CHAPTER FIVE

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La mesa de piedra

Lucy y yo nos adelantamos con sus hermanos y el mío al principio de la marcha, ahora dirigida por Caspian y Peter, que hablaban sobre soldados, armas y demás. Susan –sabía su nombre gracias a Lucy, ya que aún no había hablado con ella– iba detrás de los dos chicos junto a Edmund, los dos en silencio. Pensé que debían estar afectados con todos los cambios que había sufrido Narnia desde su tiempo. Detrás de nosotras ahora estaban los dos enanos y Buscatrufas conversando.

– ¿Y bien? –Dijo el animal– ¿Cómo son? –Preguntó, claramente hablando de los reyes de los tiempos pasados. Realmente los narnianos les tenían verdadera estima.

– Rebeldes, quejicas... y también tercos como mulas.

– Entonces –Dijo el más gruñón– te caerán bien.

Segundos más tarde el otro enano contestó – Muy bien –. Y Lucy y yo empezamos a reírnos, obviamente en voz baja. Esta niña era encantadora.

Veinte minutos más tarde, vi como Caspian y Peter dejaban de caminar. Delante de ellos una enorme pradera de color verde comenzaba y muy adelante, una montaña –O eso parecía desde nuestra posición– y otro bosque finalizaba la extensión de la pradera.

Seguimos andando, esta vez Lucy y yo también, hacia la montaña. Con cada paso más cerca de ella, y cada gruñido de dolor, me di cuenta que no era una simple montaña, sino una cueva, más bien un templo. Tenía un camino de piedra que te guiaba a una entrada de piedra un poco inferior al suelo de la pradera.

Al llegar justo delante, los centauros se adelantaron y se pusieron a los lados de aquel camino, elevando sus espadas. Los reyes del pasado, ahora los cuatro en fila, se adelantaron y continuaron caminando firmemente y sin dudar hasta entrar. Caspian y yo, con narnianos incluidos, les seguimos, siempre dos metros por detrás.

Dentro ya había gente instalada. Había herreros forjando armas, escuderos contando escudos... Por todos lados había gente y los recién llegados ya estaban buscando tareas con las que ayudar. Los dos reyes y mi hermano y yo nos paramos en medio de la sala principal de aquella gran galería de cuevas, mientras que Susan seguía a Lucy quien ya estaba investigando el lugar.

– Estaréis acostumbrados a otra cosa –Les dijo Caspian– pero es defendible.

– ¡Peter! –Gritó Susan, que ahora estaba un poco alejada de nosotros, mirando uno de los pasillos.

Peter camino hacia ella y los dos se adentraron en el pasillo. Caspian les siguió, igual que Edmund y yo.

Peter empezó a alumbrar todas las paredes del pasillo hasta el final con una de las antorchas que había por allí. En las paredes había dibujos. Uno era el de dos niñas a lomos de un león corriendo. Otro, el de cuatro reyes, dos chicas y dos chicos, junto a sus tronos.

– Somos nosotros –Dijo Susan sorprendida, mirando a sus hermanos.

Cuando me fijé en los demás, pude comprobar que tenían la misma o más cara de sorpresa que su hermana.

– ¿Qué es este lugar? –Nos preguntó Lucy.

– ¿No lo conocéis? –Dijo Caspian. Y a continuación cogió otra antorcha y continuó andado por el pasillo. Lucy empezó a caminar a mi lado.

Más dibujos comenzaron a aparecer. Como el de un fauno con paraguas junto a un farol. Después de bajar unas escaleras, llegamos a la sala final. Caspian encendió allí una gran antorcha que iluminó toda la sala, mostrando que las paredes de este cuarto tenían relieves con retratos de personas animales y de un león, Aslan.

Los cuatro chicos se quedaron más sorprendidos, si es que eso podía ser posible. En frente de ellos, en el centro de la sala, se hallaba una mesa de piedra rota. Lucy caminó lentamente hasta ella y la tocó. Cuando volteó hacia sus hermanos habló.

– Sabrá porque lo hace.

No sabía de quien hablaban, hasta que vi como Susan dirigía la mirada hacia el retrato del león, situado delante suyo. Peter también lo miraba, pero a la vez negaba con la cabeza.

– Ahora es cosa nuestra –Dijo el joven mirando a sus hermanos.

No está de más decir que Caspian y yo nos sentíamos fuera de lugar, así que nos marchamos, dejando a los cuatro hermanos espacio e intimidad.

– Creo que deberías ir a cambiarte –Me susurró mi hermano mientras nos íbamos.

Sí, aún estaba vestida con aquel ridículo camisón.



Narnia. Una nueva y diferente aventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora