Vale, estábamos en la noche haciendo la "caminata lunar". Era estúpido, lose, yo lo odio, pero Drew insistió demasiado y es que esa carita nos convenció.
-Como suene alguna alarma... -Dijo Randall.
-Pues salimos por patas -Contesté y comencé a correr.
Creo que apenas salte el primer auto, una alarma sonó. Mire a los demás asustada y comencé a correr lo más rápido que mis piernas me permitían.
-Drew me cago en tu madre. -Grite enfadada mientras corría.
-Oh vamos, es divertido. -Grito de regreso mientras reía.
-Te mataré.
Me separé de los chicos para poder correr en otra dirección. Habíamos oído sirenas de Policía e hicimos lo que sabiamos, correr y escondernos.
Corrí lo más rápido que podía, mis piernas ya dolían, pero no permitiría que me atrapen.
Entre en un barrio privado, donde todas las casas parecían ser exactamente iguales. A las dos de la mañana todo se encontraba oscuro, obviamente, y ahora no sabía que hacer.
-Drew te mataré lenta y dolorosamente. -Pensé en voz alta.
Camine, adentrandome en el lujoso barrio. Caminaria unas calles y luego regresaría para encontrarme con los muchachos.
Dos calles y una música comenzó a escucharse, luces de muchos colores salían de una de las enormes casas.
Quizás podría hechar un vistazo.
Camine rápidamente hacia la casa. Parecía una fiesta y en su punto perfecto. La mayoría de personas estaban borrachas, esparcidas por el suelo. Entre por la puerta principal, la cual permanecía abierta. Camine por el lugar, simplemente observando la casa.
Habían chicos, vestidos con jeans y camisetas, normales. Pero también habían chicas, o bueno, guarras. De no ser por aquellos trapejos a los que llamaban vestidos, estarían desnudas. Llevaban tacones que lograban que ellas parecieran edificios de doce pisos. La cantidad de maquillaje era innecesaria, y a algunas aquello les pasaba factura: El sudor y maquillaje en exceso tenían su fallo. Digamos que esas chicas ahora parecían payasos.
No quise seguir viendo, me agradaba más la idea de estar con mis amigos que con gente pija e idiota. Salí de la casa y tome mi celular para llamar a Randall.
-Eider, ¿Donde estas? -Contesto por la otra línea.
-Eh terminado en un barrio pijo, ¿Donde estáis? No aguanto un segundo más aquí.
-¿Barrio pijo? Lo siento por ti. -Rio- Estamos en el parque central, ven.
-Estoy en camino, adiós.
-Adiós.
Guarde nuevamente mi teléfono, suspire pesadamente y mire hacia la calle. Frote mis manos en mis pantalones, preparándome para comenzar a correr, debía entrar en calor.
-¿Que hace una niña tan... insulsa como tu aquí? -Dijo una chica, detrás de mi.
Me voltee confundida, la mire con una ceja en alto, no se como reaccionar sinceramente.
-¿Me hablas a mi? -Pregunté, apuntandome a mi misma con mi dedo.
-Claro que si niña, ¿A quien más?
Era una pelirroja, ¿Recuerdan los payasos de los que hable? Bueno, ella era uno de ellos.
-Escucha payaso -solté con asco, acercandome a ella- como me vuelvas a hablar así te parto la puta cara.
Ella rio, al igual que las otras cuatro chicas que estaban con ella. Las cinco formaron una línea, me miraban muy fijamente.
-¿Que harás al respecto? ¿Golpearme?
-Si no me das otra opción, si. -Me acerqué nuevamente, mirandole muy fijamente.
-Este es mi terreno niña idiota, tu no eres nadie aquí. -Se cruzó de brazos.
-¿Crees que necesito ser alguien para quitarte los dientes? -Me aleje, no me quedaría ni un segundo más aquí.
Comencé a caminar por la calle, pero sólo logré dar dos pasos ya que un tirón en mi cabeza hizo que me detenga. De pronto, escuché el grito de Pelea de Chicas.
Me voltee rápidamente para poder darle un puñetazo en la mejilla, casi llegando al ojo. Ella rápidamente me soltó para tapar su rostro. Una de las otras niñas se acercó a mi cuando estaba distraída para darme un puñetazo, que aunque no fue tan doloroso logró darme en la boca, haciendo que mi labio sangre. No dude al tomarla por los pelos y tirarla al piso para patear su rostro. Si, quizás fui un poco violenta.
Las otras tres niñas se lanzaron sobre mi, logrando hacerme caer, pero lo único que lograban era dar manotazos al aire, ya que por alguna razón tenían sus ojos cerrados. Tome las cabezas de dos de ellas y choque entre ambas. Por último, la última chica, la tome de los brazos y la coloqué debajo mia, golpee su nariz y salí de arriba.
Todas se encontraban en el piso, tomando sus rostros con sus manos.
Todos en la casa habían visto la escena. Me miraban con odio, casi con asco. No me importaba, ellas se lo habían buscado.
Mire a todos y alce mis manos, mostrando a todos mis dedos del medio, fuck you a todos.
Y lo vi. Entre todas esas personas se encontraba aquel ruloso que no dejaba de mirarme, pero a diferencia de muchos el no me miraba ni con odio ni con asco, sino que con pena.
Me aleje lentamente trotando para luego comenzar a correr. Escuché cuando alguien gritó mi nombre, muy alto, pero lo ignore.
-¡Eider detente por favor!
Me detuve muy lentamente, esperando a que llegará mi lado. Cuando lo estuvo, note su respiración agitada.
-¿Que quieres? -Pregunté, sin ganas de hablar.
-¿Estas bien? -Miro mi rostro y toco la pequeña herida de mi labio.
-Estoy perfectamente, ¿Que quieres?
-Yo... Quería saber si te encontrabas bien. He visto la pelea y... -Le interrumpi.
-¿Y que? ¿Te has preocupado por mi?
-Pues si.
-¡Deja de preocuparte! Entiende de una vez, no me agradas, no te quiero cerca, dejame sola.
-¿Cuando entenderás que yo no soy como los otros motociclistas que conoces?
-Oh, ¿Eres diferente? -Pregunté con ironía.
-¡Claro que lo soy!
-¡Pues no lo pareces! Lo siento Harry pero cada vez que te veo, lo único que puedo ver es como te vistes, la actitud prepotente que tienes, y aunque no la tengas ahora mismo, puedo sentir tu motocicleta... Lo siento Harry, pero tu y yo somos muy diferentes.
-¿Crees que no me ocurre lo mismo que a ti? Eider, se supone que debo odiarte, debes darme asco, pero cuando nos conocimos parecias una chica agradable y no quiero ni puedo odiarte.
Lo mire, desesperada quizás. Yo tampoco podía odiarle, aunque deseaba hacerlo parecía imposible.
-Supongo que yo tampoco puedo odiarte.
Harry sonrió, más de lo necesario. Tanto que sus hoyuelos se pronunciaron más que nunca. Sin querer sonreí nuevamente, y no me importó cuando el tomo mi cintura y me acerco a el.
-Entonces no lo hagamos... -Susurro.
Y de pronto me olvidé de todo. Olvidé aquel odio que sentía hacia los motociclistas, me olvide de mis amigos y de hasta el dolor que sentía en mi labio partido cuando el me beso.