Capítulo VII

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Me fui a mi habitación y me tumbé en la cama mirando el techo. Tenía pegadas algunas estrellas que brillaban en la oscuridad porque me gustaba la sensación de sentirme un poco al aire libre.

De repente noté una suave brisa en mi mejilla izquierda, el lado donde se encontraba la ventana, y vi una cara conocida encima mio. Me levanté de un salto.

-¿Qué haces tú aquí? ¿Cómo has entrado?

-Ribidum a su servicio. Ribi para los amigos-hizo una reverencia tan exagerada que casi tocó con la nariz en el suelo-Te dije que tendríamos que hablar después de que Leonard estuviese aquí. Por cierto, es muy fácil entrar en tu casa para alguien como yo. He entrado en lugares mucho más complicados.

-¿Para alguien como tú? ¿Qué eres atracador de casas?-con cada palabra que pronunciaba fui dando un pequeño paso hacia atrás.

Él no pareció darse cuenta. Se acercó a una de las paredes de mi habitación, se colocó junto a mi cómoda y se quedó mirando un osito de peluche con un lazo rojo al cuello que me habían regalado de pequeña. Era el único juguete que tenía de aquella época, puesto que era todo lo que me había dejado llevar tía Margo a su casa. Siempre decía que los juguetes no eran para gente refinada como ella o su familia. Lo cogió por una de sus patitas y le dio un fuerte abrazo.

-Me encantan las cosas que llevan impresas la infancia de mis clientes-dijo mientras se giraba hacia mí-pero no tienes muchas por aquí...-hizo una pequeña pausa teatral como si quisiese que yo dijera algo-¿A qué esperas? ¿No me invitas a pasar a algún lugar más cómodo donde poder hablar tranquilamente?

-Claro, claro... Al fondo del pasillo. Ahora voy yo.

Pensé parar en la cocina para coger una pequeña navaja que guardaba allí por si tenía algún problema con Ribidum mientras su visita, pero rechacé esa idea. Aunque era un loco de remate dudaba que fuese peligroso. Fui al salón y le vi sentado en uno de los lados de mi gran sofá. Se había quitado su americana que se encontraba colgada de un perchero en una esquina de la sala.

-¿Qué te ha contado Leonard?

-Nada especial. Él también ha visto que tenía bastante parecido con Billy.

-¿Es lo único que has descubierto? Pues que cosa, eso ya lo sabíamos. Sigues siendo una niñita idiota. Tendrás que volver a encontrarte con él.

Se levantó para sacar su libreta del diminuto bolsillo de su americana y volvió a hojear entre sus innumerables páginas.

-Según esto ha quedado con Owen esta tarde. Podrías encontrarte con él mientras va hacia el castillo, allí han quedado. Pasará por delante de The Last Drop dentro de unos veinte minutos. Allí estarás tú. No puedes ir con esas pintas, deberías vestirte bien guapa, un vestidito o por el estilo. Venga ponte algo mejor y vuelve aquí para que te vea. 

Puede que penséis que fui a mi habitación a cambiarme porque confiaba en Ribi, pero en realidad no era eso, simplemente tenía una mínima esperanza de poder volver a ver a Leo. Quería estar con él por alguna razón que se escapaba de mis conocimientos.

Volví al salón con un vestido azul algo escotado que se ajustaba en la cintura y que poseía una falda de vuelos. Me puse unas medias transparentes y unos tacones negros. Finalmente cogí una chaqueta vaquera para no pasar frío.

-Mucho mejor. ¡Corre! ¡Corre! Tienes cinco minutos para llegar.

Pestañeé una vez y mi extravagante compañero ya no estaba allí, su chaqueta tampoco se encontraba en el perchero.

...

Cinco minutos después estaba sentada en un banco frente al famoso pub escocés. De repente noté alguien que se encontraba a mis espaldas me tapó los ojos con sus manos. Sonreí inmediatamente al notar el tacto suave que tenían.

-¿Quién soy?-preguntó intentando cambiar algo su voz, pero no lo consiguió porque le reconocí.

-¿Leonard?-contesté ampliando mi sonrisa.

-Has acertado-dio la vuelta al banco y se colocó en frente mio-¡Pero qué guapa vas hoy vestida! ¿Esperas a alguien especial?-me preguntó mientras me guiñaba un ojo.

-Realmente no.

-Pues ese conjunto no puede ser desperdiciado. He quedado con Owen en el castillo, me han dado la tarde libre y Mel trabaja, así que vamos a dar una vuelta. ¿Te vienes?

Hice como que dudaba un segundo, aunque tenía unas ganas increíbles de gritar un sí.

-Bueno, supongo que no estará mal.

Me levanté llena de alegría y andamos hacia el castillo. 

-Últimamente nos encontramos mucho ¿no?



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