capitulo 2

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"Pedrito volador"

- Ven a quedarte a mi casa- le ofrecí, porque ya era tarde.

- No incluyamos adultos en nuestra amistad - dijo, arrugando la nariz entre
sonrisas.

- Pero tengo que irme...

- Tu abuelita duerme profundamente, no te echará de menos si
conversamos un rato.
Otra vez me causó sorpresa y admiración. ¿Cómo sabía acerca de mi
abuelita?... Recordé que era un extraterrestre.

- ¿Puedes verla?

- Desde mi nave la vi a punto de quedarse dormida - respondió con
picardía, luego, exclamó con entusiasmo:

- ¡Vamos a pasear por la playa! Se incorporó de un salto, corrió hasta el
borde de la altísima roca y se lanzó hacia la arena.

¡Descendía lentamente, planeando como una gaviota!
Recordé que no debía sorprenderme demasiado por nada que viniese de
aquel alegre niño de las estrellas.

Bajé de la roca como pude, con gran cuidado.

- ¿Cómo lo haces? - pregunté, refiriéndome a su increíble planeo.

- Sintiéndome como un ave- respondió, y se puso a correr alegremente por
entre el mar y la arena, sin tener ningún motivo especial para hacerlo. Me hubiera
gustado actuar como él, pero no podía .

- ¡Si puedes!
Otra vez me había captado el pensamiento. Vino a mi lado intentando
animarme y dijo: ¡Vamos a correr y a saltar como pájaros! Entonces me tomó de la
mano y sentí una gran energía.

Comenzamos a correr por la playa.

- ¡Ahora... saltemos!
El lograba elevarse mucho más que yo y me impulsaba hacia arriba con su
mano. Parecía suspenderse en el aire unos instantes.

Continuábamos corriendo y
cada cierto trecho saltábamos.

- ¡Somos aves; somos aves!- me animaba, me embriagaba. Poco a poco fui
dejando de pensar como de costumbre, fui cambiando, ya no era yo el de siempre.

Animado por un niño extraterrestre fui decidiéndome a ser liviano como una
pluma, estaba poco a poco aceptando ser un ave.

- ¡Ahora... Arriba!
Realmente comenzábamos a mantenernos en el aire durante algunos
instantes. Caíamos suavemente y continuábamos corriendo para luego volver a
elevarnos. Cada vez lo hacíamos mejor, eso me sorprendía...

- No te sorprendas... tú puedes... ¡Ahora!
En cada intento era más fácil lograrlo. Ibamos corriendo y saltando como en
cámara lenta por la orilla de la playa, bajo la noche llena de luna y estrellas... Parecía otra forma de existir, otro mundo.

- ¡Con amor por el vuelo! - me animaba. Un poco más adelante me soltó la
mano.

- ¡Tú puedes, si puedes! - me miraba transmitiéndome confianza mientras
corría a mi lado.

- ¡Ahora!- nos elevábamos lentamente, nos manteníamos en el aire y
comenzábamos a caer como si planeáramos, con los brazos extendidos.

- ¡Bravo, bravo! - me felicitaba.
No sé cuanto tiempo jugamos esa noche. Para mí fue como un sueño.

Cuando me sentí cansado, me lancé sobre la arena jadeando y riendo feliz. Había
sido algo fabuloso, una experiencia inolvidable.
No se lo dije, pero interiormente le di las gracias a mi extraño amiguito por
haberme permitido realizar cosas que yo creía imposibles. No sabía aún todas las
sorpresas que me aguardaban aquella noche...

Las luces de un balneario brillaban al otro lado de la bahía.
Mi amigo contemplaba con deleite los movedizos reflejos sobre las aguas nocturnas,
extasiado, tendido sobre la arena bañada por la claridad lunar, luego se regocijaba
mirando la luna llena.

"Ami: El niño de las estrellas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora