Seven

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En una fría y húmeda tarde
en una habitación llena de vacío.
Cerca de una vía libre
confieso que estaba perdido en las páginas
de un libro lleno de muerte.

En tu casa quiero estar
habitación por habitación
pacientemente
Esperaré por ti ahí
como una piedra
Esperaré por ti ahí
solo...

Se sentó en la cama. Espejo en mano y un estúpido antifaz en la otra. Era una suerte que ese día decidieran llevar esas cosas en el rostro o estaría en un grave problema... quizás utilizando maquillaje.

Se quedó quieto por un instante, recordando. Era difícil olvidar lo que había sucedido hacia dos días después de volver a Le Rouge.

"¿Sabes algo, Ciel?" La mano me está picando por darte de bofetadas." Le dijo Brian al momento de verlo. "Esta vez si nos vamos a asegurar que no te vuelvas a escapar. ¿Me escuchaste?" El hombre tomo al ojiazul por un brazo y le lanzo al suelo. Dos de los guardias del lugar le sujetaron y Brian, su cabello canoso y sus manos fuertes, aprovecharon para darle un puñetazo en el ojo y tantas bofetadas que la cara le ardía.

"Acuéstenlo en el suelo." Ordenó. Sus ayudantes obedecieron de inmediato. "Pero lo quiero desnudo. Quiero apreciar como marco ese cuerpecito."

"Los clientes podrían quejarse." Dijo uno de los guardias, mientras el otro le ponía de pie, arrancando su ropa sin ningún cuidado. Ciel le miro con odio y cruzo los brazos. "Para lo que me importa." Respondió Brian.

"¿Vas a quedarte callado?" Pregunto el que lo desvestía riendo con sorna. "¿No sabes lo que Brian va a hacerte?"

El ojiazul no respondió. Solo se les quedo viendo y profirió un leve gemido cuando fue empujado en sus rodillas y luego boca abajo sobre el suelo. Se quedó mirando a los pies de Brian. Sus zapatos estaban polvosos... Tenía que distraer la mente... "¡Ah!" Gimió al primer golpe. El hombre se había quitado el cinturón y estaba golpeandolo con la hebilla de este. "¡Ah!" Tenía que pensar en otra cosa. "Sebastián..." Murmuró en voz muy baja. Sin importar lo mal que le había tratado el moreno no podía dejar de pensar en él. Mentalmente se preguntaba quién tendría que ser para que el mayor no se hubiera burlado de él, para que en el momento en que escapó con él no huyese sino que le fuera a encerrar a ese terrible lugar.

La espalda le ardía cuando se puso de pie. Los hombres se alejaron riendo y él se quedó levantando la ropa del suelo. - Ciel... ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil contigo?

Ciel jamás le respondía pero no pudo contener las palabras ni un minuto más. Se giró y le dio una sonrisa ladeada. El ojo le punzaba y la espalda le dolía pero ya nada le importaba. - Porque contrario a ti, yo no voy a conformarme nunca con vivir en un mundo lleno de porquería.

-Quizás esta sea una de porquería como dices pero, ahora tú eres parte de ella, Ciel. - Se acercó al menor y sujetó su rostro con una mano, hundiendo sus uñas en las mejillas del ojiazul. - ¿O es qué acaso crees que tus padres vendrán desde el otro mundo para ayudarte?

-Voy a salir de acá... Eso puedo jurártelo. - Masculló. Los golpes parecían haberle recordado que debía mantener la dignidad y no llorar por cada cosa que le sucedía. Se zafó del agarre de la pelirroja y se marchó a su habitación.

Sin embargo, ahora que recordaba eso se daba cuenta también que ya dos días habian pasado y el continuaba igual. Hoy estaba dispuesto a mejorar un poco las cosas para él.

Existía una manera de mejorar en Le Rouge. Ser uno de ellos.

.

.

.

Las horas pasaron y Ciel se preparó para esa noche. Sebastián por su parte, decidió que no se quedaría una noche mas lamentándose, que en esta ocasión tampoco mentiría... al menos no en la proporción acostumbrada.

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