Deliciosa fantasía

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Cierro los ojos, y el viento acaricia mi rostro.

Los vuelvo a abrir, y contemplo el vasto cielo que se abre frente a mi; lazos y lienzos de todos colores revolotean entre las nubes y lunas. Debajo, el mar resplandece como infinitos espejos iridiscentes. El horizonte no tiene fin, ni principio.

Aunque estoy sola, me siento amada. Siento un amor cálido y suave que me abraza con ternura y me atraviesa como una brisa fresca. Puedo oír las risas de toda mi vida, ver mis carcajadas ahogadas que me arrancan el aliento y sentir esas sonrisas que me solían llenar por dentro.

Y ese amor me inspira valentía. Doy otro paso al frente, y no temo. No temo por el vacío, ni por la muerte, ni por la oscuridad, ni por nada, porque sé que alguien piensa en mi.

Me lanzo, gritando con euforia.

Al principio siento un revoltijo en el estómago, como en la cena de Navidad cuando me zampé cinco rebanadas de pastel, o como cuando él me miró por primera vez. Pero entonces extiendo los brazos, y ya no son brazos. Son alas, hermosas y perfectas, que se mueven sin esfuerzo alguno. Me elevan, sus blancas plumas me conducen como en un baile que siempre he sabido. Volar es fácil.

Y en este baile tan especial, las nubes rosadas son mis compañeras de baile, y el silbido del viento la hace de orquesta. La tierra bajo mis pies, azul, marrón y verde, es la pista de baile. Y de pronto yo soy grande y fuerte, y el mundo no es más que una canica entre mis manos.

Me he convertido en polvo de estrellas, y viajo por la infinidad, por los mantos de nebulosas y las alas de galaxias. El universo es tan grande... Pero cada maravilla me aleja más y más de la tierra, y de las personas que amo, y las personas que me aman... Pero no me importa, porque lo que veo es más grande.

Ha pasado mucho tiempo. Años, quizás, y yo sigo viajando por el espacio. Hasta que oigo un susurro. Es pequeño pero constante. Y viene de casa.

Reconozco la voz de mi madre. Dice que me quiere. Dice que me extraña. Quiere que vuelva a casa. Llora por mi. Pide por mi.

Entonces despierto, y me doy cuenta de que sí es la voz de mi madre, pero ni me extraña, ni me quiere, ni llora por mi. Quiere que le de de comer al perro, que no es hora de andar holgazaneando.


Dentro de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora