No sé cuanto tiempo llevo despierta, me costó mucho dormir y cuando he despertado aún no había amanecido. Veo como poco a poco la luz entra por la ventana y avanza por el suelo de mi habitación sin que mi pequeña cortina pueda impedirlo. Si no fuera por eso pensaría que el tiempo se ha detenido.
Sigo tumbada boca arriba con los brazos sobre la barriga cuando se abre la puerta. Mamá entra lentamente, se sienta a mi lado, y los muelles de mi viejo colchón chirrían por el peso extra.
-¿Qué tal has dormido? -Dice titubeante.
-Bien. -Miento.
-Voy a ir a comprar algo especial para la cena. ¿Por qué no me acompañas?
Intenta que no piense en que día es hoy, pero eso es imposible. Tengo 15 años, y eso son cuatro papeletas. Cuatro posibilidades de ir a ese juego macabro para "recordar nuestro pasado y salvaguardar nuestro futuro" que quienes gobiernan Panem llaman "Los juegos del hambre".
-Claro mamá.
Acepto la sugerencia de mi madre para pasar tiempo con ella, por si saliera mi nombre.
Cuando se va complacida, me visto un pantalón oscuro, una blusa blanca, y mis botas de piel. Salgo a desayunar un poco de té con mis padres y, aunque evitan mirarme directamente, puedo ver sus ojos vidriosos.
Lo odio. Odio este miedo que me come por dentro, y hace que me pase las semanas previas y siguientes a los juegos llorando en mi cama a escondidas para no preocupar a mi familia más de lo que ya lo están ante la posibilidad de que salga mi nombre. Los malditos juegos cuestan la vida a un chico y una chica de cada distrito cada año, y cada año lo veo en la pantalla de la plaza desde que tengo uso de razón. El hambre, la hipotermia, las puñaladas, los estrangulamientos, el dolor, la sangre, esos gritos desgarradores que son lo último que sale de sus bocas antes de morir ante las cámaras, y mucho más. Horrores de todo tipo que hacen que discretamente me clave las uñas en los muslos hasta hacerme sangrar con tal de no pensar en lo que estoy viendo y que ningún agente de la paz detecte algún tipo de mal gesto. No sólo nos obligan a verlos, también a sufrirlos en silencio. Sí, mi madre puede abrazarme y susurrarme que todo irá bien cuantas veces quiera, pero tenemos que estar frente a las pantallas por horas sin hacer nada que puedan interpretar como una queja.
Al acabar el desayuno, acompaño a mi madre al mercado de mi distrito. Es pequeño, pero tiene lo esencial. Paseamos entre los puestos y la mucha gente que también busca una cena especial a pesar de que dos familias dejarán la comida en el plato, cerrarán las ventanas, y esperarán a que acabe algo que nunca se acaba.
Nos acercamos a un puesto en el que hay arroz, es algo caro, así que compramos lo justo para tres personas. Cuando ya estamos saliendo de entre los puestos, veo tomates. No lo puedo creer. Me giro a decirle a mi madre de comprar uno, pero ella ya está abriéndose paso entre dos mujeres para conseguir una de esas rarezas.
Al poco está sonriente a mi lado. -¿Qué te parece, Johanna? ¡Es un tomate!
Cuando llegamos a casa, son las 12. En una hora estaremos viendo a Thalia Greenlaw condenar a dos jóvenes de nuestro distrito a una muerte segura. Mi padre acaba de hervir agua, así que cojo el cubo y voy a bañarme. Entro en el agua fría, me lavo con un pedacito de jabón, y cuando acabo me levanto y dejo caer lentamente el agua caliente sobre mi. Sienta bien.
En mi cuarto encuentro mis mejores zapatos y una de mis pocas faldas. Con las prendas que ha escogido mi madre me pongo la blusa blanca de antes porque huele a pino, lo normal aquí.
Me quedo frente al espejo mirando mi pequeño cuerpo vestido de forma elegante para asistir a la ruleta rusa que es la cosecha, y sin poder evitar pensar como de grandes son los chicos de 18 años a mi lado. No tendría ninguna posibilidad de sobrevivir, decenas de veces he visto en los juegos a un tributo enorme acabar con alguien de mi tamaño sin más esfuerzo que el que necesitas para partir una ramita pero, cuando entra mi madre finjo estar arreglándome el pelo. Mi melena negra cae lisa casi hasta el final de mi espalda.
-Estás muy guapa. -Se esfuerza por mantener la sonrisa pero al poco desaparece. - Es hora de ir a la plaza.
Quedan apenas diez minutos para empezar, mis padres me un cariñoso apretón de manos y me pongo en la cola en la que comprueban la asistencia. Cuando llego a la mesa, escribo mi nombre y edad en la libreta, y dejo que me pinchen el dedo índice para marcar mi huella dactilar con mi sangre.
-Derecha y centro.
Nos organizan por sexo y edad. Chicas a la derecha, chicos a la izquierda. Los pequeños delante, los mayores detrás. En mi zona encuentro un hueco entre algunas chicas de clase que me saludan con un gesto de cabeza tembloroso. Dos de ellas tienen los ojos rojos de haber llorado
Suena un molesto pitido y durante varios minutos el alcalde da un discurso en honor de Rigna, ha sido mentora de nuestro distrito de forma intermitente durante los últimos 45 años pero murió hace unas semanas y este año estará solo Odell.
Después del discurso, y del vídeo en el que no recuerdan el porqué de los juegos, una mujer del capitolio sube al escenario. Lleva unos imposibles tacones amarillos, un vestido azul, y un exagerado tocado de plumas azules que conjuntan con las de sus pestañas postizas. Es Thalia Greenlaw.
-¡Mi querido distrito siete! Ha llegado por fin el emocionante momento de conocer a los valientes que representaran a vuestro distrito en los juegos del hambre.
Mientras dice eso sonríe tanto que resulta grotesco, cualquiera pensaría que enseña hasta la última muela.
-Como siempre, ¡Las damas primero!
Mete la mano en una urna de cristal y mueve las papeletas con la calma de quien no tiene ningún miedo. Tras un segundo eterno, introduce la mano más al fondo y saca una haciendo gestos teatrales. Sólo se oye el zumbido de los altavoces, todo el siete aguanta la respiración mientras Thalia abre la papeleta con las puntas de los dedos y una sonrisa demencial.
-¡Johanna Mason!
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Los juegos del hambre - Johanna Mason
FanfictionEsta es la historia de como mi país me metió en sus macabros juegos y me subestimó, de como lo dejé sin habla y, de como me quedé sola. Soy Johanna Mason, del distrito 7. *Historia iventada a partir de la información disponible sobre Johanna*