Calipso sintió una nueva presencia en su isla y es que era prácticamente imposible no hacerlo, ella era la única persona en Ogigia, condenada por los crímenes de su padre a la soledad eterna, cuidaba de los héroes heridos y o perdidos en el océano, obligada a dejarlos partir cuando quisiesen, y a llorarlos cuando se fuesen. Corrió hasta las costas de su isla tropezando con su largo vestido blanco, algunos mechones de su trenza se desataban e iban a parar en su cara, nada de eso lograba aminorar su paso, hace mas de 20 años nadie iba a su isla, prácticamente había olvidado como eran los héroes, sabia que tarde o temprano iba a tener que despedirse pero no le importaba.
Llego a la playa pero no veía a ningún hombre, no encontraba a nadie pero seguía sintiendo una poderosa presencia. Estaba por darse por vencida ya creyendo que era su imaginación jugandole una mala pasada cuando de repente escucho un llanto, uno leve, apenas audible. Calipso no entendía absolutamente nada, que rayos hacia un bebe en Ogigia. Se acerco lentamente y con mucho cuidado, realmente no tenia idea de que se trataba todo esto, a medida que se acercaba el llanto se hacia mas fuerte y fue cuando la vio. Una preciosa niña con unos penetrantes ojos azules cubiertos de lagrimas, el pelo de un negro azulado mas profundo que el de la propia noche y una tez blanca de piel digna del propio Hades, al acercarse todavía mas noto que en sus ojos existían unas pequeñas motas doradas, sin dudas esta seria hija de algún dios, ¿pero de cual?.
Al tomarla en brazos la niña ceso su llanto, tenia una belleza tan cegante como la de la propia Afrodita, era obvio que en poco tiempo al crecer ya estaría causando estragos en el Olimpo, pero ¿como había llegado a su isla? esa pregunta le carcomía la cabeza desde el momento en que la vio.
La bebe comenzó a llorar y revolverse en sus brazos, los relámpagos rodearon su isla y el mar comenzó a agitarse, se apresuro dentro de su hogar en el medio de Ogigia, los dioses nunca había irrumpido su paz, ¿porque comenzar ahora?. El frió y la oscuridad inundaron toda la isla exceptuando la casa de Calipso, la joven muchacha alimento y acuno a la niña que pronto se durmió, la llevo hasta su cama y se acostó con ella y poco tiempo después se quedo dormida.
Fuera de la casa en plena isla Hades impedía el paso a Zeus quien impotente por la insolencia de su hermano pedía ayuda a su Poseidon que reía de la ridícula situación. Atenea con asco de pisar la isla de Calipso hizo llamado a la conciencia de sus hermanos, era la una de las pocas diosas con el impulso, la fuerza y la valentía de hacer frente a sus hermanos, les imploro que dejaran a la bebe en paz que luego verían que hacer con ella, esa niña tenia fuerza del propio Cronos era posible que al mínimo intento de dañarla matara a sus hermanos, pero ella no iba a decirles eso, era inteligente y Zeus impulsivo, miles de años de convivencia le hicieron aprender que había ciertas cosas que no podía contarle si quería evitar que la demencia se apoderara de el.
El amanecer se hizo presente y los dioses tuvieron que volver a su hogar, era imperativo que Calipso no los viera, era bien sabido que la muchacha podía conquistar a cualquiera y que por mas que de una bebe se tratase iba a usarla en su contra, no podía saber de donde venia esa niña era imposible.
En la mañana Calipso se despertó y observo al bebe, era preciosa rasgos finos y delicados labios carnosos pero finos, pestañas negras que se intercalaban con doradas, esa niña era la perfección hecha carne, sintió una pequeña punzada de celos, seguramente era hija de Afrodita, si era lo mas seguro. Salio de su casa y observo el cielo completamente nublado, una ráfaga de viento gélido paso rápidamente por la isla y seguidamente el llanto de la niña se escucho y fue corriendo a buscarla al tomarla en brazos la pequeña abrió sus ojos y eran de un profundo verde agua, el océano debía envidiar sus ojos, aunque hubiese jurado que eran azules era imposible haber hecho semejante cambio de la noche a la mañana, pensó que lo mas probable haya sido una ilusión de la luz del atardecer. La bebe empezó a mover los brazos hacia ella y la invadió una sensación increíble, iba a criar a aquella pequeña, ya no estaría sola, los dioses le habían regalado compañía eterna.
Con lagrimas en los ojos se sentó en la arena, agarro su pequeña mano y con una gran sonrisa en la cara le dijo.
- Mi pequeña niña, te voy a criar como si de mi hija se tratase, seras mi pequeña Thera.
La bebe comenzó a reír en sus brazos.
- ¿Te gusta ese nombre? Thera, si yo creo que te queda bien.
No pudo evitar sonreír mas si es que podía, abrazo a la niña un poco mas.
- Mi pequeña Thera.
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De la ira de los dioses
FantasiThera, una niña destinada a no nacer, producto de una pelea de hermanos, un alma salvaje, una diosa por descubrir. La hija bastarda de los tres grandes. "Este es un juego de vida y muerte. Espero que sobrevivas."