Capítulo IV

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Radamis, Florencis y la consejera subieron a la misma carreta que horas antes, trajo a los dos visitantes a la mansión Horrach. Esta vez el viaje sería mucho más extenso, duraría unos cuatro días aproximadamente. Cuando Gentile les informó de esto a los jóvenes se miraron con repulsión, sabiendo que tendrían que compartir, un periodo de tiempo bastante largo. Cada uno de ellos estaba apartado mirando por las ventanas laterales del habitáculo, estaba claro que el objetivo primordial era ignorarse. Sin embargo, esa tarea no era tan sencilla, tarde o temprano tendrían que verse las caras y aclarar sus diferencias. Florencia Gentile disfrutaba la situación a pesar del descontento de los muchachitos. Cuando el sol cayó, era lógico suponer que debían acampar, para emprender nuevamente viaje, bien temprano a la mañana siguiente. El chofer se acomodó próximo al carruaje, mientras Gentile en el medio de los dos hijos del fuego que al parecer seguían enemistados...

—Bueno chicos, yo voy a caminar un poco antes de dormir.— sin mediar más palabras la consejera se puso de pie dejando al pequeño grupo.

—Hizo el esfuerzo para dejarnos solos, el cochero es sordo así que no nos escucharía, de hecho ya está roncando el muy miserable...— Radamis se quejaba por su destino. Florencis empezó a reír a carcajadas. —¿De qué te ríes?— preguntó algo molesto al ver que la muchacha no dejaba de carcajear.

—No te preocupes, después de todo es sordo, no lo despertaré.— Florencis bajaba el tono de su voz.

—... No es por eso.— el muchacho se recostaba para dormirse.

—Oye Radamis.— dijo Florencis cambiando completamente el tono de su voz. —Lo siento en verdad, creí que te gustaría jugar conmigo, es qué no he tenido amigos.— buscaba empatía con aquel que sería su compañero de elemento. Recostada mientras miraba el cielo estrellado.

—Y créeme que entiendo por qué no los has tenido. Si hubieses tenido un amigo y lo primero que intentas es violarlo, seguramente habría salido corriendo. Tienes suerte de que tenga que cargar con tu trasero durante cinco mil años.— Radamis gruñía al hablar, sin embargo, Florencis seguía escuchándolo. 

—Lo siento, en verdad.— sollozó la muchacha captando la atención de su compañero de elemento. 

—Está bien, aunque me cueste aceptarlo, tengo que entender que te criaron en una burbuja de cristal.— Radamis hablaba con mayor tranquilidad cuando vio que el humor de Florencis había cambiado.

—¿Sabes qué? Yo tuve madre, pero no tuve padre, así que, en parte entiendo cómo te sientes.— Después de la aclaración de la muchacha, Radamis se dio la vuelta para mirarla.

—¿Y qué pasó con tu padre?— la pregunta del primer hijo del fuego fue tan sincera que su compañera contestó con la misma franqueza.

—Mi madre siempre que le he preguntado, me ha dicho que le daba igual quien fuera...— la honestidad de Florencis volvió a incomodar a Radamis.

—... Debe ser complicado pensar eso. Hasta nuestro querido amigo el cochero puede ser tu padre.— Radamis sonreía para la muchacha, que no entendía la ironía de su compañero elemental. Comiéndose las palabras, Radamis pensó —Menuda puta.

La consejera seguramente seguía de cerca la charla, dado que apareció en el momento oportuno. Sin detalles de dónde había estado saludó a los jovencitos. —Espero que hayan saldado sus diferencias, no sería bueno empezar el duro camino a la cima, cargando con mochilas innecesarias.— Gentile fue clara y esperaba que los chicos también lo sean.

—Ya está todo aclarado... ¿Podemos dormir en paz?— Radamis aún conservaba cierto grado de fastidio.

—Sí, tú duerme. Pero yo tengo que tener una charla muy importante con Florencis, para qué aquello no vuelva a ocurrir.— la consejera adelantaba una conversación femenina con la compañera del elegido. Este reprobando el hecho por mera vergüenza, se dio la vuelta arropándose y tratando de evitar escuchar. Mas fue en vano, escuchó cada palabra que incomodado, simuló estar dormido. Florencis no entendía al principio, pero cuando cayó en la cuenta de lo que había hecho, se sintió igual de vergonzosa y posó la mirada en su compañero, deseando que realmente estuviese dormido. —¿Radamis?— murmuró, pero éste no contestó.

A la mañana siguiente emprendieron viaje nuevamente, ya en más confianza la consejera decidió matar el tiempo...

—Chicos, cuando lleguemos a nuestro destino, voy a realizar algunas pruebas prácticas con ustedes. Pero antes de eso y aprovechando la extensión del viaje. Quiero hacer unas series de preguntas para ver qué tan preparados están. Serán preguntas correspondientemente a su entrenamiento. Radamis ¿Qué sabes del enemigo que tendrás que enfrentar?— Gentile comenzó por el muchacho entendiendo que podría estar mejor preparado que Florencis.

—Lo mismo que saben todos. Es el Pilar del Universo hace dos generaciones. Enloqueció matando a sus compañeros, a su descendencia y luego a los nuevos elegidos. Es un caso extremo de arraigo al poder, un maldito loco.— Radamis contestó desinteresadamente, pero de manera correcta.

—Veo que no te convence tanto la historia. Deberías tomarlo con mayor seriedad, es un enemigo con más de diez mil años de edad, su experiencia es muy superior a la que puedas acumular hasta el momento de enfrentarlo. No lo tomes a la ligera...— después de la corrección, Florencia miró fijamente a la joven, entendiendo que tenía que responder la misma pregunta.

—... Baltasar es el Pilar hace más de diez mil años. Sufrió un cambio de conducta radical, incluso antes de convertirse en Pilar. Cualquiera podría determinar que tiene un desorden mental importante. Sin embargo, eso no es algo que deberíamos evaluar nosotros. Baltasar es un espadachín formidable, no hay ninguno capaz de hacerle frente en este Universo.— Florencis contestó tranquila, con un semblante de seriedad absoluta.

—¿Lo ves Radamis? Tu compañera sabe a quién se enfrenta realmente ¿Díganme qué aprendieron en estos años de entrenamiento?— la consejera nuevamente esperaba que Radamis sea el primero en contestar.

—He aprendido muchas artes marciales, combate de cuerpo a cuerpo. Aprendí a controlar mi energía espiritual y usarla de ser necesario.— contestó Radamis esperando que la respuesta sea suficiente para Gentile.

—... No he aprendido mucho más. Además de las artes marciales y el control de energía elemental, mi madre me entrenó como espadachín, sabiendo que mi enemigo usaba la espada, me instruyó para tal fin.— inocentemente Florencis daba mención de lo aprendido.

—Maldita impertinente. Se suponía que Diana debía entrenarte física y espiritualmente. La técnica adquirida debía ser un paso a completar por parte de los consejeros... Siento que sea tu madre, pero esto es razón suficiente para pedir su ejecución.— las palabras de la consejera alarmaron a Florencis. — ¡No puedes matar a mi madre por eso! ¡Por favor!— la muchacha se exasperaba.

—Anda Gentile ¿Matarla por ese simple detalle?— Radamis tampoco aprobaba la decisión de la consejera.

—No es algo que tenga que decidir yo sola. Pero cuando informe de esto, seguramente se reunirá el comité. Es factible que llegue a este veredicto. La formación de los elegidos es algo sumamente importante. El Universo está en manos de ustedes, si seguimos en un caos incontrolable, este puede alcanzarnos y borrarnos para siempre.— Florencia Gentile hablaba con criterio sin importar los sentimientos de los pequeños elegidos. La segunda hija del fuego decidió permanecer callada. Su compañero la observaba con lástima, sabiendo que podría quedarse huérfana.

—Gentile ¿Cuál sería el problema de aprender la técnica?— Radamis esperaba encontrar la solución al conflicto antes de cualquier veredicto.

—El que Diana haya instruido a Florencis como espadachín, descarta otras posibilidades más aptas para su capacidad. De hecho es nuestro trabajo evaluar esa capacidad y determinar la mejor técnica a seguir. La experiencia de milenios nos avala. Ha sido un descaro por su parte y un acto egoísta al querer instruir a su hija, como lo hicieron con ella...— la respuesta de Florencia era clara.

—Está bien... entonces yo también practicaré el arte de la espada.— esas palabras despertaron el interés de su compañera que estaba perdida en sus pensamientos.

—Deja de decir bobadas muchacho, eso tú no lo decides.— agregó la consejera. Radamis se puso de pie. —¡Mi nombre es Radamis Lauro, futuro Pilar del Universo y como tal exijo que se haga cumplir mi voluntad!— después de la firmeza del primer hijo del fuego, en una mezcla de admiración y enojo, la consejera sólo dijo una cosa. 

—Aún no eres el Pilar. Pero esa autoridad y determinación me agradan. Lo pensaré mientras dure este viaje.— sonriente la consejera dejó de prestarle atención al muchacho. Qué luego de la respuesta tomó asiento y miró al horizonte. Nunca percató que su compañera lo miraba con lágrimas en los ojos, tímidamente ruborizada 

—... Gracias.— susurró al viento, esperando que Radamis escuchara, aparentemente éste no la oyó.

El Pilar del Universo: Los Guerreros de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora