CHAPTER TWENTY-FIVE

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Licor narniano

Hoy también habría otra fiesta. Después de pasar toda la mañana viendo justas y combates por diversión –lo que no fue demasiado de mi agrado–, decidimos pasar la tarde paseando por la ciudadela. Las calles seguían decoradas con los colores narnianos y los colores telmarinos. Aunque hace unos días eran unos colores que vestían los soldados de distintos ejércitos, ahora se unían en armonía llenando de vida el lugar.

Esta tarde no llevaba un vestido tan elegante como el de la coronación, pero me gustaba más. Era completamente de un color azul que no sabría definir al cien por cien, pero me encantaba.

Eso es porque te recuerda a los ojos de alguien.

Aparté ese pensamiento de mi mente, cuando el dueño de esos ojos me habló.

– ¿Has visto a Lu?

– Estaba aquí hace un momento – Dije mirando a los puestos que teníamos a nuestro alrededor.

– ¡Peter! ¡Sophia! – Gritó mientras se acercaba a nosotros la más pequeña.

– Lucy, te estábamos buscando.

– Perdona, Peter – Se disculpó ella, aun con la sonrisa en la boca.

– Lu, tienes que avisarnos si te separas de nosotros. Puedes perderte, aquí hay mucha gente – Le expliqué.

– Si lo sé, pero ¡mira!

Entonces nos mostró lo que tenía en las manos y que había estado escondiendo en su espalda. Sonreí al ver las tres coronas hechas de flores de los colores telmarinos y narnianos.

– Son preciosas, Lu.

– Me las han regalado. Una es para mí, esta es para ti –dijo mientras me la entregaba– y esta es para Susan. ¿Sabéis dónde puedo encontrarla?

– Esta con Edmund y Caspian al final de la calle – Peter le explicó, señalando el lugar exacto.

– ¡Gracias! Voy a dársela ahora mismo.

Me reí, mientras ella iba hacia su hermana mayor, debido a su gran entusiasmo en las cosas. Después de reírme me entró un gran bostezo, el cual tapé con mi mano.

– Disculpa – Dije sonrojada al ver como Peter me miraba con una media sonrisa, evitando no reírse.

– No te preocupes. Yo tampoco he podido dormir demasiado esta noche.

– ¿No estás cómodo en el castillo? – Pregunté, burlona.

– No mucho. Las sillas del castillo son elegantes, sí. Pero un poco incomodas.

Entonces me reí, mientras caminábamos, esta vez hacia el mismo lugar donde estaban los demás.

– No sé porque elegiste sentarte ahí. ¡Había sitios más cómodos!

– La cama estaba ocupada por otra persona – Dijo todo serio.

Cuando paré de golpe mi paso, noté un calor en mis mejillas. Peter se paró un paso más adelante al ver que yo no seguía caminando. Cuando se giró y se quedó justo enfrente, se empezó a reír.

– Era broma – Entonces miré hacia el suelo–. Dámela –continuó hablando, esta vez con la mano extendida hacia mí. Le di lo que me pedía, la corona de flores–. Si no te la pones, Lucy pensara que en realidad no te ha gustado.

Seguí mirando el mismo punto en el suelo, mientras el me la colocaba en la cabeza. Cuando acabó, puso sus dedos en mi barbilla y me levantó la cabeza. El siguió mirando la corona, pero yo le miraba a los ojos.

Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora