Dieciocho

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Cubrieron mi cabeza con una bolsa de tela negra y me arrojaron a un automóvil. Amarrada como animal para el matadero de nuevo, pelee en el camino pero cuando caí de costado en el suelo del vehículo mis fuerzas volvieron a esfumarse, creo que tenía un hueso roto.
Intenté sentarme y cuando pude recargarme en el respaldo de un asiento un pequeño agujero en la bolsa dejo mirar hacia el exterior. Era la parte trasera de una camioneta con los vidrios polarizados. Intenté orientarme mirado a lo que alcanzaba a ver en la ventada de atrás, pero solo había luces sin guía, que podían estar en cualquier sitio.

No sabía cuánto tiempo llevábamos dando vueltas, pero algo me decía que me habían sacado de la ciudad hasta que se detuvieron en lo que parecía un alto y en el anuncio de calles estaba. Rivers Lo. Aún estábamos en Juneau.
Unas pocas lágrimas recorrieron mis mejillas, como si eso me diera un atisbo de esperanza.
De nuevo salí del automóvil y el aire frío impacto contra mi cuerpo; tal vez me hubiera derrumbado si no hubiera sido porque me estaban sosteniendo.
Entramos por una puertecita y al atravesarla voltearlo la bolsa, ya no podía ver más. Bajamos escaleras. Doblamos a la izquierda, caminamos cuarenta pasos y me adentraron en una puerta a la derecha. Caí con la cara al piso pero sin la bolsa y las manos desatadas. Gire lo más rápido que pude hacia la puerta pero ya la habían cerrado. «¿Qué carajos es esto?» pensé.
Era algo así como un cuarto de motel barato. Las paredes estaban pintadas de manera que fuera un paisaje. Era una burla hacia mi encierro. Un cielo azul, con arenas doradas a juego. Había una cama pequeña de metal al fondo, en el centro una alfombra roja y una mesa con dos sillas sobre ella. Delante de mí, otra puerta en camuflaje con las paredes. Corrí hacia ella y cuando la abrí hubiera preferido no tener las expectativas tan altas.
«¿Qué pensabas? ¿Que te dejarían ir así como así?» era un baño.
Retrete, bañera y un lavabo con espejo al costado adornado con una sirena.
Camine despacio y cuando mire mi reflejo no pude creer que a pesar de lo mal que me sentía, ahora me sentía peor. Derrotada. ¿Dónde estaba mi belleza? Mi rostro estaba pálido, mis mejillas se habían consumido por la falta de alimento, mi piel estaba pálida y mis bellos ojos habían sido apagados por las bolsas bajo mis ojos. Lave mi rostro para ver si mejoraba, pero tal solo lavo mi mejilla lastimada y dejo ver el moretón aún visible.
Dentro de la bañera había ropa y una nota:

Toma un baño que vas a tener una visita importante.
—B.

No porque lo haya dicho la nota. No porque haya querido estar presentable. Simplemente porque quería deshacerme de la miseria que me inundaba. Tome el baño.
La ropa era costosa, algo que ni yo hubiera estado dispuesta a pagar. Se parecía bastante al tipo de ropa que usualmente usaba, pero mejorada.
No decía a qué hora vendría que fuera, de todos podía ni esperaría a ver a uno de los responsables de que estuviera aquí. Así que me tumbe en la pequeña cama y me dormí con la luz encendida. No había ventanas. No había salida.

Nadie estaba buscándome. Estaba sola, y así estaría hasta el día en que decidieran que harían conmigo. Si hubieran pedido dinero a mi abuelo apuesto a que este ya lo hubiera dado, sin embargo el motivo de mantenerme aquí no era ese. Tenían un plan que seguramente sufriría, porque nadie iba a venir a salvarme. No llegaría un superhéroe. Todas las personas a las que les importaba estaban muertas.

"Pss" "Pss" poco a poco fui siendo sacada de mi sueño. La luz de la lampara había sido modificada, era tenue.
"Pss" "Pss" se volvía a escuchar, alguien estaba aquí.
Alarmada me levante del colchón mirando hacia el lado contrario de la pared, un hombre de traje estaba sentado en una de las sillas negras. Me miraba divertido con las manos entrelazadas.
No lucía mayor, pero definitivamente no era un estudiante. Vestía de traje.
—Un gusto verte en persona—dijo

Mire detrás de mí confundida. Tal vez alguien estaba allí. Soltó una risita.
—Hablo contigo, Covadonga.
Su voz era profunda y áspera, en sus dedos había múltiples anillos, todos plateados con algún detalle en verde esmeralda.
Había dicho "en persona".
—¿Quién es usted?
Mi voz sonaba extraña, ronca y dañada. Rota. No la reconocía. Quizás había pasado demasiado tiempo gritando y muy poco hablando.

—Ven, acércate—Al ver que no respondía se enderezó. Soltó sus manos y se recargó en la mesa; se estaba desesperando—ven, no te haré daño.

Eso no es lo que me han demostrado las últimas semanas. Me levante completamente dejando la chaqueta verde militar sobre el colchón, me había servido de cobija.
Tome asiento frente a él torpemente. Cuando me di cuenta de su diversión ante la situación tome la decisión de no dejarme ver vulnerable. Me enderecé aunque me doliera y entrelace mis manos dejándolas sobre la mesa; quería que viera como no había dejado de luchar, que viera mis nudillos ensangrentados.
Los miro por un segundo y después volvió su mirada hacia mí.
—Verás, soy una persona muy competitiva, no me gusta perder...
—¿Quién eres?—lo interrumpí.
Sus nudillos se apretaron tornándose rojos.
—Tampoco me gusta que me interrumpan—mire hacia la pared—Hace un tiempo me interese en ti, en tu personalidad. Eres fuerte. Pero eras muy joven y había una persona que ya estaba contigo en ese entonces.
«ve al grano»
Continuó.
—La cosa es que amablemente hable con esa persona para que se apartara de mi camino, pero fue muy terco así que tuve que tomar medidas.
—¿De quién estás hablando?—mi voz aún temblaba, pero no me iba a doblegar para que me siguieran pisoteando.
—Creo que no te acuerdas de mí ¿verdad?—negué con la cabeza—hablo de mi pequeño hermano, Dominik.

Demonios.
Mi postura se derrumbó, no estaba serena. Tenía miedo pero sobre todo estaba enojada.
Me levante poco a poco apretando cada músculo de mi cuerpo, enfurecida.
—¿Tú asesinaste a mi familia?¿¡Tú eres el jodido responsable!?—vociferé.
—No, preciosa. Fuimos todos. El pequeño idiota hizo todo lo posible para protegerte, pero cómo puedes ver, siempre obtengo lo que deseo.
—¡Eres un maldito enfermo! ¡Te odio!

Aventó la mesa volteándola completamente, con su gran mano me sujetó de las mejillas moviéndome con un trapo. Sus orejas estaban rojas y pude ver en sus ojos la furia. Pero en la mía también había. Enterré mis uñas en su brazo y aún así no me dejaba ir.
—No te atrevas a volver a gritarme. Ahora eres mía, de mi propiedad. ¡Me perteneces!
Mis nervios estaban de punta, y las lágrimas comenzaban a brotar.
—Sh sh sh—me bajo y me abrazo, como si en realidad fuera alguien a quien quisiera. Olía a tabaco y era duro. Era el hombre que más odiaba en este mundo—a partir de ahora serás mi pequeña novia.
Me soltó tranquilamente. No quería moverme, mi cuerpo no respondía.

—Vendré a verte por la mañana, que descanses—beso mi mejilla profundamente, y se fue.

Caí sobre la mesa volteada rompiendo en un llanto sonoro. Gritaba, llamaba, pedía ayuda. Era la peor pesadilla. Deseaba despertaba. Y comencé a preguntarme. ¿Qué pasó con mis ángeles? He sido muy mala, me lo merezco. ¿O no? Me reforme. Pero nadie podrá derrotarme. Nadie deshará a Covadonga, nadie me dirá que soy un algo. Soy alguien.
Camine hasta el espejo y lave mi rostro. Estas eran las últimas lágrimas que derramaría. No importa que estuviera destrozada por dentro, seguiría actuando. No volverían a verme a llorar. Si nadie me sacaba de aquí, yo lo haría.

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⏰ Última actualización: Aug 11, 2016 ⏰

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