~QUATRE~

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En segundo año, sus cambios no me parecían raros en lo absoluto.

Una de las cosas malas fue que Matteo se había cambiado de escuela, acción que detestaba, ya que él era el único chico con el que me hablaba. Los demás ni siquiera se tomaban el tiempo de mirarme, y la verdad no comprendía la razón por la cual me ignoraban, como si no estuviese allí.

Ese año apareció una chica nueva. No me fue nada difícil aprender su nombre ―que era Azul―, ya que había otra chica con el curso con el mismo nombre. Era de esperarse que se llevaran de maravilla desde el principio, porque a los dos días ya aparentaban ser mejores amigas desde la cuna. Emily también se unió a ellas, poco tiempo después; ella era una chica rubia muy linda, y yo la quería mucho ya que la conocía desde la sala rosa. Pero, al juntarse con Azul Uno y Azul Dos ―que era como yo las había apodado para poder identificarlas―, parecía no tener tiempo ni interés para pasar tiempo conmigo.

Por suerte, el que me hayan apartado de los demás, me ayudó a animarme a conocer mejor a una de mis compañeras; Brisa. Era una chica con el pelo del color del chocolate, pero lo que más sobresalía de ella era su timidez. Conmigo, decía que se sentía bien, tranquila, y me había confesado de que le gustaba sentirse de esa manera. a mí, me alegraba cada vez más estar en compañía de ella... Era una buena amiga.

Ese año fue bueno una gran mayoría del tiempo, que lo pasaba junto a Brisa. Antes de que llegaran las vacaciones de invierno, todos ya se habían formado sus grupos de amistades, y estoy segura de que no debo aclarar que no me encontraba dentro de ninguno; los chicos me ignoraban a más no poder, al igual que varias de las chicas.

Había una chica del curso de la cual no podías pensar nada malo; Clara. Ella poseía una cara tan angelical, que lograba cautivar a todo el mundo. Para el día de la foto, por alguna casualidad de la vida, magia o lo que sea que pudo haber sido, logró convencerme de que me pusiera al frente, junto a ella. Recuerdo que hasta nos tomamos de las manos. Seguramente parecía en señal de amistad, una que obviamente no existió, y que nunca lo haría. Todos los chicos la querían y le daban la razón. A veces me preguntaba si algún día un chico me trataría como todos los chicos del curso la trataban a ella.

Tenía siete años, y no comprendía ni la cuarta parte de las acciones de los demás. Ahora apuesto a que todos ya se habían dado cuenta de eso, pero nadie se acercaba a explicarme por qué las cosas eran de esa forma.

En aquel momento tenía demasiada inocencia para mi edad, pero por supuesto, se escapaba al igual que los años cada vez que apagaba las velas sobre la torta de cumpleaños.

Ma petite violoniste | #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora