epílogo

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Nadie pudo jamás negar que ambos cambiaron las piezas de lugar. Porque el amor que desprendía de sus cuerpos nunca fue suficiente, pero aún así había de más. Y la niebla nunca llegó a cegarlos, pero aún así era un estorbo. Y la sal del mar sacaba todas sus impurezas, pero aún así provocaba que les ardieran los ojos. Y la tinta en la pluma se estaba agotando, pero aún así no dejaron de escribirse. Porque se odiaban, pero aún así se amaban.

notes ; mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora