Capítulo 7

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—Dexter —comencé con un carraspeo, y tragué sonoramente. En mi cabeza, escogía cada palabra con pinzas, no quería cagarla por ningún motivo—. ¿Qué esperas que te responda? —solté terminando mi plato satisfecha, echándome un poco hacia atrás en mi silla y tamborileando los dedos de mi mano derecha sobre la mesa.

            —La verdad, Debs —él había terminado de comer hace ya un rato y me miraba con ambas manos en su estómago, como descansando—. Mira, la cosa es que eres la única persona que me quiere…

            —¿Qué hay con Rita? Están saliendo, próximamente te querrá si es que ya no lo hace, hermanito —me reí con ganas, él le restó importancia y siguió sereno con la mirada puesta en mí con seriedad—. Bien, sí te quiero, aunque no lo diga muy a menudo, pero por eso estoy aquí ¿No?

            —Y por eso mismo yo no dejaría que nada malo te ocurriera —explicó como si la ecuación fuese compatible. ¿O sea que porque yo le quería, él me protegería y toda esa mierda?, la verdad es que confundida era poco para explicar cómo me sentí cuando intenté darle coherencia al asunto—. Deborah, quizás no deba explicarte todo de un tiro, acepté venir aquí porque  hace tiempo tenía este lugar en la mira, de otro modo no hubiera aceptado ser interrogado por ti ahora que ya no hay que escondernos nada.

            —¿Vas a dejar de fingir conmigo? —pregunté con cara de que me estuviera ganando la lotería, él volvió a sonreír levemente, me agradaba ver sus sonrisas de verdad, eran un poco más luminosas si es que se podía decir eso sobre el oscuro Dexter.

            —Bueno, no sería muy cortés notificarte cuando tengo ganas de callarte de manera violenta o comentarte sobre mis aficiones mientras vemos televisión, tampoco decirte la verdad de una forma poco amable, verás tú; Las mujeres odian las verdades poco amables —suspiró—. Dentro de lo que he observado, los comentarios mordaces y directos causan una explosión mental en ellas y todo se vuelve feo, y tú eres un espécimen verdaderamente peligroso y violento cuando te molestas —añadió, tuve que asumir que era cierto. A veces, incluso a mí me gustaba que decoraran la verdad o quizás las mentiras para que la cosa fuera más armónica y no tuviera que molestarme por el tono con que las dicen.

            De cierto modo le agradecería que no fuese por la vida haciendo todo lo que dijo que no haría.

            —Eres el ser más considerado del mundo —murmuré con una sonrisa falsa.

            —Lo sé —me devolvió el mismo gesto—. Quisiera, de todos modos, que respondieras a mi pregunta. Es importante.

            —Bien —mire hacia el techo y di un gran suspiro, sin ganas de hacerlo pero ya lo había pedido y debía hacerlo, más bien—. No te daré un tiro, no te pondré las esposas que ando trayendo en el bolsillo trasero ni te exhibiré como a un mono de feria ante Vince, Batista o quien sea; tampoco me volveré loca, estoy segura de eso. Ya tuve un momento insano en donde no sabía si patearte en el suelo o dejar que hablaras, pero creo que no te diste cuenta de que lo pensaba y ya ves, te dejé hablar.

            —¿Por qué? —dios, Dexter, confórmate con que estás vivo y libre, bienvenido a Miami, a lo mejor debería pedirte un trago fuerte ahora mismo para que dejes de preguntar mierda.

            —Porque te quiero, maldita sea, y no eres un criminal a quien asalto con preguntas hasta que me da lo que quiero. Eres mi hermano y quería escuchar todo lo que tenías que decir para hacerlo encajar aquí adentro —me apunté la cabeza—. Dexter, las preguntas no me gustan si son demasiadas.

            —He hecho exactamente dos —contestó con limpieza.

            —De todos modos —refunfuñé, siempre tenía que salir como el listo de la conversación—. Ya sé de más que no comprendes las emociones como el amor, pero digámosle de este modo: Has estado para mí desde que tengo memoria…

            —Y seguiré estando, Debs, pero no si es que eso te causa algún mal —me aclaró. Eso era más que suficiente viniendo de él y su naturaleza, pero no quise molestarle, si le hacía saber que eso pareció una muestra de afecto bastante clara quizás se espante y me mande al diablo con el discurso de que no siente ni un carajo, cosa que es real pero prefiero pensar que actualmente le importaba un poco mi existencia y mi bienestar.

            Busqué su mano por sobre la mesa y él me la dio sin siquiera poner problema, se la estreché y luego jugué con sus dedos.

            —No me dejaste terminar, idiota —gruñí.

            —¿En qué estabas? —soltó como disculpas.

            —Has estado para mí desde que tengo memoria —repetí—. Y yo estaré ahí para ti, aunque te den ganas de filetearme de vez en cuando. Y, dios mío, Dexter, ¿Qué mal me causarías tú? Si quieres saber la verdad, la que nunca más te voy a decir porque odio estas tonterías medio sentimentales y supongo que tú ya de por sí también lo haces —tomé un respiró y proseguí—: Me harías un mal solo si te alejaras de mí y te fueras.

            —Nos estamos entendiendo, querida Deborah —me soltó la mano como si le fuera a dar lepra tocarme y me puse a reír, al rato se me unió y todos felices.

            Me pareció un buen término, así como cuando firmamos el contrato para comprar una casa por primera vez, con esa satisfacción de que la casa nueva será un nuevo comienzo en todo sentido.

            ¿Nueva Deborah? No, la misma, tan solo un poquito más madura. ¿Se creen que no patee ni destruí algo en todo este proceso? Yo no, y ganas no me faltaron por supuesto, pero la verdad es que lo único que deseé destruir fueron los huesos del hombre que tenía en frente mío pagando la cuenta, lo demás me interesaba poco, y como destruir los huesos de Dexter significaría un daño cuantioso a su vida de justiciero clandestino, la verdad es que terminé retractándome y quedándome con las ganas, será hasta la próxima pienso yo.

            Oh, Dexter, ¿me has contagiado con eso que tienes? Todo lo que pienso suena tan homicida últimamente. Debería comenzar a descargarme con las cosas inertes otra vez, como cuando vivía pateando sillas, mesas y la madera volaba en mil pedazos por todos lados. Es divertido que yo sea la hermana violenta y no pueda matar ni a una rata, pero bueno, si me entretuviera contando todas las ironías que rodean nuestra vida, de verdad, terminaría el año que viene.

            Por ahora deseaba llegar a casa, ver un poco de noticias —hace ya días que no me informo de lo que la prensa hace con la información policial— y luego dormir, quizás meter a la lavadora un poco de ropa porque ya todas mis blusas están bien sucias. Oh, mierda, ¿Cómo lo olvidaba? Creo que desplazaré todas esas tareas a un segundo plano. Mi primera tarea al llegar a casa luego de esta adorable junta de hermanos es tirar a la basura toda esa ropa de puta que me obligaban a vestir cuando trabajaba en la brigada anti-vicios.

            Sí, Deborah saborearía tanto ese momento como una buena cerveza o un buen momento con Dexter y todas sus facetas.

Darkly dreaming DeborahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora