Poco después del incidente en mi cumpleaños, Benjamín se mudó a nuestra casa.
La pieza de mamá era un solo desorden: estaban todas sus cosas, las mías y las de papá. Mi habitación estaba casi abandonada, atestada de polvo, y sería un criadero de ratas de no ser porque tengo mi computadora de escritorio allí.
- Vas a tener que empezar a dormir sola, Nichole- sonrió mi tío.
Sé que él pretende hacer que las cosas sean menos tensas, pero me resulta imposible creer lo que está ocurriendo.
Con desagrado, tuve que llevar mis libros, mi ropa y un par de cosas más a mi antigua habitación. Ya hasta me parecía bastante más grande que antes.
La ropa de papá fue a parar al ático, junto con algunos objetos que generaban dolor en mi madre. Yo decidí conservar una foto de él, de mucho más joven, en mi mesa de luz. Se veía verdaderamente feliz, no como en sus últimos años.
Durante la cena no se habló. Pero tanta calma sólo anuncia la tormenta que se aproxima.
Y, en efecto, la tormenta se desató al momento de ir a la cama. Yo estaba leyendo algún libro que ya no recuerdo, el cual lo tenía recostado en mis piernas. Benjamín se acercó a despedirme y me quitó el libro, diciendo que ya era muy tarde para mí. Pero no tenía sueño, y aquella lectura era para distraerme de los ruidos que venían de la habitación contigua.
Era terriblemente perturbador oírlos gemir en la cama. Pese a mis tontos intentos de taparme la cara con la almohada, no tuve más opción que hacer un escandaloso ruido para ir al baño, azotando innecesariamente las puertas.
Benjamín apareció después, con un aire muy irritado. Me pidió que hiciera lo posible para dormirme, aunque esa no fuera del todo mi decisión.
Por supuesto, no me fue fácil conciliar sueño una vez que me siento presionada. Y es mucho menos sencillo cuando se está atento a lo que sucederá.
Repetí todo mi accionar para lograr callarlos, alertarlos de que yo los oía. Y él no lo toleró más; me tomó del brazo y me encerró en el lavadero que se encontraba afuera. De nada sirvió gritar y hacer fuerza, él me tenía muy controlada.
Muy temprano, a la mañana siguiente, Benjamín me permitió entrar a la casa, advirtiéndome que no dijera una sola palabra. El tono que usó me bastó para callarme y no mencionárselo a nadie. Hasta ahora.
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Esta soy yo
Teen FictionA veces debemos abrir un poquito nuestra coraza, y dejar que las personas vean lo que sucede dentro de ti. Esta soy yo, Nichole Davis, y esta es mi historia.