El Bastardo.

130 7 0
                                    

Año 483.

TECHO AZUL.

Abre los ojos poco a poco aún adormecido. Comienza a ser dueño de su cuerpo y visualiza todo cuanto le rodea. Se asusta al percatarse de que ya no se encuentra más en aquel oscuro y tenebroso bosque. 

Sus ropajes han cambiado. Mira su camisa blanca y sus pantalones de lana largos y confortantes.

-Tranquilo...

Una voz lo sorprende provocando que todos sus sentidos se despierten al instante.

El rostro de una dulce niña aparece ante él. Su corazón reacciona al instante ante su belleza y embelesado se queda callado, observándola en silencio. La niña le sonríe y su pequeño corazón salta de emoción, una emoción que nunca había sentido antes.

-Mi nombre es Lyudmila Ruslen -aquella aguda e inocente voz se le quedaría grabada en su pequeña cabeza durante todo el día, piensa sin dejar de mirarla. Un mechón de su pelo dorado se coló delante de sus ojos azules cristalinos-. Te hemos encontrado en el bosque. Ha sido todo un milagro de los dioses que siguieras con vida. En realidad no sé cómo has podido aguantar sin morirte de frío y hambre. ¿De dónde vienes? -Pregunta curiosa mientras se acerca a él y le ofrece un pequeño vaso con agua tibia. Él sin pensárselo ni un segundo más se aferra el recipiente de madera contra sus labios y bebe hasta la última gota. Se lo entrega para que lo vuelva a llenar.

-Tierras Muertas.

La niña lo mira ahora sorprendida. Se acerca a una cacerola de dimensiones considerables y vierte en el vaso más agua-. Atacaron el castillo en el que vivía junto a mi maestro. Hui en cuanto tuve oportunidad-. Acepta de nuevo el pequeño recipiente y se humedece la garganta con el líquido transparente.

-¿Y tu maestro?

Melkíades cierra los ojos con fuerza. El recuerdo de su mentor yaciente en el frío suelo del castillo lo ataca por dentro. Nunca olvidaría lo ocurrido.

-Eres una niña muy curiosa, ¿no crees?

La pequeña mujer se siente ofendida y se levanta seria. Le da la espalda y mientras traspasa la fina tela de las cortinas de la tienda, aparecen su madre y sus hermanos junto a Croster.

-¿Lyudmila, qué te ocurre? -Pregunta la matriarca, preocupada ante el distante comportamiento de su única hija. Pero esta no esperó respuesta alguna, ya que la pequeña ya había atravesado las tres tiendas vecinas.

-¿Cómo te llamas forastero? -Pregunta muerto de la curiosidad Ras. Los cuatro niños lo rodean como si de una hoguera se tratase mientras la madre los observa aún de pie en la entrada.

-Melkíades, El Valiente- dice con el pecho henchido de orgullo. Ahora más que nunca le encanta su nombre, el cual había aborrecido en cuanto lo oyó por primera vez. Los niños se parten en una carcajada unísona. El pobre y herido Melkíades se levanta ofendido. Se aleja de ellos y se acerca a la salida.

-Discúlpalos, niño, son unos gamberros.

-¡No soy ningún niño!

Esquiva a la mujer y sale echo una furia de la tienda, de igual manera que Lyudmila minutos atrás. La luz del sol choca contra sus pupilas contrayéndolas como respuesta. 

Se queda aturdido por unos segundos y al acostumbrarse a la intensa claridad, comienza a caminar sin saber a dónde lo conducirán sus pies descalzos.

ThánatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora