11.5: Espejismo

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(Kjeltt)

Perfectamente realizado me sentí al haber despedazado la bandera esa noche. Mis ojos reían al día siguiente viendo cómo me informaban sobre tanta atrocidad hecha por los judíos.

Fue un gran impacto para mí no sólo el levantamiento organizado en esa ocasión. Mientras me levantaba y salía de mi casa para impedir que pasara eso que mi nación no quería, no se me pasó por la cabeza lo que en realidad estaba sucediendo entre nosotros. No lloraba aún mi alma por la traición que colapsó en ese preciso instante y que yo ignoraba su existencia.

¿Te acuerdas si quiera, de esa noche en que solos nos fuimos al pequeño bosque al lado del edificio de nuestro primer beso, mientras los alemanes se emborrachaban con cerveza? Nuestra embriaguez se parecía, pero tú sabrías bien que se debía a otra cosa. ¿Y recuerdas lo que hicimos en medio de esa inmensidad de sorpresas? Contamos un montón de chistes, ya que todo era sencillamente maravilloso para nosotros. ¿Te acuerdas de esa cámara fotográfica sin rollo que encontramos por allí? ¿Y las fotos que jugábamos a sacarnos con ella? Nos reíamos de todo, del mundo, porque parecía no existir nada capaz de interrumpirnos. Ni tampoco transcurría el tiempo, pues tu rostro lo absorbía todo. Lo único relevante era que estábamos juntos.

Quedamos empapados por la inesperada lluvia que cayó esa noche. Nos terminamos por dormir entre los brazos del otro, tocando sin querer y sin importarnos la tierra húmeda... Podía oír tan bien tu corazón, y estaba tan ingenuamente seguro de que así nos quedaríamos.

Recuerdo la sorpresa del día siguiente al ver que nadie nos había descubierto así, embarrados, resfriados, y bobos.

El ni siquiera haberme topado con tu cuerpo herido, o haberte encontrado escondido en alguna parte del campo, me resquebrajó; me trisó por completo unas esperanzas que ni siquiera representaban tal idea porque para mí era una seguridad el pasar mi vida contigo. Tú desapareciste, así sin más, sin dejarme con el recuerdo de tu voz, sin una arruga en mi ropa de un puño triste que se lamentara de haber desilusionado tanto a un hombre. No, no hiciste nada, Eizer.

Tan pequeños éramos y tanto nos quedaba por vivir, pero lo rompiste todo, ¿no te diste cuenta? ¿Pensaste en ello? ¿Por qué no compartimos tus delirios juntos antes de irte?... Si es que en efecto lo eran para ti. Te esfumaste como un espejismo; una imagen maravillosa y falsa.

Tras El Vidrio (Novela Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora