sonreía y yo apreté los labios-. Eres una inútil, deberías de trabajar y ganarte la vida en lugar de estarte apareando con cuanto tipo encuentres –gruñó y yo reí.
- De acuerdo allí sí te pareces a mamá –sonrió y yo reí-. ¿Qué querías saber?
- ¿Qué es lo que te pasa? –preguntó notablemente preocupado.
- Solo estoy algo incómoda con la situación de Lauren. Todos estos días estuve dudando entre lo que podía sentir por ella o no.
- ¿Te gusta? Por que es una chica y tu....
- Sí –respondí desviando la mirada.
- ¿Qué tanto?
- No lo sé –respondí-. Pero lo suficiente como para dudar en venir a Canadá. Estoy enojada con ella papá.
- ¿Por qué? –preguntó algo interesado- En tres meses cumples años Camila, ella es mayor que tú y no puedo creer que una abuela te esté revolviendo la cabeza.
- Ni yo tengo idea de cómo lo hace –respondí- y no es una abuela. Me dice que me ama, me dice que no quiere que me vaya pero de alguna u otra forma me hace dudar y cuando yo necesito que me de un motivo, tan solo uno de verdad para quedarme, ella me hace enfadarme y...
- Te obliga a odiarla –completó mi padre. Lo miré y su sonrisa, junto con esas arruguitas al lado de sus ojos, esas que te dicen: "Soy sabio, he vivido más que tú y tengo experiencia en esto", me decían que estaba en lo cierto-. Estás enamorada hija.
- No quiero estarlo –respondí abriendo la ventanilla y mirando a través de ella-. Yo estaré en otro pais, ella tiene mucho por delante. Además tengo una hija que me necesita. No pienso tener novia ni pienso estar pensando en alguien, cuando yo soy la que tengo que estar arreglando mi vida ahora.
- Arregla todos los asuntos que tienes pendientes contigo misma, antes de dar un paso como lo es estar con una mujer, o en este caso Lauren –dijo mi padre y yo le miré.
- ¿De verdad crees que me espere? –pregunté y él se encogió de hombros.
- A estas alturas ya nadie sabe –susurró y besó mi frente-. Duérmete, va a ser un largo vuelo.


Llegamos a Canadá y la realidad es que este era un lugar realmente hermoso. Montreal, un lugar realmente épico para vivir. Todo era hermoso por donde veía, los lagos, las casas, las calles. Vivía en un museo. Veía a mi alrededor y mi papá tenía el mismo acento que ellos mientras que el mío era un acento latino americano bastante raro.

Cuando llegamos a casa noté que yo no viviría modestamente como en California, esta casa en realidad parecía una mansión. Observé a mi padre y él sonrió.
-¿Qué?
- No eres tratante de blancas, ¿cierto? –pregunté y él rió-. No me vas a matar en cuanto lleguemos adentro.
- No hija, jamás lo haría –respondió- además tenemos demasiada gente trabajando allí como para tomarme esas libertades.
Sonreí y tomé a Cameron en mis brazos, tenía los ojos inmensamente miel. Preciosos y profundos. Besé sus mejillas y le empecé a hacer cariños mientras entrábamos.
- Bienvenida a la mansión Cabello –dijo mi padre extendiendo los brazos, mostrando la casa en la que ahora viviríamos.
- ¿Sabes que yo puedo vivir en una caja bajo un puente, cierto?
- Claro y con una maseta dibujada –respondió haciéndome reír-. Más que nada, es por el oxígeno... tú sabes.
- Yo sé –respondí y entré a la mansión Cabello.

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Yellow Shirt (Camren adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora