Si pudieras oírme...

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Me dirigí hacia la cama en busca de sueños perfectos. Las estrellas me recordaron a mi madre, que decía que si las contabas no podrías dormir. Así que no las conté. Soñé con ella, de hecho vi como mi padre le daba un abrazo, el cual lloró por el poco tiempo de vida de mi madre. 

-Despierta.

-Abuela... Tengo algo que contarte... Y es que anoche hablé con mamá...

-Cariño... Eso es imposible... Tu madre está...

-¡No, no lo está! ¡Juro que la vi! ¡No me mires!

-Nos vamos. 

Dicho eso mi abuela me cogió del brazo con fuerza y me llevó hasta el coche.

Una vez en el coche me esperaba una larga trayectoria. Mi abuela, preocupada, conducía a toda prisa, mirando por el espejo.

Llegamos a un lugar en el que las personas me miraban raro. No estaba muy convencida de donde estaba pero sé que, en ese lugar una persona cuenta sus problemas a una persona especial que los escucha. A cambio, les dan dinero. Mmm... Si, se llama psicólogo.

-Mira, esta persona te va a ayudar mucho. -Dijo mi abuela con seguridad-.

-¿De veras, y no como cuando me mentiste sobre mamá? ¡Que por tu culpa está muerta!

-Necesitamos ayuda...-Dijo el psicólogo-. Señora me temo que debo llevarme a su nieta, tiene un trauma severo. -Aseguró cogiéndome del brazo-.

-No, ¿adonde se llevan a mi nieta?

-Le haremos unas pruebas y después comprobaremos que no haga daño a nadie, no se preocupe está en buenas manos. Chicos necesito que se la lleven a la sala de pruebas, allí confirmaremos su trauma. 

El psicólogo me puso una camisa de fuerza para no dañar a nadie. Dejé de ver a mi abuela, que se quedó allí llorando al final del pasillo. Al girar al siguiente pasillo mis lágrimas caían como si de lluvia se tratase.

-Es aquí. -Dijo el psicólogo, que por lo que vía en su placa, se llamaba Pablo S. -.

Abrieron la enorme puerta hacia una habitación blanca y acolchada. Me metieron dentro con un empujón, rápidamente cerraron con llave y pestillos que me prohibían la salida. Yo, sin saber que hacer me senté en una esquina. Y comencé a llorar..

Mientras tras la pared, observaban cada movimiento que hacía. Pasaron las horas y seguía ahí sin poder hacer nada con las manos atadas a la cadera, esa camisa era muy incómoda. De repente comencé a oír la voz de Pablo.

-Yui, te daremos una oportunidad, pero no la desperdicies ¿vale?

Abrieron aquella puerta 

-Vale, ¿me pueden quitar esto?

-Claro, pero no pienses en autolesionarte o dañar a nadie. ¿Me lo prometes?

-Sí, claro. Quítemelo, por favor.

Comenzó a quitarme aquella camisa. Era estrecha e incómoda. Prometí portarme bien así que me controlaré bastante para que esto no vuelva a pasar.

Aunque seguía queriendo ver a mamá... Pero en fin, hace muchos años que he aguantado sin ella... 




Mamá... Si pudieras oírme...





¡Holaaaa! No he escrito gran cosa, lo sé. Pero quiero decir que me falta algo de tiempo. Estoy a punto de acabar este libro y me gustaría que no terminara pero, ya son pocas cosas las que quedan por contar. Dicho esto besos y abrazos para toodoss.  <3


¿Quién dijo que el amor no duele?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora