Cuatro

18 1 2
                                    

El día siguiente tuve que tomar el maldito autobús. Por el cual camine malditas cinco cuadras para salir de las malditas residencias. Después tuve que ir parada el resto del maldito camino porque todos los malditos lugares estaban jodidamente ocupados. Por si fuera poco la temperatura había vuelto a ser de treinta grados, ni siquiera considere ponerme mi chaqueta. Estaba sudando como un puerco. Al bajar del autobús tuve que caminar otras malditas cuatro sofocantes cuadras. Odiaba caminar, y había algo que odiaba más que caminar...sudar.
Cuando por fin llegue a la maldita escuela el maldito portón estaba cerrado.
Lo siento, había estado maldiciendo demasiado.
No iba a volver a hacer el mismo recorrido ahora mismo, tenía que entrar. Allí afuera había alguien buscándome.
Corrí a la parte trasera. Otras dos cuadras. Lancé mi mochila por la gran barda grafitieada, y comencé a escalar el único árbol lo suficientemente alto para permitirme subir. Justo cuando deje colgado mis piernas dejando el árbol escuche un rasgueo, y una brisa de aire fresca me recorrió el abdomen.
Terminé de cometer lo que parecía un acto de vandalismo saltando por completo el muro.
—Ouh
Fue lo único que mi voz pudo emitir después de aterrizar en aquellos arbustos en los cuales por alguna razón habían puesto piedras para proteger. Cuando estuve de pie al fin tomé mi mochila y comencé a correr agachada, entre al baño mirando el reloj de la pared. Apenas llegaría veinte minutos tarde, tenía tiempo.
—Santa mierda
Mi cabello estaba llena de pequeñas ramas, hojas y flores pequeñas. Mi blusa sin mangas estaba totalmente rasgada de e abdomen, como si un león hubiera lanzado un zarpazo dejando poco a la imaginación. El diseño de la blusa era de por sí desaliñado, como el cuello, la línea de las mangas y la parte inferior, parecía como si yo misma la hubiera recortada, pero esto, esto era una nueva tendencia. Suspiré retirando todas las ramitas y hojas que pude, pero de alguna forma me gustaban las pequeñas flores; tome una liga y amarre mi cabello en una cola alta. Tendría que salir así, al menos debajo traía un top que no dejaba ver mi sostén. Tome firme mi mochila y limpie mis botas hasta la rodilla. Por suerte mis jeans no se habían roto o ensuciado.
Al entrar a la clase todos me miraron con los ojos bien abiertos, varios chicos con la boca abierta y otras chicas enojadas de rabia por ello.
Al final de la clase los chicos no podían apartar la mirada, ni siquiera Kourt.
—Señorita Cova—el profesor se dio la vuelta, dejando de escribir—pensé que estaba enferma
«¿Yo?»
—Yo no...
—Sí, Cova...—una voz que casi nunca había escuchado habló.
Un chico de esos que se sientan hasta adelante, con gafas y muchos barros, además de huecos en sus mejillas prueba del acné. ¿Él? Ni si quiera recordaba su nombre.
—...recuerda que me pediste que entregará tu ensayo—apretó los dientes y me dio una mirada cómplice
Ya entendí.
—Sí, lo sé, pero en la mañana me sentí mucho mejor con la medicina, así que...por eso llegue tarde.
Todos miramos al profesor expectantes. Nadie creería eso, simplemente no había hecho el ensayo, todo el mundo ya sabe que no hago tareas.
Pero tenía que admitir, que era raro que ese chico lo hiciera sin que se lo pidiera.
—De acuerdo, siéntese—continuó escribiendo
Pasé junto al chico que me había entregado mi tarea haciendo una pequeñísima inclinación de cabeza, agradeciendo. Desparrame mi cuerpo sobre la la silla haciendo que mis manos casi tocaran el suelo. Con la cabeza hacia atrás solté un suspiro largo.
—¿Dónde compraste esa blusa? ¿Hay para hombre?
Volví mi mirada hacia la sonrisa sarcástica de Kourt, con la poca energía que me quedaba, solamente solté un gruñido. Me quedé dormida nuevamente.

Había pensando en preguntarle a Gabriel si podría llevarme a casa, pero desistí. Ayer cuando vi a mi peor pesadilla me di cuenta que no podría tener algo ni si quiera parecido a una relación con Gabriel. Era igual a todos los que siempre me gustaban, igual a todos los que siempre intentaban destruirme. No estaba a dispuesta a tomar un autobús a casa, era de lo peor, no volvería a respirar un aire tan asqueroso. Pero tampoco caminaría, era demasiado arriesgado.
Cerré mi casillero tomando un largo trago de mi termo. Algo sabía raro. Decidí ignorarlo.
Caminé sentándome al otro extremo de la mesa, lejos de Gabriel. Se veía confundido, pero era mejor así.
—Oye, vi esa gran caída—Carl habló
Mis manos se apretaron al cilindro fuertemente, casi rompiendo mis uñas.
—¿De qué hablas?
«tú sabes perfectamente de lo que está hablando»
—Tú sabes, aquella con complejo de Humpty Dumpty.
Apreté mis ojos hasta ver estrellas.
—¿Creías que no me iba a dar cuenta? Ja. Me paso la clase viendo hacia la ventana, Cova.
—¿Eso explica esa sexy abertura en tu blusa?—comentó Jack apuntando demasiado cerca mi cuerpo
Una mano salió detrás de mí tomando su muñeca y lanzándolo.
Kourt se sentó a mi lado dándole un choque de puños.
—Hey, rompiste mi momento romántico.
Jack siempre lograba que mi humor se elevará, y tal vez también mi ego.
—No toques a mi mujer—contestó el "galán".
Giró su cuello y me lanzo un guiño.
Inesperadamente salté en mi sitio.
—Eso quisieras—recobre la compostura
—¿Te lo estás diciendo a ti misma?
Buen contra ataque
—Tarjeta amarilla a ambos—Ted interrumpió.
Dos pedazos de folleto de la fogata amarillos golpearon nuestro rostro, bueno, a mí más delicadamente. Y con eso me refiero a que casi le saca el ojo a Kourt.
—Como sea
—Como sea—me arremedo
Tan solo te lance una mirada asesina. Juro que algún día le daría un golpe en la cara.
Tome un sorbo a mi termo y está vez estaba segura de que algo andaba mal.
—¿Que sucede?—preguntó Carl
—Nada—conteste
Pero definitivamente algo andaba mal
Era tiempo de Álgebra, la hora más incomoda a partir de ahora, sería difícil seguir evitando a Gabriel, pero no había nada que pudiera hacer en realidad. Además de que hace rato me había estado mirando, diferente.
Reacomodé mis libros una y otra vez en mi casillero, nerviosa. Lo colores del arcoiris, del más lindo al más horroroso según mi criterio, del más claro al más oscuro, pero la ansiedad no se iba. Había estado teniendo demasiada energía, y era muy extraño. El aire se sentía más ligero, y a pesar de el acoso visual de las personas en el colegio me sentía mejor de lo que me había sentido en mucho tiempo. Alguien se recargó detrás de la tapa de mi casillero, así que tuve que cerrarla. Esperando a que no fuera Gabriel, cerré la puerta.
—Dime la verdadera razón por la que saltaste el muro, pequeña bandala
Sonreí al ver a Ted, era como un hermano mayor funcionado con el hermano menor más adorable. Cada vez que hablábamos de esta manera y me trataba así, me hacía sentir nostalgia. Quería abrazarlo, y aferrarme un poco al destello de los recuerdos de la familia que alguna vez tuve; de unos hermanos que alguna vez se atrevían a hablarme así. Empujé ese pensamiento fuera, volviendo a la realidad.
—Es que...
—Vas vale que sea la verdad, Cova—me enfrento.
De acuerdo, pero no podíamos hablar aquí.
Tomé su muñeca y jalándolo fuera del edificio, yendo detrás de las oficinas, donde nadie iba excepto parejas con las hormonas alborotadas o drogadictos que necesitaban un poco de su vicio.
—Me siento halagado pero creo que deberíamos salir primero.
—Aw, eso fue dulce. Pero no te traje aquí para besarnos.
Hizo un pequeño puchero y después simuló menear una cabellera larga hacia atrás.
—No podía arriesgarme a que alguien nos escuchara.
—Bueno, suéltalo.
Tomé una gran bocanada de aire.
—Estoy intentando desaparecer. Hace unos años cometí un error con alguien, y ahora ese alguien se enteró de que regresé. Ayer vio mi moto, ahora sabe que estoy aquí y no quiero arriesgarme a que me encuentro, no puedo andar en la calle tranquilamente, tengo que hacer llamadas y por si fuera poco no puedo ir al billar por lo menos hasta la próxima semana. Por eso guardé a Widow, si la ve o la escucha me perseguirá. Seguramente ya tiene personas buscándome y...
—Pausa—dijo Ted
Dio la vuelta tomando su cabello entre sus dedos inhalando y exhalando una y otra vez. Cuando por fin volvió a pararse frente a mí, se puso a mi altura mirándome directamente, pensando. Haciendo un pequeño gesto con la boca, que me hacía pensar en el bebé de la familia. Dos años, rubio y ojos azules, moviendo la boca de pato cuando pensaba. Basta.
Se enderezó.
—Déjame ver si entendí. Hay alguien buscándote, no quieres que te encuentre, es alguien poderoso, te buscará hasta debajo de las piedras y quieres ser invisible para él—«capta rápido»—por eso dejaste tu motocicleta y viniste aquí en autobús. Y probablemente seguirás saltando esa barda durante una semana más hasta que pienses que ya se hayan calmado más cosas. ¿No?
—Exactamente.
Rodó los ojos presionando sus dedos en el puente de su nariz.
—No lo permitiré. Pasaré a buscarte en las mañanas y nos iremos juntos.
Espera un segundo.
—No, pero...
—No se discute, Cova. Ahora eres mi amiga, y mis amigos no andan por ahí entrando a instituciones como si fueran delincuentes mientras yo manejo un auto con calefacción.
Sin nada más que repelar, dije:
—Gracias por presumir la calefacción.

Definitivamente era un lindo auto. Un Ibiza negro con asientos cómodos. Era acogedor y no demasiado ostentoso.
Las personas seguían murmurando cosas a pesar de que ya estábamos dentro del auto. En el camino había escuchado a un grupo de chicas decir..."Es una zorra, ayer con Gabriel, y hoy con Ted"...pero honestamente, tómalo de quién viene; la misma chica había dormido con el hermano de su novio, la misma noche. Las noticias vuelan.
El auto ya llevaba encendido cinco minutos y no avanzábamos.
—¿Qué pasa?
—Esperamos a alguien.
Eso no lo había mencionado. Ya probablemente era porque sabía que me iba a negar aún más.
La puerta de atrás se abrió y un chico con respiración agitada entro.
—Listo.
Nos miramos
—¡¿Qué hace él/ella aquí?!—dijimos al unísono
—Kourt, esta semana estaré llevando a Cova, su motocicleta está en reparación—gracias por no decir nada—Cova, llevo a Kourt hasta que sus padres le devuelvan las llaves de su auto.
Silencio.
—Oh—dije
—Como sea.
Escuche la imitación barata e inmediatamente le lance un pequeño peine que había en el cenicero.
El camino fue tranquilo, entre comillas, cada vez que Kourt hablaba subía el volumen de la radio lo suficientemente alto como para que no pudiera oírse su voz. En una ocasión revolvió su oscuro cabello desesperadamente mientras rascaba su barba tratando de no matarme. La vena sexy había estado haciendo su aparición.
Ted aparcó justo frente a mi casa.
Sacó un celular idéntico al mío de su bolsillo, lo desbloqueo y después me miro.
—De acuerdo, dame tu número, así no tendré que estar mandándote señales de humo.
—No lo tengo memorizado—confesé avergonzada.
A pesar de llevar con el cuatro meses, no tenía ni idea.
—Pues búscalo en él—dijo venita salteada detrás de mí.
Saque el pequeño aparato plano de mi bolsillo, mirándolo extrañada. La única App que había abierto era de el clima, el reloj y una vez una llamada por teléfono. Lo mire extrañada, no sabía qué hacer.
—Dame eso.
Kourt tecleo rápidamente en mi celular y después se volvió a mi, dejándome ver lo que estaba haciendo en la página principal.
—Primero, vas aquí, deslizas aquí. Y hasta arriba está tu numero.
Oh vaya.
—Gracias—dije asombrada
Silencio.
—Oh, es este Ted...
Lo deje mirar mi pantalla y el tecleo en el suyo.
—¿No tienes ||Wattsapp||?—preguntó mirando mi celular vacío de apps
—¿What que?
Mire a Kourt quien una vez más rodo los ojos y tomo mi teléfono.
Después de un rato me lo devolvió, volviéndome a mostrar cómo antes.
—Sirve para mandar mensajes, vídeos, imágenes, archivos, y no cuesta. Simplemente es con internet. Aquí buscas con quien quieras hablar y...—me mostró todos los procedimientos.
Se mandó un mensaje a si mismo diciendo "Te amo, Dios griego" «que maduro» para mostrarme. Al final llegue a la conclusión de que necesitaría un curso.
Bajé del auto mirando hacia el cielo; mañana estaría frío.
Me detuve en el blanco pórtico para mirar hacia el auto. Ted esperaba a que entrara y Kourt con la cara un poco más de fastidio que de otra cosa también. Pero a Ted se le marcaba la preocupación. Me alegraba haberlo conocido. Moví mi mando en despedida y entre. Con esperanza, todo mejoraría.

Donga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora