Capítulo 7

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Los ángeles y los demonios son capaces de cambiar de aspecto. Pueden ocultar sus alas, así como convertirse en animales, aunque siempre conservan alguna característica de su forma original.

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Con cuidado de no doblar el folio-tablero, Jack dio la vuelta al vaso que les serviría de indicador y lo deslizó hasta dejarlo sobre la letra G, como había leído que se debía hacer en una página web. No confiaba mucho en las cosas sobrenaturales, pero aún así le parecía mejor no arriesgarse. Por su parte, Ben estaba muy nervioso. Había palidecido un poco, y le temblaban las manos.

-Bueno, ¿y ahora qué? -preguntó, no muy convencido de lo que estaba haciendo.

-Según lo que he leído, tendríamos que hacer una especie de ritual de apertura -dijo Jack-. Creo que con ura oración bastaba.

-Y bien, ¿te sabes alguna?

-Me sé el Padrenuestro, pero no sé si sirve -respondió Jack-. También he leído que se podían esparcir joyas a nuestro alrededor o algo así.

-Perfecto -sonrió Ben con ironía-. ¿Tienes joyas?

-Pues resulta que sí, listillo -Jack se levantó del suelo y se dirigió a su mesita de noche. Se sacó una llave del bolsillo y la introdujo por una cerradura casi imperceptible a la vista, abriendo un cajón oculto en el lateral de la mesilla. De él sacó una cajita negra con detalles dibujados en dorado. Se volvió hacia su amigo, que lo miraba espectante-. Mi parte del tesoro familiar. Ahora ya sabes dónde está, así que no lo toques si no quieres perder un brazo.

-Uh, qué miedo.

Jack ignoró el comentario de Ben y se concentró en la cajita. Era el legado de un antepasado muy lejano de su familia, que se conoce era un pirata muy afamado en su zona. Otro antepasado, aunque más reciente, encontró un cofre lleno de oro y piedras preciosas que el capitán había hundido en medio de un lago, y decidió repartir el tesoro entre sus hijos. Cuando crecieron, estos hicieron lo mismo con sus propios hijos, y estos a su vez con los suyos, hasta llegar a la abuela de Jack, que había repartido su parte entre él y su hermana. Cada vez que lo pensaba le sonaba a una película de Hollywood. Cogió siete u ocho piedras preciosas y cerró la cajita, dejándola en el pequeño hueco que había bajo la cama. Colocó las joyas alrededor del tablero y se volvió a colocar junto a su amigo. A la luz de las velas, las piedras emitían destellos de color sobre el tablero de la Ouija, dándole un aspecto bastante extraño. Ben le miró, atento.

-Ahora se colocan los dedos sobre el vaso, ¿no?

-Así es -afirmó Jack-. ¿Quieres ser el médium?

-¿Que si qué?

-El médium es el que hace las preguntas. En teoría debería ser el más sensible ante estímulos espiri...

-Ya sé lo que es un médium -le cortó Ben-. ¿Pero a ti qué te pasa? Es decir, me invitas a tu casa para probar un "juego" en el que podemos llegar a liberar un espíritu malvado, ¿y encima me pides que sea yo el que hable con él? No, no, ni de coña. Te toca a ti hacer el trabajo sucio, y si no no me metas en estas mierdas.

-Bueno, relájate, tío -dijo Jack, intentando calmarle-. Pensaba que te haría ilusión.

-A ti se te va -repitió el chico-. Se te va mucho.

La Tríada de la Armonía I: TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora