Nuestro viaje prosiguió silenciosamente.
Mientras cruzábamos el bosque del sudoeste -al que nunca pusieron nombre- empecé a divagar acerca de mis posibles planes. Ya había ocurrido la parte más complicada: tomar la decisión de dejar atrás Highland y todo lo que me pertenecía allí y escapar de la ciudad con mi nuevo compañero de viaje.
Miré a Yon. ¿Adónde iría él? Más tarde se lo preguntaría. A lo que intentaba encontrarle el sentido con ahínco era a mis propios actos. Aún no conseguía explicarme el porqué de mi huida. Mi vida era excelente; gozaba de salud, riqueza y era muy querida, pero yo quería más. Sí, eso era. Highland se me hacía pequeño, y en el planeta moraban tantas criaturas desconocidas para mí como yo para ellas.
Aún así eso no respondía a mi pregunta más urgente: ¿hacia dónde ir ahora?
-Oye, Yon -No se inmutó, pero sabía que me estaba escuchando-. ¿Adónde vamos?
-A La Boca Del Lobo.
Sonreí y deshice la sonrisa rápidamente. No bromeaba. El nombre resultaba realmente irónico.
-¿Y quién bautizó el lugar de ese modo?
-Es una pequeña broma entre los de mi clan. Y una broma peligrosa para los que no lo son -le brillaron los ojos-. Pero no te acongojes, vienes en mi nombre.
Me tanquilicé con su seguridad. Seguía llamándome la atención su acento. Como nunca había salido fuera de las murallas de Highland, naturalmente no supe identificar su origen.
-¿Podré ir contigo? -denoté una nota infantil en mi pregunta y me obligué a mí misma a parecer más adulta-.
-Por ahora sí. Estarás a mi cuidado y el de mi mujer cierto tiempo, pero no será correcto que permanezcas durante más de unos días.
Permanecer. Caí en la cuenta de que escapé del único sitio en el que el permanecer estaba asegurado para mí.Descansamos recostados cerca de la orilla de un arroyo. El lugar bien podría haber estado repleto de seres mortalmente peligrosos, pero el alegre cantar del agua nos conciliaba el sueño y la paz.
Al amanecer me desperté y me acerqué al arroyo para saciar mi sed. Me sorprendí al ver mi reflejo en el agua. La última vez que me había mirado en un espejo fue antes de cumplir los trece, en la alcoba de mi hermana; ella sí que usaba espejos. En ese momento, con diecisiete años, comprobé que mis facciones habían cambiado. Mi blanco rostro contrastaba con mis ojos y pelo oscuros, aunque pálidos también. Mis largas pestañas compensaban mis ojos ligeramente entrecerrados, agrandándolos de esa manera y mi rostro ovalado era el idóneo para esos pómulos altos y marcados, con una rojez natural y tentadora, al igual que mis labios. Era hermosa.
Por el rabillo del ojo detecté un movimiento apenas perceptible y cuando clavé mi vista en esa criatura supe que era la más bella que había visto hasta entonces.
Una hermosa sirena, desnuda de cintura para arriba, desenredaba su cabellera rubia con los dedos, sentada en el saliente de una pequeña roca. Se percató de mi presencia y tras dedicarme una mirada indiferente volvió a su quehacer.
Yon se levantó y bebió agua a mi lado.
-Es hora de marchar.
-Bien.
El hombre lobo siguió el rumbo de mi mirada y comentó:
-Son unas criaturas extrañas e interesantes, así como peligrosas. De hecho, los oceanos son una de las especies más temibles que hay en este planeta. Los de por aquí aún consiguen ser más pacíficos, sobre todo si van por separado, pero los del antiguo Mar Negro siempre tienen hambre.
-Pero no debería haber peligro fuera del agua en el que estén, ¿verdad?
Apenas había leído sobre los oceanos. Los oceanos -y sus respectivas hembras, las sirenas- eran criaturas semejantes a peces, con su misma cola escamosa y bránqueas, tanto en la cola como en algunas partes humanas como los omóplatos y el cuello. Eran bellos y la mayoría poseía un poder único en su especie: la última melodía. Se llamaba así porque su canción era la última que oían sus presas. Estas eran hipnotizadas por la música que les ofrecían los depredadores, era su cebo; y así las víctimas eran arrastradas hasta su sádico final, el cual aun desconozco.
-Por desgracia, lo hay. Algunos oceanos y sirenas pueden salir del agua y llevar una vida normal. A esos se les llama súcubos.

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La Reina De Las Bestias
FantasíaSoy Anya y estoy presa en la rutina. Mi familia y yo nos dedicamos a la importación de armas en nuestra ciudad, Highland, una ciudad con el peligro constante de ser atacada por las bestias. Nuestros guerreros necesitan las armas para protegernos d...