Angelito (parte 3)

31K 2.7K 968
                                        


Nunca en la vida sería capaz de olvidar las siguientes horas que pasé con mi hermano. Si bien la mayor parte la pasamos en silencio, uno al lado del otro, nos entendimos y dimos apoyo como nunca. Me sorprendió cuando en un momento empezó a darme palabras de ánimo y en ese instante me di cuenta cuán afectado estaba yo también. Casi no tenía recuerdos en los que no conociera a Valerie, era una mezcla entre una mamá y una hermana mayor para mi. Mi propio dolor había quedado olvidado en mi intento de apoyar a Castiel y la fuerte impresión que me había causado verlo derrumbarse. Sin embargo, en cuanto se me dio la oportunidad, salió a la luz. Me sentí fatal al notar que eso lastimaba también a Castiel. Era increíble que pudiera sentirse mal por mi teniendo él tanto de qué preocuparse.

Una enfermera se acercó en lo que se sintió como horas más tarde. Supongo que buscaba consolar a mi hermano, pero cuando le soltó que en el peor de los casos tendría "un hermoso angelito... en el cielo" Castiel casi entró en crisis y temí que la atacara o rompiera algo. No tuve que decirle dos veces a la mujer que se fuera.

En otro momento, rato más tarde y ya olvidado ese asunto, nos sentamos en el piso con la espalda recostada contra la puerta que seguía sin abrirse ni parecía que iba hacerlo pronto. Castiel luchaba entre el dolor y la cólera. Parecía un animal angustiado, herido y alterado que en cualquier momento podría tanto rendirse como saltar al ataque, resultando mortífero. Mantuve mi atención en el pasillo frente a nosotros, mirándolo solo de reojo para que no se incomodara. Se oía uno que otro sonido por el pasadizo transversal que de vez en cuando era recorrido por una apresurada enfermera o paciente que aparecía y desaparecía de nuestro campo de visión en pocos segundos. Sin embargo esos ruidos parecían provenir de kilómetros de distancia. Parecíamos ser solo nosotros dos en ese frío pasillo. Mi hermano me tomó de la muñeca algo toscamente para examinar la caja de chicles que sostenía en la muñeca.

-Está vacía -le dije con un tono monótono -solo están los viejos. Te acabaste la caja entera.

Hizo una mueca de disgusto y un ruido despectivo, pero no parecía tener energía como para decir ni media lisura, que es lo que usualmente hubiera esperado de él. Permanecimos unos segundos más así. Fue ahí cuando se escuchó un grito. Esa vez no fue lejano. Esa vez no fue desconocido. Esa vez fue claro, fuerte, angustiante, reconocible y por eso mismo terrible. Y ahí él se quebró. Apoyó sus brazos en sus rodillas y en ellos su cabeza y empezó a sollozar. Simplemente no supe reaccionar. Otro grito llegó hasta nosotros y Castiel se puso de pie de un salto. Empecé a temer que tratara de derrumbar la puerta. Por suerte no fue necesario porque en el mismo segundo en el que parecía que mi hermano arremetería, la maldita puerta se abrió al fin.

El que se asomó era el doctor principal. Pareció sorprenderse al ver nuestras expresiones. No tenía ni que mirar a mi hermano mayor para estar completamente seguro que mi cara y la suya reflejaban la misma impotencia y ansiedad por noticias. El doctor tenía toda la frente bañada de gotitas de sudor y francamente se veía agotado. Sus ojos, sin embargo, tenían un brillo bastante especial.

-Bueno -habló dirigiéndose a mi hermano -¿Qué espera para pasar a conocer a su familia?

La expresión de Castiel cambió radicalmente. Me miró completamente atónito, con un alivio y fascinación indescriptible. Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas, pero estas eran de la alegría más pura y absoluta. Toda la tensión que se había apoderado y había arremetido contra su cuerpo, lo había abandonado de una. Parecía no poder creérselo. Era como si hubiera despertado de la peor de las pesadillas. De pronto entendí que efectivamente, eso era lo que estaba pasando. La peor de sus pesadillas, en la que de alguna manera nos habíamos sumergido todos, había terminado.

Le di apresuradamente un torpe abrazo que él recibió con mayor torpeza aún debido a su asombro. No tardó en reaccionar y me devolvió con demasiada fuerza el abrazo, dándome unos buenos golpes en la espalda. Al retroceder y mirarnos a la cara, ambos sonreímos y reímos de puro contentos.

TRBB ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora