Capítulo Tres
La cabeza aún le daba vueltas, haber visto a ese hermoso hombre convertirse en un lobo en definitiva no era una de las cosas que él pudiera tolerar, pese a que habían pasado ya varios días desde aquella escena, el recordarla todavía lo impactaba.
La charla que había tenido con aquel adonis parecía ser completamente cierta, habían pasado unos cuantos días desde que había empezado a vivir con aquel hombre y parecía que sus sentidos habían mejorado notablemente.
En especial el olfato, él podía saber cuándo llegaba aquel hombre de nombre Dahl sólo al olerlo. Y vaya olor, era una mezcla picante y excitante. Empezó a sentir que sus pantalones estaban un poco apretados, últimamente, cada vez que pensaba en aquel hombre que se había referido a sí mismo como su pareja su eje se volvía un asta para izar banderas.
Suspiró mientras veía a la ventana abierta de aquella habitación que había empezado a llamar suya. La verdad era que aquel hombre lo había secuestrado, bueno, quizá no fuese adecuado decir que lo habían secuestrado, él no se sentía apresado pese a que cada vez que había intentado escapar Dahl lo había regresado a la cabaña.
"Todavía no te has recuperado, no es prudente que andes vagando por el bosque sólo y sin protección."
Aquellas palabras siempre las decía con un dejo de posesividad que, por alguna razón desconocida, lograba darle escalofríos por todo el cuerpo. Era cierto que él todavía estaba débil por la caída, pero no era tampoco para tanto. Lenard había aprendido desde muy joven a defenderse sólo en el mundo, y lo había hecho bien.
Además, por qué tenía que opinar aquel dios griego renacido sobre si él podía cuidarse o no... Se acomodó su pene el cual estaba dolorosamente duro y exigiendo cuidados.
—Maldito Dahl... —murmuró mientras empezaba a acariciase- ¿por qué me tienes así?
Era cierto, el mero hecho de estar cerca de aquel hombre de cabello castaño claro y liso y sonrisa de diez mil volteos hacía que su autocontrol minara.
Se sentía tan necesitado... pero él no podía permitirse cometer los errores del pasado. Zack lo había dejado después de que su padre lo dejara al borde de la muerte, Trevor sólo había sido un chivo expiatorio de su padre, que lo utilizó para que los cargos que habían levantado contra él por el maltrato que le habían causado fueran reducidos.
Jhon había sido el peor de todos, lo había utilizado y después lo había descartado como a un zapato viejo y maloliente, él había comprado un apartamento y un carro, y lo había puesto a nombre de Jhon porque pensaba que así profesaría bien su amor por el otro hombre, pero una vez que el papeleo legal había sido completado, Jhon lo había dejado diciéndole que "para mí tú sólo eres un imbécil perdedor, ¿en serio creías que yo iba a amarte?".
La tristeza lo volvió a invadir, quizá más fuerte que la última vez. Era extraño, mientras Dahl estaba cerca él se sentía feliz y pensaba que la vida valía la pena. Sin embargo, el rememorar su pasado, sólo le servía para recordarle lo miserable que era. Las lágrimas empezaron a brotar descontroladas desde sus ojos mientras gemía por lo bajo, ¿por qué la vida había sido tan injusta con él?, ¿por qué nadie lo quería?
Tan repentinamente como la tristeza lo había invadido desapareció, una sobrenatural calma se apoderó de cada fibra de su ser y aquel familiar, agradable y picante olor llenó sus fosas nasales y todos sus depresivos pensamientos se esfumaron al instante, sencillamente desaparecieron.
—Hola guapo.
La refrescante voz de Dahl se escuchó mientras se abría la puerta de la habitación en la que Lenard se encontraba, aquel lugar era grande y rústico, con una gran cama doble central hecha de madera. Al lado de la cama había dos mesitas de noche con sus respectivas lámparas lo que había logrado hacerle pensar a Lenard que Dahl no vivía solo, idea que fue desmentida de inmediato y categóricamente por Dahl el mismo día que se había anunciado como su pareja y se había convertido en lobo.
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Sin corazones rotos
WerewolfUna promesa de amor es el más inesperado y deseado de los tesoros, al fin y al cabo, lo único que se necesita para ser feliz es vivir sin corazones rotos.