7.Distintas

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Ojos rojos y amarillos nos rodearon. Gabriel se colocó a mi lado de modo protector y me rodeo por la cintura. Edward, Alice y otros cinco nos miraban. Bella sonrió de medio lado y dirigió su mirada a Edward colocándose a su lado.

-Solo quería saludar a mi gemelita.-se volteo a verme.

Yo trague profundo y levante mi ceja.

-No soy tu gemela.-le deje en claro. –Eso solo sucede cuando crecemos juntas en el mismo vientre y además ni a hermanas llegamos pues no somos hijas de la misma madre.-le dije escupiendo veneno a la pelinegra.

-Ruby, no siempre la familia es de sangre ya vemos a los Cullen. Pero si de sangre se trata creo que tu yo estamos más que relacionadas.-me guiño el ojo la maldita.

-¿Somos familia?-me interese en las locas palabras de Bella.

Se me acerco clavándome sus rojos ojos de manera desafiante. Gabriel rugió para atacarla pero Edward se puso frente a él y lo aparto.

-Bella, Ruby es una buena chica.-comento la chica de cabello corto, Alice.

Bella dirigió su mirada a Gabriel y sonrió siniestramente. Se acercó a Alice y Edward la siguió.

-Te estas equivocando con ella.-termino la oración regalando le a Alice una mirada profunda. Despues de eso se marchó.

-Lamento lo sucedido.-dijo la mujer que nos abrió la puerta a Mónica y a mí.

-Soy Esme.-me sonrió con amabilidad.

-Tenemos que irnos.-dijo Edward sin voltear a verme. A diferencia de la primera vez en que lo conocí él parecía frio, distante. Los observe marcharse en silencio.

-Veo que no pudiste esperarme.-me recrimino al final Gabriel.

-Olvidémoslo.-le dije molesta. –Ya mañana me llevaras a su casa.

-Unos segundos atrás observaste la locura de esa familia y aun así te apetece meterte en una casa llena de vampiros.

No le preste atención a sus palabras y me marche. No dormí muy bien durante la noche. La presencia de Gabriel me incomodaba y saber que me observaba dormir no me agradaba. Al levantarme lo primero que veo son sus ojos rojos. Me estiro a en la cama y me dirijo al baño. Me aseo un poco no quiero lucir mal frente a Gabriel. Cuando entro a la habitación el vuelve a posar su mirada en mí.

-¿Qué?-sale de mis labios sin mucho ánimo. – ¿Me estuviste observando toda la noche?-el asintió.

-Sí, pequeña leoncita.-lo mire mal, sé que lo dijo porque según el ronco.

-Te odio.-me recosté en la cama nuevamente y abrace mi almohada.

-¿Qué haces? Tienes que vestirte para la escuela.

-No pienso volver jamás.-exagere como todo adolecente arropándome con el edredón.

Gabriel halo el edredón dejándome descubierta y enfadada.

-Iras a la escuela.-insistió en tono amenazante.

-¿Ahora te preocupa la escuela?-lo mire incrédula.

-¿Por qué razón faltarías a la escuela? Siempre que te pedía que nos quedáramos te oponías. ¿Qué paso?

-Todos me odian porque piensan que te mate.

Se quedó pensativo y al fin hablo.

-¿Me esperas aquí? Pero esta vez cumple con tu palabra.

-Sí, me quedare.

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