Cinco

20 1 0
                                    

La casa estaba sola, de nuevo. El eco de mi pisaba se escuchaba cada vez más profundo mediante subía las escaleras. No es que me gustara estar sola, pero después de un tiempo te acostumbras. Mi antigua vida no era para nada parecida a esta. Tenía amigos, muchos, y recordaba a todos. La casa nunca estaba callada, los gemelos corrían golpeando cosas y rompiéndolas, mientras papá intentaba atraparlos. Koll escuchaba música a todo volumen mientras yo buscaba la plumilla que me había prestado, no puedes perder las cosas de tu hermano menor, era peligroso. Después estaba Ty, era solo un minuto menor que yo, pero siempre había actuado como el mayor, cuidándome de todo lo que pudiera lastimarme. Ahora mismo iba a ir a Londres, al concierto que siempre deseó. Y justo cuando la vida nos estaba sonriendo, pasó. El gran incendio. No quedó nada. Yo estaba comprando una chaqueta nueva después de la escuela cuando esa mierda sucedió. Nadie sabe que lo ocasionó. Tal vez una fuga de gas. Tal vez una vela encendida. Lo único de lo que estoy segura es que toda mi familia estaba dentro, incluyendo nuestros recuerdos. No quedó nada. Las fotos, los pasaportes, la ropa, mamá. La casa que mi padre había construido para ella, ahora estaba en llamas.
Las lágrimas seguían sin salir.
Mi celular comenzó a sonar brevemente y en la pantalla de torno una pequeña viñeta verde, era un mensaje de esa aplicación. Me sentía como una anciana.
"NO DIRÁS LA VRDERA RAZÓN POR LA K TE ESTÁ LLEVANDO TED?" Era un mensaje de Kourt. Fui a mis contactos y cambie su nombre de "El chico que todas quieren" a "Kourt" no estaba dispuesta a ver ese nombre ridículo.
"MI MOTOCICLETA ESTÁ DESCOMPUESTA" contesté devuelta.
"MENTIROSA, LA VI EN TU COCHERA, LA PUERTA ESTABA ENTREABIERTA Y TED NO ME QUISO DECIR NADA" agradecía por eso. Pero este chico era muy insistente. Sabía demasiadas cosas sobre mí ahora mismo.
Al poco tiempo que no respondí, mi teléfono volvió a sonar. Esta vez era una llamada. "Roboto"
—Diga
Una respiración agitada se escuchó del otro lado
—Variola, tienes que venir, hay un problema con el chico que vino el otro día.
—¿Qué chico?—no me digas que...
—El que rechazaste, si no llegas pronto le darán una paliza.
Ese inútil no sabía hacer otra cosa que no fuera dar problemas.
No sabía cómo pero de un momento a otro estaba saltando buscando mis botas. No debería ni siquiera estar alterada, no me importaba lo que pasará con él.
«¿Entonces porque estás tan apurada?» No lo sé «Creo que sí lo sabes» Que no «¿Sabes qué tendrían bebés sexys no? Más sexys que los que hubieras tenido con Gabriel» Cállate «Podría funcionar» ¡Es igual a todos!
Me reprendí a mí misma por auto gritarme, era una molestia.
Corrí escaleras abajo entrando a la cochera, mirando a Widow. No podía creer lo que estaba a punto de hacer.
Quité la lona que no había servido de nada y salí echa un rayo. Tapando mi cara completamente con el casco. Iba más rápido de lo usual, pero no era por el tarado que iban a matar, si no para ser invisible.
Afortunadamente ningún tránsito me detuvo por exceso abrupto de velocidad. Cuando llegue al Dragon's se escuchaban los gritos habituales. Algo estaba pasando. Y no creo que en jueves haya pelea de gallos, esos son los domingos. Entre dándole una patada a la puerta. Todos se quedaron en silencio, mirándome. Comencé a caminar entre la multitud, no tuve que empujar a nadie, se abrieron paso. Y justo en la mesa del centro dos chicos jugaban vencidas. Uno más gordo y viejo que el otro. Kourt hacia fuerza sin separar su codo de la mesa. Parecía que sus bíceps explotarían esa camiseta, el color vino le quedaba jodidamente genial. Sudor recorría su cuello, empapando su camiseta casi igual que su frente. Ambos estaban demasiado concentrados, si quiera se habían dado cuenta de mi presencia. Hasta que el más gordo con un tatuaje de sirena me miró de reojo, sus ojos se abrieron de par en par desasiendo la fuerza que estaba empleando.
—¡Ja! El que sigue—grito Kourt
Cuando su cabeza giro para mirar a su siguiente oponente, su mirada se detuvo en la mía. ¿Qué carajos estaba haciendo?
Me acerqué a él tomándolo de la oreja jalándolo a la puerta trasera, llevaba a mi pequeña oficina. Un cuarto gris con algunos muebles viejos, un televiso que no funcionaba. Un baño asqueroso que jamás usaba y un tocador bastante femenino. Lo arroje al sofá con resortes salientes mientras ponía cerrojo.
—¿Qué estás haciendo? ¡¿A caso quieres morir?!—el aire me estaba faltando
—Tranquila, solamente estaba divirtiéndome.
Se levantó del sofá con las manos alzadas.
—Eso no parecía hace cinco minutos, me llamaron diciendo que iban a aniquilarte.
El sudor comenzó a extenderse por mi cuerpo, tuve que quitarme mi chaqueta.
—Oh si, un malentendido. Son buenos chicos.
¿El cuarto se estaba achicando?
—Te dije que no volvieras—recargue mis manos en el tocador, dándole la espalda.
—Lo siento, pero es divertido. ¿Estás bien?—sonaba preocupado.
No tenía porque estar ahí.
El aire comenzó a cortarse.
—Si, yo...
Alguien tocó fuertemente la puerta.
Corrí(arrastre) a la pequeña lentilla. Roboto.
Abrí la puerta sin quitar la cadena.
—Está aquí.
Fue lo único que tuvo que decir. Cerré la puerta poniendo el pestillo.
El pánico estaba llegando. Toda esta situación iba a matarme. Comencé a analizar a habitación. No había ningún lugar. Desde fuera escuché los pasos de sus botas acercándose, siempre firmes.
De pronto una revelación. El baño.
—¿Quién está...—comenzaba a preguntar el chico sudoroso detrás de mí.
Tome su muñeca abriendo la puerta del baño, metiéndolo dentro a la vez que tomaba mi chaqueta del piso. Deje la puerta entre abierta. Llamaron a la puerta.
—No vas a...
—¡Shh!—lo callé
Los golpes fueron más duros y cuando no hubo respuesta una patada se plantó rompiendo la perilla. Y cuando la cadena no cedió, recibió otra patada brutal que derribó la puerta.
Él estaba ahí, solo y poderoso. Seguramente había visto a Widow. Comenzó a buscar. Debajo de la mesa, en el armario. Olía el aire, mi perfume estaba en él. Mi calvo amigo entró.
—Te lo dije, no está. Ayer olvido su motocicleta aquí.
Buena coartada. Para alguien más, él era más astuto.
—Será mejor que no mientas, Robert.
Su voz, tan profunda como un pozo, y tan ronca como si acabara de levantarse me dejaba sin aire. O era eso o que el oxigeno comenzaba a acabarse en este pequeño baño.
Mis manos chocaron contra el duro pecho de mi acompañante, dándome un poco de soporte. Estaba por caer. Unos firmes brazos me envolvieron, dándome una cálida tranquilidad, me sentía segura. Por más raro que sonara sentía como si me pudiera relajar. Hacía mucho que no sentía esto. Desde aquella persona que ahora me buscaba como un loco.
El olor de un perfume oceánico golpeó mis fosas nasales, sus ojos están por acercándose a la ranura de la puerta. Pero justo cuando sus dedos se encontraron con la madera podrida; se detuvo, agito su cabeza volviéndose.
—Cuando la veas, porque la verás, dile que la voy a encontrar tarde o temprano. No tiene caso que se esconda.
Oh vaya.
Comenzó a caminar hacia la puerta y Roboto habló.
—Ella no quiere hablar—dijo firme
Sin dar vuelta, dijo.
—No te metas en lo que no te incumbe, solo dale el mensaje.
Y sin más, salió de ahí.
Comencé a ver borroso, y era oficial, no encontraba aire.
—¿Cova? ¿Cova?—su voz sonaba lejana y no sabia que estaba pasando.
Cuando me depósito en el sofá y deje sus brazos, sentí frío.
Mi cuerpo comenzó a relajarse y el aire empezaba a aligerarse, estaba muy cansada.
—Está bien, descansa.
Su voz sonaba cerca, podía escucharlo como si estuviera hablándome al oído. Sus dedos acariciaron mi cabello, después mi mejilla sudorosa. Con una servilleta seco mi frente.
—Yo me haré cargo de todo—dijo susurrando.
Y mi cuerpo cayó relajado. Eso fue lo último que recordé, paz y tranquilidad.

Donga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora