Abrí los ojos luego de cerrar la llave de agua de mi ducha. No soportaba que aquella consistencia, por más pura que fuera, interfiriera en mi vista, y aunque tampoco me gustaba la idea de quedarme ciega voluntariamente por los cinco minutos que pasaba bañándome, la prefería antes de abrir los ojos para dejar que el agua, enjabonada o no, me enrojeciera los ojos causándome jaquecas. Porque, después de todo, ¿qué iba a pasarme durante esos cinco minutos en los que bajaba la guardia? El mayor daño que podría haberme ocurrido se mantuvo presente en mi mente mientras aquel tiempo transcurría. La muerte era, obviamente. Tropezar con algún objeto resbaladizo del cual no tenía idea de que se encontraba ahí. Pero eso no fue lo que pasó al fin y al cabo. Durante esos cinco minutos sin disponer del don de la vista no me ocurrió nada malo en absoluto, por lo que me permití tranquilizarme.
Comencé a levantar mi pierna izquierda levemente para dejarla fuera de la bañera. Me quedé con una pierna en cada lugar, y luego di media vuelta, para terminar de salir de allí. estaba bastante apurada por terminar de hacer aquello, ya que tan solo me quedaban unos diez minutos para ponerme mi vestido floreado y peinarme para mi cita con mi esposo, Rick.
De modo que me apuré por salir. Retiré mi pie de la tina, y justo un milisegundo antes de colocarlo en el felpudo, advertí que había tirado el jabón al piso de la bañera, sin haberme dado cuenta antes debido a que no había usado mis ojos. me sentí algo estúpida, porque aquello casi significaba que había estado ciega de cerebro tanto como de vista, pero al fin y al cabo no era nada que no pudiera remediarse. Tuve que agacharme y tomar el jabón, pero, igual que antes, no pude evitar ser descuidada y me caí. Luego todo a mi alrededor se volvió una penumbra.
Volví a abrir los ojos, pensando que solo había sido un producto de mi imaginación, pero al parecer, no. El lugar en el que me encontraba no había una sola semejanza con mi baño, ya que solo podía ver una enorme puerta enrejada dorada que se abría lentamente. Deduje que debía entrar, ya que al volver la vista hacia atrás, noté que el piso se tornaba nuboso y desaparecía a medida que daba cada paso. ¿Qué era aquel lugar? Solo una idea me venía a la mente.
De modo que me encontraba en el Cielo. Era un tanto más sombrío de lo que me imaginada, ya que al comparar unas estatuas estilo romanas todas quebradas a causa de los años y cubiertas de enredaderas con los supuestos ángeles que esperaba ver, me asusté un poco. Pensé en la otra posibilidad, muy distinta a esta. El Infierno. ¿Podría serlo? Indagué en mi pasado. No había nadie lo suficientemente incriminatorio como una sentencia al Averno. Aunque, no se podía saber, tal vez tenía doble personalidad o algo así.
Continué caminando, muy impaciente por saber cuál iba a ser mi destino. Por fin pude ver algo en mi perímetro de vista, y era una mesa de cristal que contradecía totalmente el estilo gótico de la puerta dorada. Aunque lo más extraño no fue eso. Me sorprendió mucho el anciano de unos sesenta años que estaba sentado en una silla —también de cristal—, opuesta a otra, ya que poseía una larga barba toda peinada y blanca como el marfil. También advertí su mirada de persona pensadora, que se me clavó desde el primer momento en que el viejo notó mi presencia. Deduje que lo que quería era que me sentara, así que lo hice.
—Buenos días señorita... —hizo aparecer como por arte de magia una tabla con hojas llenas de anotaciones y un bolígrafo que parecía costoso, observó detenidamente el encabezado que contenía la primera hoja— Tanner. Señorita Skylar Tanner.
No sabía qué hacer. Tenía millones de preguntas que hacerle al anciano, pero no quería parecer muy ansiosa e impaciente. Decidí mantener un tono distante.
—Buenos días...
El hombre sonrió, dejando salir dos marcados hoyuelos en ambos extremos de su sonrisa. Tuve que admitir que era apuesto a pesar de su edad.
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El Último Regreso
Novela JuvenilAl morir Skylar, se entera de que es un ser evolucionado y que tiene la oportunidad de cambiar la vida de una adolescente tímida e insegura, tomando el control de su cuerpo. Ella acepta ayudarla, pero comienza a darse cuenta de que es un trabajo más...