El Pilar del Universo: Los Guerreros de la Esperanza

Capítulo VII

Con los dos jóvenes empuñando sus espadas y la orden de la consejera, empezaría una nueva prueba para los elegidos: la lucha con armas daría inicio. Nuevamente, Radamis se dejó llevar por sus impulsos, lanzándose al ataque a pesar de ser una molestia cargar esa nueva arma. Florencia Gentile lo esperó hasta que este intentó dar un sablazo, esquivándolo para luego tratar de herirlo. Sin embargo, fue en vano, dado que cuando la consejera se dispuso a atacarlo, Florencis llegó para defenderlo.

—¡Pon atención! Si no puedes cargar con esa espada, te sugiero que trates de moverte lo menos posible.—Florencis pensaba en el bien de su compañero, pero él lo tomó como una ofensa, tratándose de un mero estorbo.

—Escucha a tu compañera, Radamis. Yo poseo conocimientos profundos de esgrima también. Si peleas por tu cuenta de esa manera tan torpe, sólo harás que te venzan.—A pesar de la advertencia de la consejera, Radamis parecía dispuesto a iniciar su ataque nuevamente.

—¡No voy a dejar que me humillen!—Víctima de la molestia, Radamis fue al frente sin pensar en las consecuencias. Cuando levantó su espada Black Hole, Gentile vio el momento oportuno para producir un corte importante en el pecho de su discípulo. Radamis se dejó caer al suelo presionando su herida con las dos manos. Florencis nada pudo hacer para evitarlo, pero atacó inmediatamente a la consejera, para evitar que ella intentara herirlo nuevamente. Radamis observaba desde el suelo adolorido, viendo cómo su compañera peleaba de igual a igual con la consejera.

Aparentemente, la pelea era pareja, a no ser por una característica notable a medida que pasaba el tiempo: Gentile estaba tranquila, pero Florencis empezaba a fatigarse. Incrustando a Black Hole en el suelo, Radamis se autoayudó para ponerse de pie. A pesar del dolor, levantó su mano derecha y la extendió apuntando a la consejera.

—... Si no se movieran tanto...—Tambaleándose, Radamis se preparaba para arrojar una ráfaga de energía.

—No hagas nada que puedas lamentar. Puedes dañar a tu compañera si no apuntas correctamente. La pérdida de sangre te hará fallar en tus reflejos.—Advertía Gentile mientras seguía respondiendo a los ataques de su compañera. Este gesto desmoralizó aún más los intentos de la segunda hija del fuego, que trastabillaba cayendo de rodillas. En ese preciso momento, Radamis lanzó su energía espiritual, ocasionando una explosión que empujó a su propia compañera metros atrás.

Pero cuando el polvo se disipó, pudo ver que Florencia Gentile mantenía su brazo extendido, lo que resultaba en haber bloqueado la ráfaga. El ataque desesperado de Radamis de nada sirvió y probablemente haya dañado a su colega.

—Te advertí que era arriesgado. Lo único que puedo tomar como válido es el hecho de querer defender a tu compañera, incluso estando fuera de combate.—Gentile miraba desafiante a Radamis, que se sostenía gracias a su espada clavada en el suelo. En el momento en que la pelea parecía empeorar, un siervo de la consejera se acercaba preocupado.

—¡Señora Gentile, tenemos un problema!—decía el hombre.

—Deja de gritar y dime qué ocurre...—La orden de la consejera fue acatada de inmediato. Aquel sujeto se acercó a Florencia para hablarle al oído, y la expresión en la cara de la consejera cambió drásticamente.

—Ya veo. No se preocupen, yo me encargo... Ustedes dos, vuelvan a sus habitaciones y descansen. Mañana comenzará la instrucción de esgrima. Florencis tiene una idea clara del arte de la espada, pero tú, Radamis, deberás trabajar mucho.—Con eso, Gentile envainó su katana y caminó hacia el conflicto. Florencis no tardó en recuperarse y asistir a su compañero.

—Siempre estás ayudándome. No soy más que una carga para ti...—Radamis lamentaba su suerte.

—No digas esas boberías. El último ataque sirvió para distraer a Gentile, además, se dio cuenta de que estabas dispuesto a defenderme. Ya mejorarás tus habilidades con la espada y cuando eso pase, Gentile ya no podrá pelear contra nosotros.—Florencis cargaba en sus hombros a su compañero para finalmente llegar cada uno a su cuarto.