Capítulo 4

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Me desperté con un leve aroma a carne al vapor. Dexter adoraba comer carne una vez por semana así que supuse que este era el día de la carne. Me levanté sin mirar la hora, había sido una noche libre de sueños casi milagrosamente, ya que pensé que soñaría una sarta de pesadillas que me harían la noche tortuosa; sin embargo ahí estaba, completamente descansada y con buen apetito. Caminé hasta la cocina dando un gran bostezo para luego husmear lo que estaba cocinando.

            Dexter me miró de reojo mientras cocinaba dos gruesos y jugosos pedazos de carne en un sartén, parecía menos turbado que ayer pero aún así arisco. En otra situación ya le tendría bromeando sobre mi cara de rayos al despertar o sobre alguna cosa trivial que me hiciera sonreír y darle de golpes en el brazo hasta que se quejara.

            —Buenos días —murmuré abriendo la nevera para ver si quedaba jugo.

            —Buenos días. No hay jugo —sí, además de sus presentimientos asesinos ahora ya justificados, también presentía o adivinaba lo que yo pensaba y buscaba; cerré la nevera bufando—. Haré luego, tengo naranjas, no se preocupe, ama.

            —Qué considerado… y deja de decir burradas, por favor —suspiré, había vuelto Dexter el burlón y encantador, quizás quería esperar comprobar que estaba de buen humor antes de comenzar a ser el mismo otra vez, me preguntaba si en verdad era él mismo cuando bromeaba y lucía siempre tan positivo, o tan solo fingía para agradar. Me senté en una encimera a su lado y saqué una manzana del frutero para darle un buen mordisco—. Dex…

            —Decidiste que debías entregarme, ¿no? —entorné los ojos. Si se trataba de decisiones era muy testaruda así que no iba por ese lado, aunque fuera el lado lógico, claro. Por suerte no había nadie quien juzgara mis decisiones poco ortodoxas exceptuándole.

            —No —miré cómo le hacía cortes al pedazo de carne de cerdo y realmente me puse a pensar en cómo jamás me había dado cuenta en lo bien que siempre escoge y cocina la carne, tan solo pensé en el lado más inocente: que era un cocinero pulcro y que eso podría agradarle a las mujeres—. Pensaba en Rita, la mujer esa con la que sales a veces.

            —Oh —no se lo esperaba—. De todas las cosas en las que puedes estar pensando me sorprende que sea Rita la que te tiene con esa cara de dudas, Debs.

            —Para mí es difícil estar con alguien que no me agrada en cualquier sentido, ¿Cómo es que la escogiste para algo tan íntimo como eso de salir juntos? Debe ser un puto fastidio para alguien como tú —él lo meditó un poco.

            Tampoco estoy tan desinformada, Dexter no es un humano común y corriente —eso suena como si fuera un alienígena—, Dexter no se puede contener y papá le enseñó a jugar con la basura que a nadie le importa para que se entretuviera y saciara su… lo que fuera que le hace cometer esos actos, sin ser un monstruo promedio de esos que andan por Miami a todas horas; por otro lado de su vida oculta estaba la vida que mantenía con un orden brillante, su pantalla, su profesión, su sonrisa al regalarle donuts al mundo, su cara de asco ante la sangre y Rita, por supuesto, la chica.

            Debía admitir que era algo imprescindible, si no tenía chica se podía comenzar a rumorear que era extraño o a fastidiar por cualquier cosa, y como lo que es, dudo que quiera al menos un poco de atención más de la que le dan. Lo estoy procesando y analizando bastante bien, eh.

            —Rita no necesita nada, tan solo un pobre sujeto que no quiera aprovecharse de ella —explicó probando un poco de carne ya casi al punto—. Su ex marido la golpeaba y abusaba de ella, es algo razonable que no quiera alguien que le exija mucho.

Darkly dreaming DeborahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora