XIV

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- Cuídense, por favor. Y no vuelvan muy tarde. Al menos no tú, Christopher - Nos señaló a ambos mi papá antes de saludarnos.
- Te amamos, hijo - Agregó mamá dándome un beso en la frente - Que disfruten la película - dijo por último sonriéndole a Bruno y abrazando a papá.
- No habrá problemas, señor y señora Alejandro, todo bajo control - Respondió Bruno con esa seguridad y tranquilidad que era la que me hacía caer en sus redes para lo que fuese; a medida que pasaba el tiempo cada vez me sentía mas seguro haciendo algo si era con él a mi lado o teniéndolo presente en mi corazón. Les guiñó el ojo y tras nuestros primeros pasos fuera del jardín, mis padres cerraron la puerta.

Nos subimos a un colectivo para poder llegar al cine. No era muy lejos pero tampoco muy cerca y, además era mas cómodo llegar viajando en un transporte público. Desde que pusimos los pies en la parada del colectivo para esperarlo hasta que pisamos la puerta del cine, me dediqué a hablar sobre la película, ya saben: lo mucho que la había esperado la historia, los avances, los actores y personajes, etcétera. Podría decirse que había dejado salir mi lado de fanático desmedido. El sólo me observaba con paciencia, amor y ternura. Le encantaba escucharme hablar y me lo hacía saber siempre. Un detalle que me cautivó fue que no me soltó en toda la noche. Ya fuese del brazo o la mano, siempre estábamos juntos, como pegados.
Salimos del cine y yo estaba en una crisis emocional de felicidad por la película lo cual me provocaba una sonrisa imborrable temporalmente y una emoción muy grande lo que me hacía llorar.
- ¡No puede ser! ¡Fue demasiado buena! ¡Me encantó! - Decía en shock - ¿Y a vos? - Lo miré con esa sonrisa y ánimos de entusiasmo. Él sólo nos detuvo, se puso en frente mío, me tomó por los hombros y deslizó sus manos por mis brazos hasta llegar a mis manos. Las tomó en las suyas, me sonrió.
- No hay nada que me haga más feliz que saber que sonreís y es algo genuino. Tu felicidad, es la mía. Y si eso no es amor, no sé que más pueda serlo.
Nos besamos. El tuvo que agacharse apenas un poco pero yo también hice de puntillas. Es apenas mas alto que yo; media cabeza, supongo.
Así seguimos caminando apenas unos metros para llegar a una avenida y conseguir algún taxi de vuelta, se estaba haciendo tarde y la noche caía de a poco. Era una noche no muy agradable. Noche de invierno. Las calles albergaban algo de la neblina que recorría la ciudad. El viento corría veloz y ferozmente, se escabullía entre todo a nuestro paso. Bruno me ofreció su abrigo mientras me abrazaba también. Quise negarme pero fue inútil.
Todo iba bien hasta que de repente ante nosotros aparecieron otros dos chicos. No eran mucho mas grandes que nosotros pero si daban algo de miedo. Estaban vestidos con ropa oscura, bastante desaliñados, y con capuchas. La paupérrima iluminación de las calles apenas dejaba a la vista sus maltratados y toscos rostros. Uno tenía ojos verdes, cabello negro, y una cicatriz que le recorría toda la mejilla derecha. Le faltaban algunos dientes y empuñaba un pequeño cuchillo. El otro que lo acompañaba, era dueño de un cabello de un tono un tanto anaranjado y actualmente tenía un moretón en el ojo. También tenia una cicatriz solo que en su mentón y otra en la zona del cuello-pecho.
Tanto Bruno como yo nos quedamos helados, sin palabras. Yo estaba empezando a temblar y Bruno quería fingir valentía ante mí pero sabía que por dentro también estaba algo aterrado. Automáticamente, luego de que aparecieron, hizo un paso adelante poniendo su mano delante mío haciéndome atrás y a un lado para resguardarme. Yo estaba atónito y sin saber que hacer.
- ¿Qué qu...
- La plata dame, la plata. Todo lo que tengas o te corto la cara - le gritó el de ojos verdes con cierta agresividad pero a la vez miedo y nervios.
Bruno, en su intento por defendernos, quiso aplicar algo de lo que había aprendido en sus clases de artes marciales así que actuó velozmente y liberó una patada que le dió a ambos malhechores en la cara. Yo tenía demasiado miedo de sacar mi teléfono así que lo usé en uno de los bolsillos de la campera de Bruno. Para intentar mandar mensajes a mis padres, mis amigos o alguien. Estaba súper nervioso e impactado. Ni siquiera podría haber atinado a sumarme a la pelea. No soy así de valiente ni he tenido experiencias en peleas. Ni tampoco tengo un gran físico.
El pobre Bruno se las ingeniaba para tratar de knockear a los bandidos pero parecía cada vez más difícil. Por suerte había logrado que perdiesen la estabilidad y, a su vez, los cuchillos de las manos en la primera patada que les dió. Hasta el momento era un pelea mano a mano. Mi amado tenía una herida en su labio inferior y en la ceja izquierda. Y también se torcía hacía un costado. Supongo que le habíam golpeado bastante fuerte allí. Yo estaba llorando de impotencia y tristeza. Uno de ellos, el del cabello anaranjado, me vió llorar y con mi teléfono y automáticamente se acercó a mi recuperando el cuchillo. Yo tenía una ventana de una casa abandonada a mi lado y arranqué un fierro que estaba algo suelto y oxidado allí. Y quise pegarle en el brazo pero por suerte le pegué en la mano lastimándosela y quitándole el cuchillo de la mano otra vez y haciendo que quede tirado en la calle. De la furia me agarró por la camisa y poniéndome contra la pared y comenzó a golpearme. Pero fue solo un golpe en el rostro porque luego me liberó gracias a Bruno que le pegó en el estómago a su anterior contrincante y ahora iba por el otro para salvarme. Lo tomó por el hombro derribándolo al suelo. Le dió una patada en la cara y lo dio por finalizado. Pero el otro chico del que se había librado no se dio por vencido y, escupiendo sangre y con su arma filosa en mano, avanzó hacia Bruno con sus últimas fuerzas y lo rozó en la espalda con el filo. Sumado a esto, casi se lo entierra profundamente. Yo tomé mi fierro de nuevo y lo golpeé en la cara y el brazo y sostuve a Bruno en mis brazos que allí caía. Comencé a gritar por ayudar y llamar urgentemente a los números en mi celular. Mis padres estaban en camino. Al cabo de unos cinco minutos llegó la policía, la ambulancia y mis padres al mismo tiempo. Las ambulancias cargaron rápidamente a Bruno y los ladrones, y se los llevaron hospital mas cercano. Mi mama subió para acompañarlo a Bruno y dos policías por los otros dos. Los padres de Bruno no sabían nada al respecto. La cuestión es que se me preguntó cómo ocurrieron los hechos y al cabo de unos veinte minutos me dejaron ir.
Con mi padre, automáticamente subimos al auto en dirección al hospital y yo corría desesperado entre los pasillos buscando la habitación de Bruno. La encontré. Estaba abierta la puerta y una enfermera iba en dirección a ella para asistirlo pero no me dejaron entrar. No aún. No paraba de llorar. Mis padres me contuvieron.
El médico encargado de Bruno se acercó a nosotros y yo empecé a balbucear entre gritos si él estaba bien, qué pasó, entre otras tantas cosas. El médico me hizo un gesto para calmarme.
- El paciente se encuentra estable, recuperándose. No fue tan grave, por suerte, pero estuvo cerca de serlo. Tiene heridas graves en su rostro y torso mayoritariamente. Tal vez tenga dolores motrices por las siguientes semanas. Al parecer fue una pelea bastante dura y feroz lo cual conlleva a este tipo de consecuencias. Hicimos lo posible porque deje de perder sangre y lo logramos pero fue una cantidad algo importante. Igualmente nada de qué preocuparse. Fue sólo un susto, un escalofrío. Pero pudo haber sido peor. Pueden sentarse si quieren y traten de contactar a los padres lo más pronto posible. Si quieren pueden entrar pero de a uno - Dijo con seriedad y se fue.
- Hijo, se lo triste que debe ser esto para vos. Solo brindame algún contacto con los padres de éste chico y vos mientras andá adentro - Me dijo mi padre. Todavía tenía la campera de Bruno y por ende su teléfono. Sabía su contraseña así que me dirigí hacia la agenda y le señalé a mi papá los contactos correctos y luego, dejándole el teléfono, me metí dentro. Cerré la puerta y avancé despacio en silencio tapándome la boca del horror y llorando lo menos que podía porque sabía que lanzaría un grito de desesperación si lo hacía. Allí estaba. Mi guerrero victorioso. Dormido. Me senté apenas en la camilla en un pequeño lugar que había. Admiré la belleza muerta que yacía ante mí. Él estaba acostado pero a la vez algo elevado, como sentado. Le acaricié el rostro, el cabello y luego besé una de sus mejillas. Se despertó y quiso hacer esfuerzos con su cuerpo pero le dolía así que desistió de la idea. Yo le dije que mantuviese la calma y le expliqué lo que el doctor me dijo.
- Es una pregunta bastante idiota pero, ¿cómo te sientes?
- Me siento como si cupido fuese una aplanadora y en vez de tirar flechas me hubiese pasado por encima. Porque a veces de eso se trata el amor, dar todo de si por alguien aunque eso te destruya.
Se me escapó una lágrima. Y otra. Y otra.
- Por favor, no llores - Continuó. Quiso secar mis lágrimas y le tomé la mano entre las mías y le di un beso.
- Está bien. No pasa nada - Sequé mis propias lágrimas - Gracias, por todo. Por siempre estar por y para mi. No sé cómo agradecértelo. Igualmente me siento muy mal y culpable por como estas ahora - Puso un dedo en mis labios para callarme.
- Shhh, no. No digas eso. Si lo hice fue porque de verdad te quiero y quería protegerte. El amor que todos los días me das, es el mejor agradecimiento que me pudieses dar. No me hace falta nada mas que vos - Me tomó por el rostro y me besó.


Christopher Brown y su corazón de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora