Enmudecí. No era capaz de asimilar lo que Pia me acababa de decir.
-¿Duendes? -Balbuceé.
Pia asintió casi imperceptiblemente.
-Pero si los duendes son prácticamente inofensivos... Y no tiene sentido, ellos y los humanos forman parte del mismo bando en esta guerra.
-Tal vez el conflicto no tuviera nada que ver con la guerra -sugirió Joah.
Recordé aquel duende que Maud, la guardiana de Highland, me dijo que ejecutaron en su día. Tal vez ese duende tuviera familia. Una familia muy numerosa y con sed de venganza.
Pensé en mi controladora madre; en el padre que apenas veía; en mi triunfadora e inteligente hermana.
-¿Están todos muertos?
-Eso creen mis superiores.Estuve devastada. Mi corazón estaba destrozado. Las horas que duró el viaje de vuelta se me hicieron muy cortas, porque no sentía nada. De hecho, no recuperé plenamente mi parte racional del cerebro hasta una semana después. No recuerdo qué hice; la depresión me lo impedía. Mis seres queridos me contaron que me ocupaba de los quehaceres habituales, pero me asemejaba a una criatura sin alma, como si fuera un trozo de materia inerte que ejecutaba órdenes susurradas de algún ser invisible a mi lado.
Desperté de mi trance. Tal vez habría asimilado la noticia al fin.
Ese día, a mediados de abril, me desperté con fuerzas para seguir adelante. Abrí los ojos y me giré hacia la izquierda. Mi movimiento despertó a un Joah somnoliento, quien me contempló detenidamente.
-Has vuelto en ti.
-Sí.
Callamos unos instantes.
-¿Cómo se está adaptando Pia? - Pregunté al recordar a mi nueva amiga.
-Increíblemente bien. Más rápido de como lo hiciste tú -me pinchó, sonriendo.
-Apuesto a que sí, pero yo conseguí a un chico encantador en tan sólo un par de semanas.
-¿Eso crees? -me preguntó, travieso-. Ella y Martin están teniendo encuentros muy frecuentes -se rió de mi expresión de asombro-. Se rumorean muchas cosas.
-¿Martin y Pia?
No cabía en mí de la sorpresa.
-Sí.
-¡Eso es estupendo! Martin es un chico muy fuerte y tierno.
-No más que yo -hizo un puchero adorable-. Además, él no posee unos rizos tan definidos como los míos.
Me rendí a las carcajadas. Joah celoso. Algo muy digno de presenciar. Sin embargo, había más asuntos de los que estaba desinformada.
Joah denotó mi cambio de humor y se puso tenso.
-¿Qué ocurre, nena?
-Quiero saber qué habéis estado decidiendo con respecto a la guerra.
-No sabemos qué hacer ni adónde ir. Eso sí -se mostraba decidido-, no nos quedaremos de brazos cruzados. Luke, el agricultor, hizo un amigo en su juventud que era un lobo solitario. Dice que actualmente está unido a una manada en Suiza. Suiza ha sido víctima y culpable a la vez de muchas de las pequeñas batallas; lo sabemos por los múltiples ataques que han habido al centro y este de Europa. Luke se ha ofrecido voluntario como heraldo para preguntar por la situación y recibir órdenes.
Era una buena idea.
-Eso está genial. Y una vez sepamos qué hacer, ¿partiremos rumbo al corazón de la guerra?
-Seguramente -respondió con tranquilidad.
-¿Cuánto tiempo se tarda en ir hasta Suiza?
-No lo sabemos. La mayoría nunca ha salido de aquí y no medimos bien las distancias largas.
-Ah.
-Vayamos a desayunar.
Se preocupaba por mí. Incluso después de mi estado demencial me procuraba lo mejor.
-Vayamos -le sonreí y besé.
Justo cuando estábamos bajando los escalones alguien golpeó la puerta. Joah fue a abrir y yo me serví de la leche que había ordeñado mi prometido ayer antes del anochecer. Este vino a la cocina acompañado de Yon, Irelia y el pequeño Matty.
-¿Cómo está nuestra humana esta mañana? -preguntó Yon, haciéndoselas de padre conmigo, como ya era costumbre.
Es un detalle muy preciado -pensé. Ahora que no tengo padres ni hermana es realmente aliviador poder sentir a estos seres como una familia.
Aún así la pérdida era muy reciente. La herida tardaría en cicatrizar. Me encontré preguntándome en si habrían sufrido al morir. Me planteé por un instante la posibilidad de visitar Highland con el fin de encontrarlos y celebrar el entierro que se merecían. Luego toqué mis labios y recordé a Mika. Y arriba en alguno de los cajones seguía guardando el libro que explicaba las características de los hombres lobo, ese que me entregó mi amiga Maud.
Todo ello en medio segundo.
-Gozo de salud y prosperidad como siempre, perro -me apresuré en contestar. Cuando pensé mejor en lo que había dicho, me di cuenta de que tal vez no soné como si estuviese bromeando.
Pero Yon sabía que iba con cariño.
-Vaya, vaya. No sé si alegrarme de que nuestra zopenca humana haya vuelto -me guiñó un ojo oscuro.
-¡Por supuesto que nos alegramos! -exclamó Irelia, a la vez que me envolvía en uno de sus abrazos maternales.
Unos abrazos que consistían en envolverme con sus musculosos brazos y cortarme la respiración durante unos cuantos segundos.
-Respirar... -le urgí.
Irelia se dio cuenta de lo que me estaba provocando.
-¡Ah! Lo siento, niña. Es que estoy sumamente feliz de que hayas vuelto a la normalidad.
-Eso y lo debiluchos que son los humanos -me pinchó Joah. Él y Yon habían unido fuerzas y me torturaban a cada oportuna ocasión.
-Esta humana te ha vencido en la mayoría de las arenas celebradas.
-¿Cómo olvidarlo? Así concebimos a nuestro hijo.
Le satisfací en gran manera cuando abrí exageradamente los ojos y me sonrojé. Y cuando Irelia comentó que me lo había advertido expresamente, creí que estallaría a causa del momento tan bochornoso.
Golpearon la puerta de nuevo. Salvada por la campana.
-¡Hola, Pia! -escuché decir a Joah-. ¡Qué bien que hallas llegado! Adivina quién ha despertado de su trance.
-¡Anya!
Una rubia salvaje de pelo ondulado entró corriendo a la cocina con los brazos bien abiertos.
Su abrazo fue peor que el de Irelia. Vi a Yon reir y adiviné que mi cara se vería morada. Definitivamente era una blanda.
-Respirar... -cité lo mismo que le dije minutos antes a Irelia.
-¡Vaya! Perdona, Anya.
-No te disculpes -le sonreí.
-Vayamos a tu cuarto -sugirió Pia-. Querrás que hablemos de cosas. De cómo te sientes.
Reprimí esa opresión en el pecho y me concentré en la conversación que estábamos entablando con mi amiga.
-Sí, la verdad. Hay un tal Mertin del que me gustaría hablar contigo -la miré pícaramente y ella se sonrojó.
Nos despedimos por el momento de Yon, Irelia y Joah. Justo en el último segundo antes de salir de la cocina capté de reojo el dibujo que Matty estaba elaborando. En la parte izquierda había dibujado un humano, un hada, un ilusionista -en lugar de cabeza tenía una mancha a lápiz, para indicar que desconocía su apariencia-, una serpiente, un duende, un gris, una ninfa y una especie de mariposa gigante. Luz, creo recordar el nombre, por boca del alcalde Rob. A la derecha de la hoja había ocho seres variados: un hombre lobo -muy semejante a Yon-; una sirena; una especie de persona que suponía sería el súcubo; un tauro; tres criaturas extrañas -tenían que ser el topo, el trant y el drider- y luego estaba yo, una chica de mediana estatura y pelo oscuro pálido.
El dibujo representaba los dos bandos de la Tercera Guerra Mundial. Ese chico era un genio.
Pia me despertó del estupor zarandeando una mano ante mi cara. Puso sus ojos en blanco y, asiéndome de la mano, me arrastró al segundo piso y, por ende, a mi alcoba.
-¿Cómo te has asabentado de lo mío con Martin? -me preguntó Pia, curiosa.
-A estas alturas debe de saberlo toda la aldea. Es pequeña; los rumores vuelan de oreja en oreja.
-¡Oh! ¡Qué vergüenza!
-Para nada -la tranquilicé-. El que te estés... involucrando -ambas reímos- con gente del poblado les hace brindarte más confianza. Relájate y refuerza tu relación con Martin.
-¡Llevamos menos de una semana juntos, Anya! -se escandalizó.
-Lo sé, pero hay pocos jóvenes en la aldea.
-¿Cómo te encuentras tú, cielo?
La herida no se cerraría si no dejaban de recordármela cada dos por tres.
-Tengo el corazón apenado.
Y así, transcurrió una hora de llanto, consuelo y esperanza.
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La Reina De Las Bestias
FantasiSoy Anya y estoy presa en la rutina. Mi familia y yo nos dedicamos a la importación de armas en nuestra ciudad, Highland, una ciudad con el peligro constante de ser atacada por las bestias. Nuestros guerreros necesitan las armas para protegernos d...