XII

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Luego de un rato largo de haber estado comiendo y bebiendo, nos quedamos en silencio. El me tomó en sus brazos como abrazándome por detrás y yo dejándome caer sobre él, apoyando mi cabeza en su pecho que por cierto era bastante cómodo. Era pasada la medianoche. El acariciaba mi cabello y mi rostro. Y yo me preguntaba quién fue la persona que se acercó a mi la semana anterior en Hielart. Le conté de mi inquietud por si sabía algo.
- Era yo - Respondió - En un principio hubiese sido Bautista pero creo que fui más rápido que el - Estaba medio dormido así que me separé de él con una cara de confusión y dormido para escucharlo mejor y poder asimilar la sorpresa - La cosa es que estábamos bailando en grupo, en medio de la pista y en un momento te hiciste a un lado sin motivo con tu vaso del trago que habías pedido y ya habías bebido mas de la cuenta. Tan sólo te apoyaste contra la pared sonriendo y jugando con el vaso mientras observabas a todos. Ya era casi el final de la fiesta. Estabas a punto de perder el control y como noté que te habías apartado de mi lado comencé a buscarte. Bautista ya había empezado a buscarte también; apenas unos segundos antes que yo, sólo que fue más discreto. Aún así te encontré antes, te tomé en mis brazos y te llevé afuera. Pero Bautista me alcanzó y para que no tuvieras problemas decidimos que lo mejor era que te fueras con él ya que viven enfrente, le dijéramos a tus papas que no se preocuparan porque tenías llaves y que Bautista dormiría en tu casa. Esa noche fuimos en el auto con él, su hermana, contigo y conmigo. Yo fui solo para llevarte hasta tu cuarto y pase la noche en lo de Bautista con su hermana, mi amiga.
- ¿En serio hiciste todo eso por mi? - El sueño se apoderaba de mi cada vez mas. Bostezo.
- Por supuesto que si, no podía dejarte así - Me tomó de nuevo en sus brazos para abrazarme y mimarme un rato mas. Finalmente se repitió lo del fin de semana pasado: me llevó hasta su cuarto y nos acostamos. Lo único que recuerdo fue que me puse el pijama y de la manera mas ligera posible por el sueño. Y también como me acomode para dormir mirando hacia un lado, cómo él me tapó con las sabanas y cómo se acostó detrás mío para abrazarme y decirme "buenas noches" al oído.
A veces puede ser algo arrogante y fastidioso, pero yo se que es mucho más que eso. Que esconde un gran corazón.
Al día siguiente nos despertamos. Bueno, no al mismo tiempo. Cuando yo abrí los ojos él apenas hacía media hora que se había levantado. Apenas me pude sentar en la cama, con una cara de recién amanecido, algo despeinado y buscando a Bruno. Justo en el instante en que terminaba de buscar con la vista en el cuarto, apareció en el marco de la puerta, con el torso descubierto (que por cierto dejaba ver un buen físico), el pantalón de anoche con el cinto desabrochado y descalzo. Se ve que también tenía mucho sueño como para cambiarse o al menos quedarse en ropa interior.
Se apoyó en el marco de la puerta, se cruzó de brazos y me miraba sonriendo.
- Buenos días - Dijo con una voz dulce, en un tono suave casi como un susurro. Su sonrisa intacta y sus ojos siempre clavados en los míos, como de costumbre.
Bostecé, me refregué un poco los ojos y le contesté.
- Buenos días - Con una voz débil y alegre al mismo tiempo.
Me sonrió - Ya vengo - Dijo y se dio la vuelta; volvió con un desayuno servido en una bandeja: té de manzanilla, galletas y unas flores - Espero que te guste. Como veras cuidé cada detalle - Me dejó la bandeja y se sentó enfrente mío, a un costado de la cama. Se quedó quieto cual piedra mirándome fijo y con una sonrisa. Mientras yo admiraba con otra estúpida sonrisa de enamorado todo lo que me había traído. Olí las flores, que eran preciosas y tomé un sorbo del té junto con una galleta.
- Está todo muy hermoso, Bruno. De verdad gracias - Le dije. Él no dijo nada. Solo me dió un beso en la mejilla derecha. Como siempre de esos besos tiernos y sentidos, verdaderos.
Apenas terminé mi desayuno, tomó la bandeja y la dejó en la mesa de luz. De un salto se acostó en la cama conmigo. Me tomó en sus brazos y de alguna forma terminé encima suyo, con él abrazándome y dándome un pequeño beso. Luego pegó su frente a la mía y me hablaba.
- ¿Ya tienes que volver? No quiero que te vayas. Me encantaría poder vivir aquí contigo para siempre ¿A que hora vuelven tus padres? - Parecía un niño asustado que tenía miedo de perder a su juguete mas preciado.
- Vuelven a las 4pm, es decir, a esa hora estarían en casa, si no estoy mal informado.
- Bueno pues, tenemos tiempo aún. Son apenas las 11:30 am - Me miró a la cara de nuevo y me hizo un par de caricias. Luego tomó mi mano suavemente y la posó en su pecho. Sus latidos iban cual caballo en carrera - ¿Sientes eso? Eres tú. Y solo tú - Tan sólo sonreí mientras me mordía el labio. Luego lo besé. Por dentro sentía como abejas asesinas, tal y como lo dice mi libro favorito. Aun así seguía siendo una sensación hermosa pues así creo que se sentía enamorarse. Sentir como todo se detiene al pasar tiempo con esa persona y cómo sólo importa ella y nada más. Sentir libertad, poder, fuerza y paz al mismo tiempo. Que has encontrado todo lo que necesitas para estar bien y que todo puede ser mejor mientras te mantengas a su lado.
- Aún tengo algo más para ti. Cierra los ojos - Cerré los ojos y apenas me compuse para estar sentado en la cama - Ya, ábrelos - Para cuando los abrí me encontré con él sentado también en frente mío con una hermosa cadena plateada en sus manos y un pequeño dije con una piedra preciosa de color azul. Solté una expresión de sorpresa y admiración porque de verdad era muy lindo el regalo - Se que te gusta el color azul y éste tipo de cosas así que no quería que te fueras con las manos vacías y tuvieras al menos un recuerdo de mí cuando estemos lejos. Siempre que lleves ésto contigo yo estaré allí - Tomé la cadena y tan sólo lo abracé y le dije gracias. Apenas lo solté me dijo: - Permíteme - Tomó la cadena y me la colocó alrededor del cuello. Luego pasamos el tiempo charlando y escuchando música.
Más tarde, preparamos nuestras cosas para volver a casa. Me dejó en mi casa y esperó a que yo entrara para arrancar su moto. Apenas se fue, corrí a mi cuarto a guardar la cadena en una cajita de cristal donde guardaba pequeños recuerdos muy valiosos. Ésta cadena pasaba a ser parte de ellos.


Christopher Brown y su corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora