Fourteen

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SETENTA Y DOS HORAS ANTES

(Ciel)

Decían algunos "hay días en los que deberías quedarte en la cama." Quizás aquel habría sido un final distinto para Sebastián de haberse quedado esa mañana en la cama cuando Ciel se lo pidió.

El moreno se rehusó, alegando que tenía muchas cosas que hacer. Le dijo que llevaba tres días sin visitar su clínica y que era hora de tener un poco de trabajo, pues Claude les había prestado el lugar pero que deberían comprar algo de comida real y dejar la comida chatarra.

Ciel suspiró. Entendía el punto de Sebastián y por eso le dejó levantarse. El moreno fue deprisa al baño, se duchó y se vistió. No se tomó el tiempo de terminar la taza de café que Ciel le llevó a la habitación y después de eso se marchó.

El ojiazul se quedó en la cama un rato más. No sabía cuanto. Podría haber sido una hora, quizás dos. En algún momento tomó la taza de Sebastián y bebió lo que quedaba de café. No era su bebida favorita pero, cuando pensaba en él bebiéndola las cosas cambiaban. Estaba perdidamente enamorado de Sebastián. Y por un momento se sintió estar metido en un verdadero predicamento. ¿Qué sería de él si el moreno llegaba a casarse verdaderamente? ¿Y si se marchaba y no volvía a verlo?

Se levantó mecánicamente considerando todo eso en su cabeza y se metió en la ducha. Frotando su cuerpo con el jabón se dio cuenta que había una verdad que no había querido considerar. No porque no la supiera sino porque se rehusaba a ella. Si Sebastián le abandonaba tendría que regresar a Le Rouge, más roto que antes, más vacío que antes, porque sabía que esta vez tendría escapatoria quizás al cumplir la mayoría de edad.

No... Eso no podía sucederle...

Salió de la ducha, se perfumó y se vistió con una camiseta, unos jeans y unos zapatos deportivos. Nada formal porque pensaba quedarse el resto del día ahí. En varias ocasiones, el moreno le había dicho que eso tendría que acabarse. Debía estudiar nuevamente, como sus padres lo habían querido y él confiaba que podrían conseguir algún plazo para completar los cursos que le hicieran falta de ese tiempo en el que no había asistido a la escuela. Sin embargo, por el momento, a Ciel lo único que le importaba era estar con él.

Y estaba a punto de irse a la cocina para preparar algo de comer cuando escuchó el motor de un vehículo detenerse frente a la casa. ¿Sería Sebastián? Se puso de pie y caminó hasta la ventana y sonriendo, se encontró con el moreno bajando de la motocicleta con una bolsa de plástico que parecía estar a punto de reventarse en una mano y una bolsa de papel con el logotipo de McDonalds. El ojiazul se precipitó a la puerta.

En aquel momento, Ciel no se puso a pensar que no era posible confundir el rugido de un motor de vehículo con el de una motocicleta. No era algo que pareciera importante.

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(Sebastián)

Llegó a la clínica y saludó a Lydia tal y como hacía cada día. La chica, animada de volver a verle le comentó que tenía pacientes que habían dicho querer ser citados el día que él volviera. Sebastián estuvo de acuerdo y la chica procedió a llamarlos.

Sebastián entró en su despacho y buscó una de sus batas blancas. Siempre prefería que sus pacientes le encontraran así porque él no creía que un verdadero médico debiera estar de otra forma.

Su primer paciente en el día fue Anthony, un chico al que llevaba su madre con la esperanza que volviese a hablar. Ya había intentado llevar una terapia completa con un psiquiatra pero, no habían mejoras algunas. Sin embargo, con el moreno el chico ya había aprendido a decir sí y no. Con solo esas dos palabras, el moreno había llegado a saber que su motivo para no hablar era que un tío suyo había asesinado a la criada de la casa por algún motivo. Sebastián había deseado ahondar más en el asunto muchas veces pero, el chico irremediablemente comenzaba a sollozar y no era capaz de explicarse.

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