Capítulo 4

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Encontrar a su humano no fue complicado, pero sí bastante agotador. Cerca de la medianoche, comenzaron a buscar por el continente asiático que, según recordaba Codrien de sus clases de preparación, era el más poblado de todo el planeta. En teoría, cuando estuvieran lo suficientemente cerca de su protegido, tanto Gaul como él deberían sentir una fuerte atracción hacia donde se encontrara y, sin embargo, tras peinar varias veces la zona no encontraron nada. La distancia a la que lo deberían sentir variaba con cada persona, pero la media estaba en, aproximadamente, la octava parte del radio de la Tierra, por lo que decidieron probar suerte en otro lugar. Enlazaron con Australia, pasando antes por todas las islas que se cruzaban. Las islas solían ser lo último que se registraba, ya que era mucho más simple cubrir amplios terrenos por tierra que viajando de isla a isla, así que se pasaron por las que encontraron cerca para ahorrar algo de tiempo.

En Australia tampoco hubo suerte. Atravesaron el Índico en dirección a África, concretamente a la isla de Madagascar. No lo encontraron allí, ni tampoco en el resto del continente.

-Oye, ¿y si descansamos un rato?

-¿Qué pasa? ¿Ya estás cansado? -preguntó Gaul con una sonrisa- Aguanta un poco, ya casi estamos en Creta.

El demonio señaló al horizonte, donde comenzaba a intuirse la silueta de una costa. Un tiempo después, se encontraban sobre una ancha columna, en las ruinas de lo que en su tiempo debió de ser un gran palacio. Gaul estaba con la mirada perdida en el horizonte, meditando. Por su parte, Codrien había optado por reclinarse sobre la superficie lisa de la columna. Le estaba dando vueltas a todo lo que le esperaba cuando encontraran al niño al que tendrían que custodiar. Risas, lamentos, emociones... "Un ciclo vital completo". Suspiró. Aunque sabía que posiblemente le quedaran dos o tres custodias más por delante, el hecho de acompañar a una persona hasta su muerte se le antojaba muy largo. Todos los ángeles y demonios pasaban por eso al menos una vez, así que supuso que al final se haría a la idea. Miró a Gaul, que seguía tranquilo, mirando al infinito. Su compañero tampoco daba señales de descontento, aunque tampoco es que diera señales de sentimiento alguno. En la posición en la que estaba y con un poco de pintura, se podría hacer pasar perfectamente por una de las estatuas del palacio.

Entre tanto, volvió a reparar en las alas negras de Gaul. Aún con tan poca luz como había, seguían pareciendo parte de la noche. Había una línea de plumas en medio de ambas alas que tenía un cierto brillo barnizado. Codrien también la tenía, pero al ser sus alas blancas, cuando les daba la luz casi no se notaba. Le seguía sorprendiendo que ambas razas fueran tan idénticas. Alargó la mano para acariciar las plumas negras de Gaul. Su tacto era suave y agradable, no áspero y tosco, como se empeñaban en creer los niños de su barrio. Sus alas no eran diferentes de las de cualquier ángel y, sin embargo, sí que apreciaba algo diferente en ellas, aunque no sabría explicar el qué. En ese momento, Gaúl volvió la cabeza hacia atrás.

-¿Qué haces?

Codrien retiró la mano, avergonzado. Gaul se le quedó mirando a los ojos, esperando una respuesta, pero el ángel no sabía qué decir.

-Yo solo... -balbuceó, nervioso-...solo sentía curiosidad.

-Tranquilo -Gaul se volvió de nuevo, dándole la espalda-. No me molesta. Pero la próxima vez avisa.

Se produjo un silencio incómodo, al menos para Codrien. Ya le valía. Primer día juntos y ya le había demostrado su ineptitud dos veces. Se sentía torpe y estúpido. "¿Puedes cagarla más? Vamos, te reto", se dijo a sí mismo.

-Si te soy sincero, no te esperaba así -comentó Gaul, sacando a Codrien de su ensimismamiento.

-¿Así cómo?

-Pues así -repitió el demonio, girándose del todo y reclinándose con Codrien-. Donde yo vivía, todos los niños dicen que sois unos seres espantosos, escuálidos, con dedos largos y huesudos. También dicen que podéis convertir vuestra lengua en una espada, invocar aros luminosos sobre vuestra cabeza y cosas por el estilo.

-Pues mejor no te digo lo que dicen de vosotros de donde yo vengo -Codrien soltó una risita.

-Eh, dímelo.

-Pues dicen que tenéis piel de reptil, cuernos enroscados, alas de murciélago y una larga y delgada cola con la punta en forma de flecha -explicó el ángel con una sonrisa-. Ah, y largas garras y colmillos.

-Bueno, en realidad, sí que somos así -dijo Gaul. Al ver la cara de confusión de Codrien, se corrigió-. Mejor dicho, podemos ser así. Es el aspecto que tenían nuestros antepasados, y por decirlo de alguna manera, nos ha quedado en herencia.

-¿Y por qué no lo usas? -preguntó Codrien, extrañado.

-No es muy agradable a la vista.

A Codrien esa explicación le sonó bastante ambigua. Gaul no parecía muy cómodo hablando de eso, así que prefirió cambiar de tema.

-Bueno, los ángeles sí que podemos invocar un aro de luz -comentó Codrien-. Aunque no sirve para mucho. Pero lo de la espada es pasarse de imaginativo, ¿no crees?

-Pues sí, la verdad -rió el demonio-. Pero nuestros cuernos tampoco son tan largos. Crecen con la edad. Los míos levantan apenas unos centímetros de mi cabeza.

-Bueno, pues quiero que un día me enseñes tu otra forma -dijo Codrien-. Y yo prometo enseñarte mi aro de luz y la espada de mi boca. ¿Trato?

Codrien extendió su brazo hacia su compañero, con una sonrisa. Gaul le miró con gesto divertido, y estrechó por segunda vez la mano del ángel.

-Trato.

******************************

-Jack Wolves. Ruso, nacido en un pueblo a las afueras de Moscú. Inteligente, creativo, alegre. Tímido, pero muy sociable en un futuro. Algo temperamental, pero solo con los más cercanos.
»Sus dos mejores amigos son Bernard Pavlov (Ben), de su misma edad, y Miles Aurargénteo, originario de España y un año mayor que ellos. Miles es el ídolo de Ben y Jack, ya que tiene una personalidad madura y responsable, que alterna con otra más traviesa e infantil. Por su parte, Ben es muy introvertido y tímido; si no es con Jack solo habla cuando es estrictamente necesario, e incluso le cuesta con él.
»Sus padres, los Wolves, no son muy diferentes del resto de padres. La señora Wolves trabaja en una empresa de gestión de datos en Moscú, por lo que solo la ve a partir de las 8, que es cuando vuelve del trabajo. El señor Wolves, por su parte, es músico, y normalmente se encuentra siempre en casa. Los únicos momentos en los que no está es algún fin de semana o algunos días de fiesta, en los que sale a tocar por otros pueblos de la zona. Su abuela, Karina, vive con ellos. Jack la considera la persona más buena y sabia de todo el mundo.
»Actualmente, Jack es feliz. Con Ben, Miles y su familia le basta, y no necesita mucho más.

Tras la extensa explicación, el ángel guardián del señor Wolves se giró hacia los dos chicos.

-Bien, ¿alguna pregunta?

Gaul y Codrien se miraron, y después volvieron la vista hacia el niño de claro pelo castaño y ojos de color miel que descansaba sobre la espaciosa y cómoda cama de madera. Codrien se irguió y devolvió la mirada al ángel que iba a sustituir.

-¿Dónde hay que firmar?

La Tríada de la Armonía I: TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora