Cuando el abuelo Ruth -es decir, mi abuelo materno- enfermó, mamá comenzó a quedarse todas las noches en el hospital con él. La abuela era muy vieja para cuidar siquiera de ella misma. Y eso significó una cosa: estar sola en la casa con Benjamín.
Asistía a la escuela de tarde, por lo que llegaba a mi hogar cuando ya oscurecía. En invierno, los días son extremadamente cortos.
Benjamín solía esperarme en la puerta, y si demoraba más de lo estimado, era recibida con un montón de reclamos tontos.
- ¿Y si te pasa algo? ¿Crees que el policía que custodia un banco te va a ayudar? Te pueden sacar la mochila, los zapatos, e incluso secuestrarte.
Era como tener una mamá diez veces más histérica.
- No pasa nada, vamos en grupo- expliqué con calma.
- Sí, pero yo no conozco a tu "grupito".
El abuelo Ruth falleció semanas después. Los doctores dijeron que fue por muerte natural, pero aún sospecho que fue eutanasia. El abuelo tenía más de ochenta años, y seguramente cobraba una jubilación muy importante; la jubilación y la pensión para la abuela serían mucho más útiles.
Mamá tuvo que quedarse a cargo de la abuela viuda, buscándole un asilo o una dama de compañía, pero eso llevó tiempo. Por lo que pasé otras semanas con su prometido.
- ¿Cómo está el bebé?- preguntó Benjamín al teléfono.
- El médico asegura que todo va bien, y ya estoy por entrar al tercer mes. Dentro de poco sabremos qué es- contestó por altavoz.
No eran noticias que me agradaran, pero qué se le iba a hacer.
- Nos vemos pronto. Te extraño.
- Y yo a ti. Adiós- colgó ella.
Benjamín no tenía trabajo: se mantenía con la enorme herencia de un pariente lejano. Así que esa noche nos quedamos hasta la madrugada mirando películas.
Puedo jurar que el film que él eligió era tan aburrido, que me quedé dormida. Desperté ya en mi cama, pues él me había traído en brazos.
- ¿Te dijo mi mamá cuándo vuelve?
- Mencionó algo de siete días hábiles- respondió.
Me entristecí.
En aquel instante, Benjamín me abrazó fuerte. Creí que se trataba de un acto paternal, hasta que pasaron segundos y él presionaba más con sus brazos. Me sentí asfixiada, mareada.
Fue así que comenzó a desnudarme a la fuerza, reteniéndome con una sola mano. Con sus rodillas separó mis piernas, y me besó al tiempo que trataba de penetrarme.
Intenté gritar, separarme de él, golpearle, defenderme, algo. Era demasiado grande. Dolía tanto que me desmayé hasta que todo acabó.
A la mañana, me levanté toda lastimada y con sangre en las piernas. Perdí la virginidad, mi dignidad, mi todo. Me duché con rabia, queriendo sacarme la piel y su hedor.
- Si dices algo, te mato. Juro que te mato- vociferó al oírme salir del baño.
Yo estaba asustada. No tenía a quién confiarle lo ocurrido: mamá estaba embarazada de ése monstruo, sola, sin quien la cuide. Yo sería mayor en sólo un par de años y podría huir de la casa.
Y fue eso lo que me mantuvo viva.

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Esta soy yo
Ficção AdolescenteA veces debemos abrir un poquito nuestra coraza, y dejar que las personas vean lo que sucede dentro de ti. Esta soy yo, Nichole Davis, y esta es mi historia.