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—¡Ezequiel!
Me di la vuelta justo en el momento en que Yael se abalanzaba sobre mi y me tiraba al suelo.
—Buenos días a ti tambien— dije soplándole en la cara.
—¡Que asco! ¡Tienes olor a mierda!— se levantó tan rápido como se tiró.
Me levanté.
—¿Que querías, enana?— dije entrando a la cocina y sirviéndome leche en un vaso.
Ella se sentó en una silla del desayunadero (que no se como mierda se llama) con una revista poniéndola sobre él.
—Ven a mirar esto— dijo y señaló un cuadro pequeño —. Buscan modelos, ¡Podemos inscribirnos!
La miré y vi como su sonrisa llegaba a sus orejas y sus ojos brillaban.
Sonreí y eructe.
Me di la vuelta buscando cereales.
—Ya, que malo eres. — me la imaginé apuntándome con un tenedor. Me agache, y efectivamente el cubierto paso volando por sobre mi cabeza.
—Buen tiro.
La miré y comí cereales frente a ella.
—¿Me ves cara de modelo?— dije mirándola medio adormilado y sin camisa.
Plantó su mirada en mí y se sonrojó.
—...si— dijo.
Reí.
—Bueno, tú podrías ser modelo de feas.
Ella fruncio el ceño y me tiró un cuchillo que volví a esquivar.
Cuando estaba por tirarme otro me acerque a ella y le tomé la mano mirándola muy de cerca.
—Eso es peligroso.
—Yo soy peligrosa.
Eso me hizo sonreír mientras le miraba los labios.
—Esa es la mejor parte.

Crónicas De Un IncomprendidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora