Ojos negros, pardos, con motas verdes y pupilas azules, me miraban fijamente, piel dorada pero pálida los hacia contrastar un halo de cabello tan dorado como el oro flotaba por su cabello, quería hablarme aunque no pronunciaba palabra, ni sus labios se movían, estaba segura de que algo quería decirme. Poco a poco fui notando mas rasgos, una boca de grandes labios bien delineados, una nariz recta y ancha, iba vestido con un pantalón azul claro, flotando en el agua en alguna parte del mundo. No podía hablar, estaba conteniendo la respiración, hace mucho tiempo yo diría, pero podía ver en sus ojos que algo quería decirme, quería que yo lo entendiera, pero esa simple mirada no bastaba, se me hacia familiar de algún lado, no entiendo de donde, ni en que momento lo pude haber visto, podría ser un deja vú nada mas. Poco a poco comienzo a sentir la presión del agua, caigo en cuenta de que yo también estoy flotando a la deriva junto con el, de la nada algo rojo comienza a verse en el agua, no puedo distinguir de donde viene hasta que veo como la cara de aquel chico se contraerse de dolor. Un corte a la altura de su cintura, se abre camino despacio, desde la izquierda hasta mitad del ombligo. El muchacho empieza a cerrar sus ojos a la vez que yo comienzo a desesperarme, su herida se hace cada vez mas grande y a medida que se ensancha va perdiendo la conciencia. Quiero llegar hasta el, por los mil y un demonios juro, intente llegar hasta el pero simplemente se iba alejando, cada vez mas, esparciendo esa bruma roja que salia de su costado y lo dejaba inconsciente. Todo se hace mas borroso a medida que se va y solo puedo ver rojo, distintas tonalidades, pero son todos rojos tan vividos que creerías poder tocarlos y perderte en ellos. Quiero llorar y gritar de la impotencia pero sigo bajo en agua que ahora se tiño de sangre, distingo un tono en especial que no para de oscurecerse, primero rojo, luego bordo, y así hasta el negro mas puro que haya visto en mi vida, unos ojos dorados se abren y me miran con felicidad y satisfacción. "Ya falta poco". Esa frase resuena y taladra en mi cabeza de manera fuerte e imponente. Toda la presión que hay en mi se esfuma de la nada, me siento liviana, el rojo desaparece, esos penetrantes ojos dorados también, al igual que la mancha negra, todo se vuelve un blanco brillante y cegador, una figura se comienza a acercar de nuevo, es una chica, de pelo negro y ojos dorados. Sus labios se mueven pero nada sale de ellos. "Tranquila, nadie te hará daño, ya estas aquí, podemos comenzar..."
"Te escondiste bien pequeña Thera".
Me despierto sudando en una cama de enorme tamaño tratando de retener el sueño en vano, me cuesta ubicarme hasta que recuerdo todo de golpe, mi madre, la isla, Myles, dioses bipolares, y por todos los dioses porque no me dejaron donde estaba, ahí no tenia problemas y tenia una excelente compañía.
Un poco mas despabilada noto como algo húmedo mancho las sabanas, la levanto las cobijas y todo se nota rojo, mi sangre derramada por todo el colchon, y una herida ya cicatrizada desde la altura de mi ombligo hasta el lado izquierdo de mi cintura. Alterada me levanto de la cama y corro a un espejo de piso a techo que hay en la habitación a revisarla, parece una herida vieja a pesar de que estoy mas que segura que ayer no estaba allí. En el Olimpo pasan cosas extrañas, me dije a mi misma, tengo un templo, dioses que me odia, y dioses que me soportan, cualquier cosa podría ser posible aquí. Salí de la habitación con un hambre de mil demonios y me encuentro con una bandeja de plata llena de fruta y cereales, una tarjeta reposaba sobre la manzana mas roja que haya visto nunca "Que lo disfrutes, no quise despertarte se que estabas cansada, comer algo te hará bien.". Nada en este lugar me inspiraba confianza, mucho menos el que alguien entrase sin mas a mi templo mientras dormía, sin embargo parece que mi estomago tenia otros planes porque al ver toda esa comida comenzó a sonar. Naranjas, frutillas, uvas, bananas, manzanas, y muchas mas estaban apiladas en una bandeja de plata, perfectamente acomodadas. Un desayuno nunca le hizo mal a nadie verdad?
Desayuno y salgo vestida por el mismo vestido con el que llegue solo que ahora las manchas de sangre de mi madre se transformaron en flores naturales adornándolo, dándome a entender sigue conmigo. Ojala fuese así. Enserio quiero creer que es eso e ignorar esas malditas rosas negras.
ESTÁS LEYENDO
De la ira de los dioses
FantasyThera, una niña destinada a no nacer, producto de una pelea de hermanos, un alma salvaje, una diosa por descubrir. La hija bastarda de los tres grandes. "Este es un juego de vida y muerte. Espero que sobrevivas."