IX

12 1 0
                                    

Al día siguiente, miércoles, Bruno me saludó en cuanto nos sentamos en nuestro banco.

-¡Hola! Buen día, ¿cómo estás?- lo peor es que sonaba tan alegre que parecía a propósito.

-Hola, perfectamente, ¿y vos?- creo que no iba a poder disimularlo.

-Bien... muy bien, la verdad. Bastante contento.

-Genial.

-Bueno... Es que ayer me pasó algo genial- esperó a que le respondiera mientras que yo seguía en lo mío pero escuchándolo. Ignoró mi forma de actuar y siguió -Vino mi mejor amigo de Mendoza a verme. La verdad lo extrañaba mucho. Es apenas un poco más grande que yo y... Bueno, esta cadenita que llevo ahora es un regalo de cumpleaños atrasado,- me dijo mostrándomela -porque no pudo verme el día de mi cumpleaños así que es súper importante para mi. Somos amigos desde muy pequeños gracias a nuestras familias que también se conocen. Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia con él. Es increíble.

Cuando terminó de pronunciar la última palabra me sentí totalmente un imbécil por dentro y se me cayó la carpeta que tenía en la mano. Además el tono inocente y alegre con el que me hablaba me hacía sentir que me apuñalaban por el estómago. Me ayudó a levantar además de que algunas hojas se desacomodaron.

-Me gusta tu carpeta, es muy prolija y ordenada.

-Gracias- le respondí sonriendo y con los ojos a punto de quebrarse -Me... Me alegra mucho lo de tu amigo, de verdad se nota que deben tener algo muy lindo. Y la cadenita es preciosa.

-De nada y... si. Es, como te dije, mi mejor amigo. Aún a la distancia. Igualmente creo que tenía planeado terminar sus estudios y venir a vivir con su novia acá a Córdoba. Les gusta por acá y les encantaría mudarse.

Me sentí el doble de imbécil porque, no sólo era su mejor amigo de toda la vida sino que era imposible que tuvieran algo entre ellos.

-E... ¿En serio? Genial, ojalá puedan venir pronto.

-Si, yo pienso igual ¿Te molesta si va con nosotros mañana? Tiene planeado quedarse un tiempo en la ciudad.

-No me molestaría en lo más mínimo, me gustaría conocerlo.

-¡Buenísimo entonces!

Me quedé un poco más tranquilo y todo volvió a la normalidad.

Me puse a pensar y lo mejor sería empezar a tomarme todo con un poco más de calma. Por lo general suelo ser algo precipitado y no es un aspecto muy beneficio si vamos al caso. Es bastante obvio que yo le gusto. Tal vez no en una manera muy profunda como para poder estar 100% seguros de que estaba enamorado de mi pero, si siente algo por mi. Y creo que yo por él también. No se cómo, ni cuándo pasó esto. La verdad es algo muy raro. Pero a veces creo que así es el amor. No he tenido ni siquiera experiencia en esto pero si he podido observarlo en otros y, cuando hay química, la hay; no existe nada que pueda hacerse en contra de ello. Así como en nuestra clase de Química: cuando dos partículas pequeñas se fusionan para armar una sola y más grande, se produce la radiactividad. Tal vez así me sentía con él, o respecto a él: radiactivo. Sentía que algo dentro de mí intentaba salir cada vez con más fuerza... y algún día lo haría. Aún sabiendo todo lo que eso implicaría, es decir, que todos supiesen la verdad acerca de nosotros dos e incluso de mi mismo.

Llegado el día, fui al centro comercial con Bruno. Le dije a mis padres que iría a comprar algunas cosas y luego me encontraría con él.

Apenas atravesé la puerta principal del centro comercial sentí que alguien me agarró el brazo y me tiró hacia atrás. Era Bruno.

-¡Hey! Acá estás. Te presento a Mateo, mi mejor amigo. Mateo, Christopher. Christopher, Mateo

Lo saludé estrechando su mano.

-Ah, ¡hola! Vos sos el famoso mejor amigo de Bruno. Me contó sobre vos ayer. Me dijo que iba a conocerte hoy. Encantado - estaba tan nervioso que no sabía ni qué decir.

-Hola, Christopher, mucho gusto- me saludó sonriendo -Si, soy yo- se rió y le dio unas palmadas en el hombro a Bruno -La verdad es que lo extrañaba mucho. No sé si sabías pero allá en Mendoza hay un San Serapio también, está conectado con el de acá y es por eso que pudieron traerlo a Bruno acá. Así que ya hace un mes más o menos que no pisa por allá y con él nos juntábamos siempre, para todo. Él es hijo único y yo soy como el hermano que nunca tuvo. Así que imaginate.

-Aaah, ahora entiendo. Nunca me contó eso- dije mirando a Bruno. El agachó la cabeza riéndose.

-Bueno, vayamos a la tienda de ropa. Tienen que asesorarme- dijo levantando la cabeza, poniéndose en pose y mirándonos a ambos mientras se tronaba los dedos de las manos.

Así que acompañamos a Bruno a la tienda de ropa. Tomó un par de remeras, buzos y pantalones. La cuestión era elegir dos conjuntos nuevos.

-Voy a probarme ambos conjuntos y luego se los muestro, ya vuelvo.

Entonces me quedé solo con Mateo. Nos sentamos en uno de los sillones del local esperando a Bruno. Yo miraba hacia abajo, algo incómodo.

-Bruno no está en Mendoza hace un tiempo pero aún nos contactamos por llamadas o por chat. Yo también ya te conocía- se me erizó la piel y me senté enderezando mi columna con los ojos totalmente abiertos.

-A... Ah ¿si?

-Si, Bruno me contó todo acerca de lo que pasó entre ustedes. Y que le gustás.

-Si... Eso ya lo sé, me lo dijo...

-Y sé que él también te gusta.

-N... Co... No es cierto- realmente mentir no es mi fuerte -No sé por qué decís eso.

-Christopher... se nota. Al menos yo lo percibo. Tal vez él no porque es medio estúpido para estas cosas. Pero no podés negármelo. Igualmente confiá en mí. No voy a decir nada.

-Confío. Es que todavía no estoy seguro. No estoy tan abierto en el tema como él. Es complicado.

-Lo entiendo, está bien. Tu secreto está a salvo conmigo.

Justo en ese momento Bruno salió del probador con unos jeans, una camisa y un buzo. Se veía tan lindo. Hizo una pose para que pudiéramos verlo y e incitandonos a contestarle si nos gustaba o no. Estuve 5 segundos sin reaccionar.

-Te queda her...
-Te queda horrible. Obviamente no tenes la facha que yo tengo - Bruno le dio una cachetada.
-Dale, en serio.
-Te queda genial, hermano.
-¿Y vos, Chris?
-Me... Me gusta mucho - estaba tan nervioso que ni siquiera me di cuenta como lo miraba sonriendo, apretando el sillón con mis manos mientras me apoyaba en mis brazos. El sólo sonrió y se dio la vuelta. Mateo sólo me dio un codazo y me guiñó el ojo. Yo sólo me sonroje.

-Sos un bobo. Igual me caés bien.
-Gracias, supongo- me reí -Vos a mi igual.
-Bruno es un muy buen pibe, sé por qué te lo digo. Es medio tonto pero un tiernaso incurable. No lo dejes pasar.

La verdad que no soy alguien que se inhibe demasiado pero esto era demasiado nuevo y distinto para mi, no sabía qué hacer. Pero si de algo estaba seguro es de que nada se iba a imponer entre él y yo si ambos nos correspondiamos.

Christopher Brown y su corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora