Seis

14 2 0
                                    

Cova
Desperté sintiendo algo presionando mi pecho, no era molesto pero si inusual. Intenté moverme pero no lo logre, ni siquiera un poco, mis latidos comenzaron a acelerarse, podría ser que estuviera pasando aquello lo que dicen cuando un alma del más allá está sobre ti, y no deja moverte. Siempre me habían dado miedo esas cosas, en especial cuando había tenido una que otra experiencia con ellas. Logré abrir mis párpados pesadamente, todo estaba oscuro, pero calculaba que eran al rededor de las cinco de la mañana, pues ya casi amanecería y ese era el momento más oscuro. Intenté tranquilizarme respirando profundamente pero me detuve al detectar un olor inusual. Olía a una combinación de hojas de té, menta y un poco de lavanda, era relajante y masculino. Abrí mis ojos al tope. Mi cuarto no olía a eso, mi cuarto olía a dulces. Ni siquiera recordaba haber llegado a casa, ni acostarme sobre mi cama, tampoco haberme cambiado de ropa. Conseguí mover mi cuello así que supuse que no estaba siendo sostenida por un fantasma. Libere mi brazo poco a poco de lo que sea que lo hubiera estado sujetando y busqué un mueble al lado de el colchón en el que estaba. Sentí una madera liza bajo mis dedos y después encontré un cable que se interpuso con un pequeño botón. La tenue luz me hizo posible echar un vistazo, no era muy brillante, así que no molestaba los ojos.
La habitación estaba combinada con colores fríos. El azul se encontraba en el largo sofá frente a la cama, en la silla del escritorio y en la pared justo delante. El gris se hacía presente en las paredes restantes y en el escritorio, también en la lampara haciendo juego con el mueble debajo de ella. Era minimalista, lujosa y linda. Pero no era mi habitación.
Suavemente gire el cuello hacia lo que oprimía mi pecho. Unos cabellos negros chocaron con mi mejilla, alguien estaba durmiendo sobre mi. Sus firmes brazos tenían preso mi abdomen, con el brazo derecho pasaba su mano por debajo de mi, y el otro corría por mi estomago presionando la mano en mi cadera. Sus piernas se encontraban enganchadas con las mías, y no se sentía mal, me preocupo porque parecía que yo había accedido a quedar en aquella postura, pero no sabía quién era. Mi mano izquierda rozó un pedazo de piel, pero no era sólo un poco. Aquella persona, más bien...aquel hombre. Se encontraba sin camisa, solo con unos pantalones. Y yo. Maldita sea. Solo traía puesta una camiseta enorme que si subía más dejaría al descubierto mi trasero. Como si lo hiciera con pinzas, solté el agarre de aquella persona dejándolo al costado, empujándolo un poco con mi pecho para que quedara sobre la almohada. Por suerte aún tenía mi sujetador puesto. Me senté tranquilamente sin intenciones de despertar a nadie. Antes de abrir los ojos de nuevo para enfrentar a esa persona, mi estómago se retorció, cayendo. Apreté mis puños contra mis muslos rezando porque no fuera un maldito violador o secuestrador, o incluso un sujeto horrible. Cuando mis pestañas tocaron mis párpados, mi boca quedó abierta.
Kourt dormía boca arriba con los brazos a los costados de su cara. Este era su cuarto, por supuesto, ese era su olor, su colonia. Había dormido en la cama de Kourt. No recordaba muy bien que había sucedido. Pero lo último que había visto era él.
Me incliné un poco para inspeccionar sus facciones. Su nariz afilada y perfecta, sus labios rosados visiblemente suaves, la línea de su mandíbula totalmente asimétrica. Pero el área de sus ojos era simplemente impresionante. Sus largas pestañas hacían ver su mirada sumamente profunda y marcada, penetraba tu alma hurgando en ella. «¿por qué no lo dejaba de observas?» me pregunté a mi misma.
Hizo un pequeño gesto cambiando sus piernas de posición. No pude evitar deslizar mi mirada más abajo. Su torso estaba completamente descubierto y a la intemperie. Parecía que se mataba horas en el gimnasio pero ni una sola vez lo habían mencionado, ninguno de ellos iba a alguno, si quiera sé si practicaban algún deporte. Pero su abdomen estaba totalmente saludable. Unos abdominales asombrosos, podrías lavar ropa ahí, pero eran a su vez, naturales y delicados. Su pecho era fuerte, sin necesidad de parecer como muchos que de vez en cuando tenía la necesidad de preguntarles si necesitaban un sostén. Mi corazón casi se detuvo cuando observe aquella V bien marcada en aquel torso. Sin control sobre mi cuerpo estire mi brazo y deslice mis dedos justo en el centro de sus músculos, eran firmes y extremadamente reales.
—Lo sé, soy tentador.
Aparte mi mano de golpe sintiendo como mis mejillas se encendían al rojo vivo, me había atrapado en el acto.
Se sentó recargando su espalda cabecera, cuando su piel toco el material frío soltó un gruñido y sus músculos se tensaron.
Estúpidas hormonas.
Su cabecera era extraña, pero cuando observe más de cerca lo note. Era transparente, de vidrio, sostenida por dos largos pilares de metal.
—Creo que te volviste a quedar sin habla—su voz seguía somnolienta, pero reconocía ese tono de burla.
En seguida cambie mi humor por enojo y firmeza.
—¿Por qué estoy aquí?—solté sin titubeos.
Se pasó una mano por la cara y la otra se dejó caer sobre la almohada. Parpadeando varias veces para despertar dijo...
—¿No recuerdas nada?
—Es más que obvio no.
Kourt preguntas estúpidas.
Separó su cuerpo y se acercó, quedando sentado en sus piernas justo como yo.
—Primero que nada—tomo mis mejillas y las estiro—deja de fruncir el ceño.
Alejé sus manos rápidamente.
—Ya dime, imbécil—mi humor comenzaba a ponerse de mal en peor.
—Ah no—inclinó su cuerpo hacia atrás—así no conseguirás nada.
Necesitaba ser lo suficientemente linda para conseguir la información, además de que tenía que darme mi ropa, la cual no encontraba.
Aunque me doliera en mi orgullo, tenía que hacer lo que él quisiese, claro con un límite. Apuesto a que había tenido era un ataque, siempre quedaban borros mis recuerdos cuando los tenía. Diablos.
Si había tenido un ataque frente a él significaba que me había visto toda sudorosa y alterada, nada glamurosa. Lo peor era que solo me daban cuando estaba en un momento real de estrés, tenía que decirme todo, y rápido.
—¿Querido imbécil, podrías contarme, por favor?
Al menos dije por favor.
Su rostro estuvo demasiado cerca, podía sentir su respiración y sus ojos examinando mis labios.
—Buen intento.
Solté un fuerte suspiro exasperada.
—Escucha, amigo. Necesito que me digas que pasó ahora mismo. Tengo que regresar a casa antes de que amanezca porque si no lo recuerdas, Ted pasará a buscarme. Además necesito mi ropa. Lo que me recuerda...¡¿Cómo carajos tengo puesto esto?!
«Ups»
Tomo su cabello entre sus dedos y me miro desde arriba. Esa expresión en su rostro me dio un poco de miedo.
Se re acomodo poniendo cada una de sus piernas a los costados de mi cuerpo, y sin permiso me rodeó con sus brazos y me atrajo a su cuerpo. Nuestros pechos tocaron y tuve que mirar hacia arriba para poder mirarlo a la cara. Era notablemente más alto que yo y sus brazos no le permitían moverme. La punta de su nariz toco la mía. Mis ojos se cerraron y mi corazón comenzó a latir a mil por hora, había algo que me hacía sentir de tal manera. Había estado así con otras personas antes, en fiestas, bares, clubs nocturnos pero no significaban nada, y eran bastante atractivos, pero no me hacían sentir así. Su cabello cayó por un costado de su frente tocando la mía. Cuando el calor golpeo mis labios, fue oficial, mi corazón se detuvo. Pero no me besó.
—Esta bien—habló—te lo diré con una condición.
Ya no estaba tan cerca, nuestros pechos ya no chocaban pero sus manos seguían en mi espalda. Cerré los ojos con fuerza, humillada y débil. Lo había permitido de nuevo.
—¿Qué quieres?
Tomó un momento.
—Dime quién es ese tipo del que estás escondiéndote.
Caí en cuenta, por eso había tenido mi ataque. Y Kourt lo había visto.
—Tu primero.
Me contó todo. Desde que llegue molesta al bar hasta cuando me desmayé en el sofá. Recordaba todo, recordaba que casi mataban a aquel idiota y que cuando llegue ya estaba más familiarizado que la cucaracha muerta en la esquina las escaleras del lugar. Pero tenía que reconocer que si no fuera por ese idiota, me hubieran encontrado, y Roboto no me hubiera podido traer a casa, porque probablemente lo hubieran encontrado llevándome y obviamente a mí con él.
—Es tu turno.
Me levante rápidamente de la cama caminando por toda la habitación. Recargue mi espalda sobre las puertas grises del armario, sintiendo el ligero frío de la alfombra bajo mis pies, mis piernas comenzaron a temblar por los recuerdos. Pero tenía que contárselo, había sido un trato.
Tomé una gran bocanada de aire que por un momento creí que había dejado sin respiración el cuarto.
—Su nombre es Dominik Dukart, se hace llamar doble D. Es estúpido pero fácil de recordar y más en su negocio. Es el tercer hijo de uno de los más grandes miembros de la mafia alemana. No maneja ningún tipo de interés en la compañía de su padre pero tienes que entender que siempre lo están cuidando y lo que quiere lo tiene. Lo conocí cuando tenía catorce, una de las navidades que vine a pasar aquí con mi abuelo. Éramos solo chiquillos. Entre en la tienda de música que está detrás del lago y él estaba ahí, sosteniendo el disco de vinilo que yo quería. Reclame que lo quería y él se negó, cuando se distrajo lo tome y lo pague. Verás, nunca me ha importado realmente. Después de eso me siguió y me pidió mi teléfono, el cual no tenía. Así que acordamos de vernos al otro día allí. Me había parecido lindo. Salimos un tiempo, y después yo volví a Nueva York. El se fue allá, buscándome. Ya habíamos crecido, tenía diecisiete y él dieciocho. En ese entonces yo salía con un chico, nada serio, solo nos divertíamos y un día desapareció. Cuando lo volví a encontrar ni siquiera cruzaba palabras conmigo, no sabía lo que había pasado y misteriosamente ese día me encontré con Dominik. Volvimos a salir, pero esta vez todo era más intenso, éramos pasionales y adolescentes. No tienes porque saber esto, pero lo hacíamos cada cinco minutos.
Como siete meses después conocí a sus hermanos y fue cuando todo cambio. Coches comenzaban a seguirme, pensé que estaba siendo paranoica, yo sabía quién era el, pero también sabía que ya no tenía nada que ver con ese mundo. Cuando le conté me dijo que él había estado vigilándome, que a sus hermanos les había gustado y que no querían que me tocaran. Eran peligrosos Kourt, demasiado. Lo dejé.

Las lágrimas ya comenzaban a brotar de mis ojos, pero esta vez no se derramarían.
Tome una pausa para mirar a Kourt. Estaba totalmente atento con los puños tan apretados que parecía que iba a romper su carne.

—Entonces vino lo peor. Comencé a recibir constante acoso. El chico se había obsesionado conmigo. Tuve que abandonar mi casa. Vivía sola mudándome de vez en cuando rentando departamentos o habitaciones, y cuando sentía que era seguro iba a visitar a mi familia. Luego me enteré que Dominik había amenazado a aquel chico, que le habían dado una golpiza para que se alejara a mí y que lo habían dejado fan mal que tenía miedo de volver a la escuela. Fui a enfrentarlo, le dije que jamás regresaría con él porque estaba malditamente loco. Le grité y él me gritó a mi. Rompió su sala con sus propias manos. Le prometí que jamás me recuperaría y que no intentara interponerse en mi camino. Entonces desapareció un tiempo. Todo estaba bien y cuando parecía que volvería a vivir mi vida de nuevo, cuando ya había vuelto a dormir en mi propia cama, ver a mi propia familia, pasó el accidente. Todo se quemó, la casa y todos los que estaban dentro. La camioneta en la cochera estalló. Todos murieron, mis cuatro hermanos, mi padre, y por alguna razón siento que fue mi culpa. Por él Kourt, por eso estoy escapando de él. Porque si me encuentra y sabe que estoy con alguien no le importará nada. Primero lo amenazara, y si eso no funciona lo torturara y al final...lo matara.
—¿Por eso te alejaste de Gabriel?
«No precisamente»
—No, hay algo extraño en él, la misma vibra tenebrosa y desquiciada de Dominik. No me mal interpretes, sé que es tu amigo, pero no me agrada.

Se levantó pesadamente con sus manos en la cadera. Se acercó a mí jalando mi brazo, obligándome a caminar unos pasos hacia él. Bajo poniéndose más o menos a mi altura mirándome a los ojos. Sin titubear dijo:
—Escúchame, sé que yo en específico no soy de tu agrado. Pero créeme cuando te digo que ahora odio mucho a ese tipo, que no es posible que haya hombres que sean tan estúpidos y posesivos y lamento decirte esto pero ahora no te quitaré los ojos de encima.
Tomó mi rostro entre sus manos obligándome a mirarlo.
—Haré que me quieras, Cova. Porque ahora tengo este estupido impulsó de querer protegerte, así que tendrás que acostumbrarte a mí, porque haré todo lo posible en este mundo para que me quieras. Ahora eres mi maldito problema, y los hombres no les dan la espalda.
—No vayas a decir que eres un caballero de armadura porque te rompo las pelotas.
Soltó una pequeña risa.
Lo que acababa de decir era simplemente lo más cursi que jamás hubiera podido escuchar. Y vaya que lo era, no se iba a dar por vencido, para nada iba a hacerlo. Le daría una buena guerra.

Cuando volvimos a la realidad me entrego mi ropa, y después me escoltó a mi casa. Ya dentro solté un fuerte grito que casi desgarra mi garganta. Oficialmente eran las cinco de la mañana, antes había estado totalmente equivocada.
No podía creer que ahora este tipo sabía todo, ahora no iba a poder mirarlo sin sentirme desnuda de algún modo. En especial con su declaración. Después de lo que le había dicho, no se había alejado. Iba a explotar mi mente.

Donga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora